📿|CAPÍTULO 16.

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Malika.

—Tenemos que hablar—informe, dejando el tarro con las hierbas en la mesa larga de la sala de consejo.

Había esperado a que todos los vampiros de alto mando salieran tras la reunión de casi tres horas donde Dominick los tuvo retenidos.

—Sí, tenemos que hablar, bruja—dice él, que tiene ambos dedos en los labios mientras sigue sentado en la alta silla con el logo de una corona, y con un pie cruzado.

Trague saliva apartando la vista de su alto cuerpo y volví mi atención a sus ojos azules.

Su sola presencia es tan imponente y más cuando está tranquilo porque su poder se siente en toda la sala.

—Tú no me dejarás salir de aquí—comencé tocando la larga mesa.

—Exactamente.

—¿Puedo saber por qué?

—Te estuve buscando muchos años, seguí todas las pistas posibles así fueran las más falsas y en consecuencia acababa con pequeños reinos a mi paso. Malika, puedes luchar todo lo que desees, podemos hacer una tregua y tener un ambiente de paz.

La sonrisa amable de Bash apareció en mi mente y tuve que parpadear para ahuyentarla.

—Lo subestimé más de lo que esperaba—hablo Dominick—, logró meterse aquí—, él se levantó de inmediato y caminó hasta donde me encontraba, uno de sus dedos tocó mi pecho, cerca de mi corazón—, y ese es mi jodido lugar.

—Tú no lo haces fácil.

Bajo el rostro hasta casi tocar sus labios con los míos. ¿Por qué tiene que ser tan alto?

—Quiero que seas mía en cuerpo y alma—susurro—. Deseo que sientas la desesperación que yo siento cada vez que te veo entrar y no puedo tocarte porque siento tu rechazo.

—¿Tendremos una tregua de paz?

Me sonrió de lado, mostrando sus hoyuelos.

—Sí.

Asentí devolviéndole la sonrisa.

—Tomate esto entonces—le deslice el tarro con las hierbas—, de alguna manera tienes que ir a Avalonia porque queda muy poco.

—Gracias bruja.

—Agatha me dijo que ocupabas verme—recordé a su consejera que fue a buscarme hasta la sala de los Maestres.

—¿Te gusta el vestido que estás usando hoy?

Confusa por su pregunta baje la vista al hermoso vestido verde esmeralda con bordados de oro.

—Si, ¿por qué?

—Vamos a salir, ve por tu capa.

Asentí saliendo de la sala pensando a dónde me llevaría y que sería la primera vez que saldríamos juntos. Con prisa, subí hasta el segundo piso donde se encontraba la habitación y tomé la capa a juego con el vestido antes de regresar.

De entre las pilas de libros que reuní los últimos días sobresale un sobre totalmente cerrado sin abrir.

Lo tomé girando para ver de qué sello se trataba y la rosa que brillo tan intensamente me hizo soltarlo de inmediato.

El sello real de Avalonia.

Yo ayudaba a mi padre a sellar las cartas cuando era niña.

"Para el emperador Dominick Schmidt."

¿Mi tío Leonard lo habrá enviado?

Volví a dejar el sobre donde estaba y salí con un mal presentimiento. ¿No se supone que Leonard había cerrado sus fronteras desde que mi familia murió?

¿Por qué hay una carta para Dominick?

Baje en silencio, poniendome la capa y los guantes que había en los pequeños bolsos de esta. Al borde las escaleras Dominick ya me esperaba, y detrás de él, Julian que me dedicó una leve sonrisa.

—¿Nos vamos?

—¿Me dirás a donde?

—Es una sorpresa—dijo con cierta diversión, y nuevamente, esa sonrisa ladeada que no esperaba ver.

Pasando el recibidor del palacio poco iluminado a causa de la tormenta de nieve, salimos los tres y fruncí el entrecejo al ver a toda la guardía roja sobre los enormes caballos percherones.

En silencio, Dominick me ayudó a subirme al carruaje.


[📿⚔️]


No sé cuantas horas de viaje llevamos, pero sé que hemos salido de Albaen y que mi cabeza está recargada sobre el pecho de Dominick mientras él sostiene un viejo libro de cuero que ha estado leyendo.

Me incorpore con nerviosismo en cuanto el carruaje entró a terreno empedrado y me atreví a ver por la pequeña ventanilla.

Sentí como mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que me obligue a contener, conforme avanzaba el carruaje más grande se hacía la vista del Circe. Mi antiguo hogar, mi vida entera con mis amigos que ya no están en este mundo.

—Se han instalado entre las fronteras—su voz sonó a mis espaldas.

Él me ha traído al Circe. Ya no tiene su inmensa gloria pues se ve deteriorado, y muy pequeño a lo que era en comparación.

Tras que el carruaje se estacionara, Julian nos abrió la puerta y tomé su mano para bajar primero.

—Feliz venganza, bruja—me susurra Dominick al oído.

Y una sonrisa genuina se instaló en mi rostro.

—Sigan a su emperatriz—ordenó el vampiro cuando me encamine sin él a la entrada del Circe.

Entonces, toda la guardía roja me siguió en silencio.

Comencé a quitarme los guantes conforme caminaba en la nieve, leí el letrero de que se contrataba gente y comprendí de qué deseaban volver a ser lo que eran antes y que solo estaría la familia Di Carlo.

—Mi señora.

—Son cuatro personas, un hermano, hermana y pareja de casados—informé, sintiendo como la magia comenzaba a arremolinarse en las palmas de mis manos.

—¿Alguna otra orden?

—Destruyan el lugar.

Entre al área de las carpas recordando que ellos se reúnen en la carpa familiar cuando es invierno, mis pasos se detuvieron cuando las pesadas cortinas se abrieron y unos ojos cafés me miraron fijamente.

Me bajé la capucha para verlo mejor y sonreí abiertamente.

—Malika—la voz de Charles salió en un susurro tembloroso.

—Hola, Charles—siseé y empuñando la mano, lo puse de rodillas en la fría nieve.

Lo alce en el aire como señal en que los hombres de la guardia roja entraran y me dispuse a torturar al hombre que por años tuvo poder sobre mí.

DE HIELO Y CENIZAS. | +21 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora