Capítulo 27

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Follar con Adrien siempre es bueno.

¿Pero follar con Adrien, mi novio? Es algo que vale la pena recordar y revivir. De echo, es una de las cosas de hace cuatro años que vale la pena repetir.

Mis dedos trazaron las líneas del nuevo tatuaje que le acabo de descubrir. Era la letra V, y la última línea a la derecha de esta salía la mitad de la cara de un lobo. No es grande, a lo mucho medía la palma de mi mano.

—¿Qué significa? —pregunté luego de carraspear para encontrar mi voz. Adrien, que estaba acostado con un mejilla sobre uno de sus brazos y con rostro volteado hacia el otro lado se gira hacia mí—. El tatuaje que tienes en la espalda de un lobo ¿Qué significa?

Se acomodó para quedar viéndome mejor.

—Puedo intuir que la V es por tu apellido —deducí y el asintió— ¿Pero y el lobo? ¿Qué significa?

—También tiene que ver con eso —contó—. Mi apellido es un deridado de volk.

—Lobo en ruso —traducí comprendiendo—. Muy original de tu parte.

—En realidad, mi padre lo tenía —dijo—. En el mismo sitio, de la misma forma.

—Nunca te lo ví antes.

—Me lo hice cuando murió —explicó.

Mi boca formuló una pequeña O antes de aplanar los labios y asentir.

—Te lo hiciste por él —declaré y casi sonreí cuando asintió.

Seguía siendo un tema delicado que no quería tocar y, aunque nunca conocí al sujeto ni de cerca ni de lejos, quería guardarle algo de respeto por ser el padre de Adrien.

He de admitir que me gustó que estuviera respondiendo mis preguntas sobre él y hablando de un tema tan personal.

Ladeo la cabeza ligeramente para estar más cómoda y de repente el medio sonríe provocando que me quedara descolocada y mirando su boca.

Sus sonrisas siempre causaban ese efecto por lo perfectas que eran, más las genuinas.

—Cuéntame algo tuyo —pidió tomándome por completa sorpresa.

Alcé una ceja.

—¿Para qué quieres que te cuente "algo mío"?

—Comunicación ¿No? —se mofó y encogió uno de sus hombros.

—Tengo el presentimiento de que la comunicación no significa someterse a un interrogatorio —sonreí—. Específicamente un poco entonces —agregué después.

—¿Alguna costumbre? —preguntó al azar.

—Varias —me acomodé mejor sobre mi costado—. Tengo la manía de que cuando estoy nerviosa tiendo a jugar con mi cabello o mis dedos.

—Dime alguna que no haya notado ya.

Volví a alzar una ceja sin borrar la sonrisa.

—No sabía que dedicabas tanto tiempo a mirarme.

—Destesto no poder dejar de hacerlo —confesó y bajó su cara para esconderla en el hueco de mi cuello.

Su aliento me hizo cosquillas mientras seguí pensando en alguna manía que tengo para no dejar su pregunta en el aire.

—No sé si cuente como manía, pero cuando estoy de pie sin hacer nada siempre tengo los brazos en jarra o cruzados sobre mi pecho —me distraje jugando con un mechón de su cabello, dándole vueltas con mi dedo—. No me gusta tenerlos de otra manera que no sean esas posturas, creo que parece que salí del ejército.

Perverso Brillo (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora