La batalla entre Lincoln y Hulk se volvió cada vez más feroz. Cada golpe de Hulk resonaba como un trueno, y el suelo bajo sus pies temblaba con cada pisada del gigante verde. Lincoln, en su forma de Antivenom, esquivaba y contraatacaba con todas sus fuerzas, pero sabía que estaba frente a una bestia insaciable, un monstruo que había perdido todo rastro de humanidad.
“¡Hulk! ¡Detente!” gritó Lincoln, aunque sabía que sus palabras no llegarían a ningún lugar. Hulk no era más que una fuerza desatada, sus ojos inyectados en sangre y su rostro retorcido en una expresión de pura furia y hambre. Ya no quedaba nada de Bruce, ni de la inteligencia que solía controlar al gigante. Hulk era una bestia salvaje, un depredador con un apetito voraz.
Hulk soltó un rugido ensordecedor y lanzó un golpe brutal, uno que Lincoln apenas alcanzó a esquivar. “No puedo seguir así por mucho tiempo…” pensó Lincoln mientras saltaba hacia atrás, recuperando algo de espacio para intentar planear su siguiente movimiento. Pero Hulk no le daba ni un segundo de tregua; sus manos enormes y sus dientes rechinantes lo hacían parecer más una bestia que un héroe caído.
“Si esto sigue así, él terminará… devorándome también,” murmuró Lincoln, su respiración agitada. Cada vez que intentaba atacar, Hulk respondía con una furia desmedida, embistiéndolo sin parar. Lincoln podía sentir la presión de los golpes y la ferocidad de cada movimiento de Hulk. Su mente se tambaleaba entre la resistencia y el miedo.
En un intento desesperado, Lincoln lanzó una ráfaga de telarañas endurecidas para atrapar los brazos de Hulk y limitar sus movimientos. Sin embargo, el gigante verde rompió las ataduras como si fueran hilos delgados, sus gruñidos aumentaban mientras avanzaba hacia Lincoln. “No eres más que una presa para él ahora,” resonó una voz dentro de Antivenom, advirtiéndole de la gravedad de la situación.
“¡No voy a dejar que esto termine así!” gritó Lincoln, lanzándose hacia Hulk con todas sus fuerzas. Intentó golpearlo en el rostro, buscando puntos débiles, pero Hulk apenas lo sintió. Al contrario, el golpe solo hizo que Hulk rugiera con más furia, lanzando un contraataque que casi envió a Lincoln volando.
El cansancio comenzaba a pesar sobre Lincoln, y con cada segundo, Hulk parecía volverse más imparable. “No hay razonamiento, no hay diálogo… Solo hambre.” Lincoln pudo ver en sus ojos la oscuridad de una mente completamente perdida.
“¿Es esto todo lo que queda de Hulk? ¿De Bruce?” pensó, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación. Pero no podía rendirse. Hulk avanzaba, sus gruñidos escalofriantes llenando el silencio mientras sus puños destrozaban el suelo y todo lo que encontraba a su paso.
En un último intento, Lincoln canalizó toda la energía de Antivenom, reforzando sus defensas y preparándose para una confrontación total. Esta era una lucha a muerte, y lo sabía. Hulk ya no era su amigo, sino una sombra de la bestia en la que se había convertido, y Lincoln tendría que hacer lo impensable si quería sobrevivir.
En otra parte del estadio, el equipo de amigos de Lincoln estaba en medio de un caos total, luchando contra los infectados con todas las fuerzas que tenían. Los gritos de los zombis resonaban en el aire, y la tensión era palpable mientras Dipper, Zach, Azula, Liam, Rusty, Dash, Clyde y Stella trataban de contener la marea de criaturas.
Dipper, con su mirada concentrada y su libreta en mano, analizaba la situación y gritaba instrucciones. "¡Liam, ayuda a Rusty a evacuar a los que están en las gradas! ¡Clyde, Dash, asegúrense de que no queden zombis en esa entrada!"
Azula, siempre valiente y determinada, lanzaba intensas ráfagas de fuego azul hacia los zombis que se acercaban. "¡Estos monstruos no son rivales para nosotros!", decía con determinación mientras avanzaba, cuidando de no agotar su energía. Stella estaba junto a ella, bloqueando con agilidad cualquier zombi que intentara rodearlas, aprovechando su velocidad y reflejos para proteger a sus amigos.