El Cinturón De La Discordia ~KawaBoru ~

Prisión En La Niebla

El aire que rodeaba a Boruto era denso, casi palpable, como si estuviera hecho de una sustancia espesa que lo envolvía por completo. Cada respiración era un esfuerzo, una lucha por extraer oxígeno de una atmósfera saturada de algo que no podía ver ni definir.

El suelo bajo sus pies ya no era sólido. Sentía como si estuviera parado sobre una masa blanda y resbaladiza, algo que se movía bajo su peso, cediendo ligeramente con cada paso. Sus zapatos se hundían en esa textura viscosa, como si caminara sobre un pantano cubierto por una delgada capa de niebla.

Los olores que invadían su nariz eran una mezcla de lo nauseabundo y lo dulce, un aroma a flores marchitas y carne en descomposición. Era como si el lugar estuviera vivo, pero no de una forma natural.

La humedad lo rodeaba, pegándose a su piel, penetrando su ropa y dejando una sensación de pesadez en todo su cuerpo. Cada paso se hacía más difícil, como si algo invisible lo jalara hacia abajo, obligándolo a arrastrar los pies, a luchar contra una fuerza que no podía ver.

Boruto intentó enfocarse, pero sus ojos no lograban percibir con claridad lo que lo rodeaba. Todo era borroso, distorsionado, como si el aire estuviera lleno de una niebla espesa que deformaba los contornos de las cosas.

A lo lejos, sombras se movían de manera errática, pero cada vez que intentaba fijar la vista en una de ellas, desaparecían, como si el propio bosque jugara con su percepción.

La luz verdosa que iluminaba el lugar no venía de una fuente clara; parecía emanar del aire mismo, envolviendo todo en una atmósfera irreal.

El sonido en el aire era sofocante, un zumbido constante que invadía sus oídos, una vibración baja y persistente, como si cientos de insectos invisibles revolotearan alrededor.

Boruto parpadeó, tratando de despejar la confusión de su mente, pero el zumbido solo se hacía más fuerte, reverberando dentro de su cabeza, hasta que cada pensamiento se veía ahogado por ese ruido insoportable.

Intentó taparse los oídos, pero el sonido no venía de fuera; estaba dentro de él, vibrando en su cráneo, llenando cada rincón de su mente con un eco agudo y penetrante.

Las sombras, las luces, los sonidos. Todo conspiraba para confundirlo, para desorientarlo. Cada fibra de su ser sentía que estaba perdiendo el control, que el entorno hostil lo estaba devorando, que su propia mente estaba cediendo ante ese lugar que no podía entender.

Boruto intentaba respirar profundamente, pero el aire le sabía a hierro, como si estuviera inhalando sangre. Su lengua estaba seca, pero a la vez podía sentir el sabor metálico pegado a su garganta, un sabor amargo que no lograba identificar.

El tiempo parecía haber perdido su sentido. No sabía si había estado allí durante minutos, horas, o si todo era un solo instante estirado hasta el infinito. Cada segundo se sentía como una eternidad en esa prisión invisible, una jaula hecha de sus propios sentidos alterados.

El tacto de su propia piel se sentía extraño, ajeno, como si sus manos no fueran suyas. Intentaba mover los dedos, pero la respuesta era lenta, como si sus manos estuvieran cubiertas por una capa invisible de plomo.

El frío que lo envolvía no era el típico de la noche, era un frío interno, un vacío que lo hacía sentir desamparado, como si la vida misma estuviera drenándose de él.

El peso sobre sus hombros aumentaba con cada segundo, y aunque su cuerpo seguía en movimiento, cada paso se sentía más incierto, más frágil.

Boruto sabía que no podía dejarse vencer por ese lugar. Pero cuanto más intentaba enfocarse, más su mente se nublaba, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar.