Boruto Uzumaki y Kawaki han construido un vínculo poderoso que trasciende lo fraternal, desatando sentimientos profundos y confusos entre ambos.
Sin embargo, ese amor es puesto a prueba cuando Ada, una hechicera llena de rencor, irrumpe en sus vida...
Mitsuki avanzaba por los oscuros pasillos de la fortaleza, cada paso impulsado por una determinación silenciosa y feroz. Sabía que su misión era crucial: encontrar a Naruto y salvarlo antes de que fuera demasiado tarde.
Su lealtad hacia Boruto y su promesa inquebrantable lo empujaban a avanzar, incluso cuando la oscuridad a su alrededor parecía amenazar con devorarlo.
De repente, una neblina azul comenzó a extenderse por el pasillo, envolviendo a Mitsuki en una bruma densa y helada. La neblina tenía una cualidad irreal, casi etérea, y cada bocanada de aire que tomaba parecía estar impregnada de un frío que se le metía en los huesos, un frío que no era físico, sino emocional.
Mitsuki sintió que algo en esa niebla intentaba penetrar en sus pensamientos, en sus recuerdos, como si buscara extraer sus inseguridades más profundas.
Las imágenes comenzaron a proyectarse en la niebla, una sucesión de visiones confusas y dolorosas. Primero, vislumbró una figura que reconoció de inmediato: su padre, Orochimaru.
Su silueta era oscura y poderosa, con una mirada que parecía evaluarlo desde una distancia incalculable. Aunque Mitsuki sabía que era una ilusión, la fuerza de la imagen lo hizo retroceder, como si su propio pasado se alzara en su contra.
-¿Crees que realmente perteneces a la aldea? - susurró la voz de Orochimaru desde algún rincón de la neblina - Eres un experimento, Mitsuki. No eres uno de ellos. Ni siquiera eres humano.
El corazón de Mitsuki se contrajo al escuchar esas palabras. Sabía que era un reflejo de sus propias dudas, de las preguntas que a veces lo perseguían en silencio. Había elegido seguir a Boruto, encontrar en él un propósito, pero la sombra de su origen seguía siendo una carga que a veces sentía imposible de ignorar.
La neblina azul lo envolvía cada vez más, susurrando palabras que se mezclaban entre la realidad y la ilusión, entre la verdad y el veneno.
Visiones de la aldea pasaban frente a sus ojos, imágenes de los aldeanos mirándolo con desconfianza, de las cicatrices que Orochimaru había dejado en la historia de Konoha.
Sentía cómo esos susurros se filtraban en su mente, intentando debilitar su confianza, romper su sentido de pertenencia.
¿Realmente pertenezco a Konoha?
La pregunta surgió en su mente, dolorosa e inevitable, mientras la niebla parecía amplificar sus dudas. Veía imágenes de sí mismo solo, apartado de todos, mientras sombras invisibles susurraban su nombre con desprecio.
Era una soledad que había conocido antes, un vacío que siempre había temido. La niebla hacía que todo eso pareciera tan real, tan imposible de superar.
Pero entonces, en medio de aquella bruma opresiva, surgió una imagen que lo devolvió a la realidad. Una imagen de Boruto, de pie a su lado, con esa sonrisa desafiante y su mirada llena de confianza.
Mitsuki recordó la razón por la que había elegido seguirlo, la lealtad que sentía por él, la amistad que había construido a su lado. En Boruto había encontrado un vínculo real, una razón para ser parte de algo más grande que él mismo.
La niebla seguía intentando atraparlo, pero Mitsuki, aferrándose a ese recuerdo, encontró una nueva fuente de fuerza. Respiró hondo, y sintió cómo el frío de la neblina retrocedía ligeramente, como si la intensidad de su convicción le permitiera contrarrestar la ilusión.
-Puedo no haber nacido aquí, pero he elegido este camino. He elegido estar junto a Boruto - dijo Mitsuki en voz baja, su voz resonando en el vacío - Mi pasado no define mi lealtad. Mi lealtad es algo que yo decido, y he elegido estar a su lado.
La niebla, al escuchar sus palabras, se arremolinó con furia, como si intentara redoblar sus esfuerzos. La imagen de Orochimaru se intensificó, observándolo con una mezcla de desprecio y decepción.
-¿Realmente crees que puedes cambiar lo que eres, Mitsuki? -dijo la voz - La aldea nunca te aceptará completamente. Siempre serás solo un hijo de las sombras.
Esas palabras resonaron con fuerza en su corazón, pero Mitsuki apretó los puños, resistiendo el impacto. Sabía que la niebla intentaba jugar con sus inseguridades, pero no podía permitirse dudar.
Pensó en cada momento junto a Boruto, en las veces que habían luchado codo a codo, en la confianza que su amigo le había demostrado, y en el hecho de que nunca había sentido juicio o desprecio en sus ojos. Boruto lo había aceptado por lo que era, sin importarle su origen.
-Tal vez soy un hijo de las sombras -murmuró Mitsuki, enfrentándose a la niebla-, pero eso no define quién elijo ser. Soy Mitsuki, y he elegido mi propio camino. Mi lealtad a Boruto es lo único que importa.
Por un momento, la niebla pareció retroceder, debilitada por la firmeza en las palabras de Mitsuki.
Sin embargo, antes de que pudiera avanzar, sintió una presión intensa en su pecho. La niebla se arremolinó de nuevo, y una fuerza invisible lo golpeó, lanzándolo hacia atrás. Un dolor agudo lo atravesó, debilitando sus fuerzas y dejándolo al borde del desmayo.
Mitsuki cayó de rodillas, respirando con dificultad mientras intentaba mantenerse consciente. La neblina se cerró alrededor de él, como si quisiera devorarlo por completo. A pesar del dolor, Mitsuki se aferró a la imagen de Boruto, a su promesa de ayudarlo y de cumplir con su misión.
-Boruto... no puedo fallarte... -murmuró, sus palabras apenas un susurro.
En otra parte de la fortaleza, Naruto seguía atrapado en la celda de cristal, sintiendo cómo su energía vital disminuía con cada segundo que pasaba. La opresión de la prisión parecía hacerse más intensa, robándole el aliento y nublando su mente. Naruto sabía que debía mantenerse consciente, pero cada instante era una batalla para no sucumbir al agotamiento.
Boruto... Mitsuki... confío en ustedes
Pensaba Naruto, su mente luchando por mantenerse alerta.
Aunque debilitado, Naruto seguía aferrado a la esperanza, sabiendo que sus amigos y su hijo estaban luchando. Y mientras sus pensamientos se desvanecían en la penumbra, una chispa de convicción lo mantenía aferrado a la vida, a la espera de que la ayuda llegara.
La batalla aún no había terminado, y en medio de la oscuridad, tanto Naruto como Mitsuki encontraban una pequeña llama de esperanza a la que se aferraban, una promesa de que no estaban solos en esa lucha.
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