Gianna
Tenía quince años cuando mis padres murieron en un accidente de avión. Eran gente humilde, y justo en sus últimas vacaciones, el avión se estrelló. Fue un momento durísimo de mi vida que a día de soy con mis diecinueve años aún lloraba. Era algo que no se podría superar en la vida. Y menos cuando tenías una unión bonita. Me acogió mi tío. Él se pasaba los fines de semana fuera, ya que su trabajo era dirigir un equipo de fórmula uno. Sí, mi segundo padre, como yo lo denominaba, era Toto Wolff. Me quedaba con mis primos en casa cuando él se iba. Me decían que era algo chulísimo e inolvidable. A mí que me importa ver a tíos millonarios correr en círculos con un coche que suena como una motillo de juguete.
Con sus hijos, con la que tenía más confianza era con Rosa. Éramos inseparables. Mick Schumacher estaba siempre en casa. Era amigo íntimo de la familia. Y éramos inseparables también. Aunque yo sospechaba que le gustaba.
–¿Por qué no vienes a las carreras? Te gustan las motos, no creo que haya mucha diferencia.
–Ya iré.
–No, ven este finde. Yo estaré por allí, venga... –me codea.
–Mick...
–No quiero que te pierdas eso. ¡Es el principio de la temporada! Es lo mejor.
–Está bien. Le daré una sorpresa a Toto, ya que nunca he estado por esos lugares. Se sorprenderá de que me hayas convencido tú antes que él.
–Es que yo soy yo –me guiña un ojo.
–Si os gustáis liaros, pero no me apetece ir escuchando tus cursiladas por mi casa –Benedict pasó por al lado de Mick, dándole un empujón con el hombro bromeando.
–Calla, pesado.
–Sí, calla, sí... –rodó los ojos después de coger algo de la nevera–, ya me lo dirás, ya.
Rodé los ojos. Ben solo rió y se fue a su habitación otra vez.
–Qué niño más tocahuevos.
–Sí, la verdad... Pero bueno, supongo que verá cosas donde no las hay. No lo sé.
–Pues yo menos.
–¿Vendrás o no este fin de semana?
–Que sii, pesadilla.
–¡Esa es mi chica! –me abraza.
Este niño era un pelota. Me revolvió el pelo de forma cariñosa. A mí me ponía enferma, porque me acababa de pasar más de media hora estilizando mis rizos.
–¡Mick!
–¡Es tradición! ¡Lo sabes! –rió–, ¡Deja el jarrón donde estaba! Por favor, por favor... –se cubrió con ambos brazos.
–Eres un payaso.
–Me amas. Admítelo.
–Sí, mucho.
Me mandó un beso mientras me guiñaba el ojo. Que guapo era. Y tanto que lo era.
–¡Liaos ya! –dijo Ben por el pasillo.
–Que sí, calla.
–Vístete corta para el fin de semana, hace calor en Qatar –empezó a coger sus cosas.
–¿Ya quieres verme sin ropa?
–... ¿Qué? –se giró justo cuando iba a salir por la puerta–, ¡¿Disculpa?! –rió completamente rojo.
–Nada, era una broma –reí.
–Ah, ya, claro –volvió a reír–, adiós –y salió por la puerta.
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Todo lo que odio de ti
Fiksi Penggemar¿Quien diría que tu polo opuesto podría ser el amor de tu vida? Gianna Siempre hablan sobre qué los polos opuestos se atraen, pero yo no creía en esa mierda la gran mayoría de las veces. Odio con toda mis alma a los pijos que se dedican a vestir de...