Los días transcurrieron para Lincoln con una rutina que, aunque aparentemente normal, estaba marcada por sus recientes experiencias y sueños inquietantes. Cada mañana, se levantaba con la misma sensación de inquietud, pero se obligaba a seguir adelante, manteniéndose enfocado en sus responsabilidades diarias.
En la escuela,Lincoln intentaba concentrarse en sus clases, pero a menudo se encontraba distraído. Las imágenes de sus sueños a veces volvían a su mente sin previo aviso, y aunque trataba de ignorarlas, era difícil sacudirse la sensación de que algo dentro de él estaba cambiando. A pesar de esto, continuaba participando en las actividades escolares, conversando con sus amigos y tratando de mantener una fachada de normalidad.
Después de la escuela, Lincoln comenzó a visitar a la psicóloga Camila Noceda con regularidad. En cada sesión, Camila lo alentaba a hablar abiertamente sobre lo que estaba experimentando. Aunque Lincoln no siempre encontraba las palabras correctas para describir sus sueños y pensamientos, Camila era comprensiva y le ayudaba a explorar sus sentimientos con paciencia. Juntos, trabajaban en técnicas de manejo del estrés y en comprender mejor lo que podía estar causando esos sueños y pensamientos perturbadores.
Al mismo tiempo, Lincoln comenzó a conocer mejor a Luz y Amity. Luz era amigable y energética, siempre dispuesta a compartir su visión positiva del mundo y sus propias experiencias. Amity, aunque más reservada, se abrió lentamente a Lincoln, compartiendo con él algunos de sus propios desafíos y preocupaciones. Juntos, los tres formaron un vínculo que les permitió apoyarse mutuamente en momentos difíciles.
A medida que pasaban los días,Lincoln sentía que, aunque seguía luchando con sus propios demonios internos, el apoyo de Camila, Luz y Amity le estaba ayudando a mantener el equilibrio. Sin embargo, los sueños y pensamientos extraños no desaparecían por completo, dejando a Lincoln con una constante sensación de que algo más profundo estaba en juego.
Cada noche, cuando se iba a dormir, Lincoln se preguntaba qué significaban esos sueños y por qué seguían ocurriendo. Aunque no tenía todas las respuestas, sabía que no estaba solo en su lucha, y eso le daba la fuerza para seguir adelante, enfrentando cada día con la esperanza de que eventualmente encontraría la paz que buscaba.
Después de otro día habitual en la escuela, Lincoln decidió dar un paseo por el parque para despejar su mente. Era una tarde tranquila, y Lincoln disfrutaba del aire fresco mientras caminaba por los senderos, tratando de dejar atrás las preocupaciones que lo habían atormentado últimamente.
Sin embargo, lo que Lincoln no sabía era que Chandler, uno de los matones de la escuela, lo había estado observando. Chandler había estado esperando una oportunidad para desquitarse con Lincoln, y cuando lo vio salir de la escuela solo, decidió que ese era el momento perfecto para actuar. Reunió a su grupo de amigos y los siguieron a una distancia segura, esperando el momento adecuado para atacar.
Cuando Lincoln llegó a una zona más aislada del parque, Chandler y sus amigos finalmente hicieron su movimiento. Salieron de las sombras y rodearon a Lincoln, bloqueando cualquier posible escape. Chandler, con una sonrisa maliciosa en su rostro, se acercó lentamente.
"Bueno, bueno, mira a quién tenemos aquí. El chico que cree que puede andar por aquí sin preocuparse por nada," dijo Chandler con desprecio. Sus amigos comenzaron a reírse, disfrutando de la situación.
Lincoln sintió una ola de miedo, pero intentó mantener la calma. Sabía que no podía enfrentarse a Chandler y su grupo solo, pero no veía ninguna otra opción.
Antes de que pudiera reaccionar, Chandler dio la orden y sus amigos comenzaron a empujar y golpear a Lincoln. Era un asalto brutal, y Lincoln intentó defenderse, pero pronto quedó claro que estaba superado en número y fuerza.
