📿|CAPÍTULO 6.

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Malika.

Mi cuerpo titiritea por el frío de la lluvia y siento mis diez dedos entumecidos pero no me detengo al estar instalando debajo de un gran roble mi carpa personal en el campamento que fue improvisado a causa del mal tiempo que nos obligó a parar cuanto antes.

—¿Lluvia en invierno?—Escucho a alguien preguntar entre los truenos y agacho la cabeza porque nunca me han gustado los relámpagos, en el momento que uno de ellos ilumina el cielo.

De mi rostro caen gotas por lo empapada que me encuentro y suelto un largo suspiro en cuanto hago el último nudo a pesar de la resistencia de mis manos doloridas.

Entró dando un último vistazo al panorama de afuera viendo que la mayoría se apresura y que, como suponía, Anahí y Charles se encuentran en la carpa de sus padres.

Hay poca calidez cuando entró pero de inmediato me apresuro a manipular pequeñas antorchas flotantes que poco a poco me comienzan a calentar y me hago un ovillo tras sacar de uno de mis bolsos una manta para cubrirme y me recargo entre las pequeñas cosas que poseo para descansar.

Hago un mohín irritada ante la cantidad de truenos como si el cielo deseara caerse y hoy fuera ese día.

Escucho a las personas apurarse y agradezco que el árbol que elegí sea lo suficientemente grande para evitar mojarme, con el pasar de los minutos comienzo a cabecear a pesar de que ni siquiera sea muy tarde, antes de que la lluvia comenzara y por la luz de sol, sabía perfectamente que la noche comenzaría muy pronto y no me equivoque.

Recito en voz baja una de mis plegarías a la madre luna mientras me cubro aún más con la manta roída para sentirme más cómoda a causa del frío y el aire que se cuela por alguna parte.

En uno de los periódicos que logré leer antes de partir se decía que Avalonia tiene infiltrados por todas partes y que la iglesia es quien ha tomado el mando en todo este desastre.

Mientras no me separe del circo todo estará bien y nada saldrá mal.

Con ese débil pensamiento dejo que mi cuerpo se relaje oyendo la tormenta que parece no querer aplacarse.


Mi cuerpo se mueve hacía atrás a modo de defensa mientras recibo el ataque de la espada sin filo que mi padre me ha asignado para mis prácticas a escondidas de mi madre. Papá siempre me dijo que debía de aprender a defenderme a pesar de que algún día tendría a un hombre que daría su vida por mi, pero que no estaba de más que supiera cómo enfundar una espada.

—No quiero un esposo, eso es asqueroso—musite poniéndome recta, ganándome una sonrisa por parte de mi padre.

—Cuando seas mayor, muy mayor, cambiarás de opinión—habla él que se acerca hasta mí y se agacha para dejarme un beso en la coronilla—. Pero creeme que un esposo hará hasta lo imposible para que no te pase nada.

Eleve el rostro para ver sus ojos oscuros, los mismos que los míos, ya que mamá los tiene como el color del cielo.

—Solo si yo lo puedo elegir, asi como mamá te eligió a ti y no por una alianza como lo dicen los tutores—declare mirándolo fijamente.

Papá se quedó en silencio unos segundos y creí que tal vez, no me habría escuchado ya que detrás de nosotros el tío Leonard se acercaba con varios de los consejeros de papá.

No me pudo responder ya que pude sentir como él se puso tenso en cuanto mi tío lo toco del hombro.


Brinque asustada ante los gritos y el olor a quemado que llegaban fuertemente hacia mi, lo que causó que despertara de golpe.

Poco a poco mi cuerpo comenzó a ponerse en alerta y el nudo de mi garganta amenazaba con asfixiarme ante las muchas emociones que invadieron mi cuerpo de golpe.

DE HIELO Y CENIZAS. | +21 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora