Capítulo 30

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Saco mis pies de la cama y me obligo a caminar hacia el baño sin mirar hacia atrás. Tengo el presentimiento de que, si miro el cómoda, blando y tentador colchón, cederé a mis deseos de volver a lanzarme a él.

Y necesito retomar mi vida. Ya ha sido suficiente de estar llorando con la cara enterrada en las almohadas.

<Suaves y cómodas almohadas> Sacudo la cabeza y me meto por completo al baño.

Le doy un repaso entero y ahora que lo comparo con el baño del piso de abajo que me mostró Adrien ayer, puedo llegar a dos conclusiones rápidas: definitivamente y como dijo él, su baño si que es más grande; y exactamente como dije yo, no tiene jacuzzi. Las lozas si parecen ser las mismas y las paredes están pintadas del mismo tono, blanco. La diferencia es esa, que no hay jacuzzi.

Doy un giro sobre mi eje para quedarme viendo al espejo. Mi cabello deja mucho que desear, mi cara también. Las bolsas debajo de mis ojos me espantan y mordisqueo rápido mis labios para darles color cuando los veo demasiado pálidos.

Del bonito pijama solo se ve lo que cubre mis pechos y bajo la vista a mi cuerpo para verlo completo. Es de una seda color perla, los tirantes son finos y casi no noto las pequeñas piedras que tienen, simulando diamantes porque mi cabello los cubre.

Aparto mis hebras y me bajo los tirantes, me saco el pijama junto a la braga y me meto en la ducha. La miro un momento, es espectacular, la de mi antiguo apartamento no era así. Posiblemente sea del doble de mi cabeza, cuadrada y gris oscura. Lo que más disfruto es el efecto cascada que produce, pero el jacuzzi le hace competencia con todas las letras.

Aunque, tal vez, la compañía influya más de lo que parezca.

Me aseguro de sujetar bien mi cabello en un moño alto antes de abrir la ducha y dejar que el agua caliente me acaricie el cuerpo adormilado. Mis músculos se relajan y elevo la cara con los ojos cerrados.

Han pasado ocho días desde que... sucedió eso. Ocho días, y sigue siendo igual de surrealista que en ese instante. Me negué a asimilarlo en el entierro, me negué cuando me encerré en esta habitación, me negué cuando rechacé comidas y visitas que no fuesen de mi hermana, Fernanda o Adrien cuando venía. Me negué a aceptar que no veré más el rostro de mis amigos a pesar de que me haya quedado sin lágrimas llorando sus pérdidas.

Tomo el jabón y lo restriego con fuerza por todo mi cuerpo cuidando de no maltratar mucho mis pechos más sensibles de lo normal. <Me ha de estar al llegar el periodo>

Así mismo, han sido ocho días de no ir a la empresa. Días en los que he dejado de lado mis responsabilidades y dejado que el director general adjunto de la empresa se encargue de ellas.

<Eso termina hoy> La espuma resbala por mi cuerpo y me quedo unos cinco minutos más debajo del agua, sintiendo como las gotas me resbalan por la espalda. Titubeo antes de cerrar la ducha anticipando el frío que sentiré cuando me seque el cuerpo.

Son las seis de la mañana, y estamos a mediados de octubre. El otoño no se ha manifestado de manera agresiva aún, pero como la mierda que se siente el frío a estas horas.

Me coloco la bata de baño cuando termino y salgo del baño. Mis cosas siguen en las maletas, tiradas en un rincón de la amploa habitación, tampoco he hablado con Adrien de dónde pondré mis cosas.

<Adrien> El venía pocas veces, y sólo se me quedaba viendo fijamente. No hacía intento de entablar una conversación o preguntarme como estaba, eso último se lo agradezco porque ya era suficiente con aparentar para mi hermana. He amanecido sola todos estos días a pesar de estar en su cama, tengo conocimiento de que está ocupando una de las habitaciones que siguen vacías de la fortaleza y ni siquiera así parece haber dormido nada.

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⏰ Última actualización: Nov 07 ⏰

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