Alastor no pudo evitar mirarlo con adoración, sintiendo que el deseo y la ternura lo consumían en partes iguales. La habitación se llenaba con la suave luz de la luna que se colaba entre las cortinas, dándole a Lucifer un brillo etéreo que solo intensificaba su magnetismo. Con cada beso, cada caricia, ambos parecían olvidar el mundo allá afuera, sus normas y expectativas; en esta noche solo existían ellos dos.
Alastor deslizó sus manos desde los hombros hasta la pequeña cintura de Lucifer y con ese acto logro quitarle el vestido, sintiendo el temblor bajo su toque pues el Omega aún seguía dudando y no paso desapercibido para él alfa, por eso estaba tratando ser más delicado pues quería que cada movimiento, cada roce, le transmitiera a su omega cuánto significaba para él, más allá del simple deseo.
Alastor sentía que estaba tocando algo sagrado, algo que había pasado toda su vida buscando sin saberlo.
Lucifer, sintiendo la intensidad en cada gesto, respondió con una mezcla de nervios y emoción, entrelazando sus brazos alrededor del cuello de Alastor, atrayéndolo aún más cerca. Sus labios se unieron nuevamente, pero esta vez con una suavidad que contrastaba con la urgencia de antes.
—No sabía que... que algo así podía sentirse tan... — El Omega sentía que la respiración se le iba, sus palabras quebradas por la emoción y escalofríos al estar desnudo.
Alastor sonrió, deslizando su mano hasta entrelazar sus dedos con los de Lucifer, queriendo darle la seguridad que necesitaba.
—Eres tú el que hace que todo esto sea especial, Lucifer. Eres todo lo que jamás me atreví a soñar.... Gracias por enseñarme tanto.
Lucifer bajó la mirada, su rostro teñido de un leve sonrojo, y sus labios esbozaron una sonrisa tímida. Era extraño sentirse tan vulnerable, y al mismo tiempo tan protegido en los brazos de Alastor. Era como si, a pesar de la crudeza de esta ciudad, hubiera encontrado un refugio en él.
Alastor se separó unos centímetros y se puso de pie a un lado de la cama, comenzó a desabrochar su camisa. Cada botón que cedía dejaba ver un poco más de su piel morena, mientras Lucifer seguía cada movimiento con ojos lujuriosos. A pesar de su timidez, no podía evitar sentir cierta expectativa y deseo. Había algo hipnótico en la manera en que el alfa se desnudaba.
Finalmente, Alastor quedó completamente desnudo, y Lucifer, al ver el gran miembro erecto del alfa, desvió la mirada con el rostro aún más enrojecido. Sentía el corazón latir con fuerza, una mezcla de incredulidad lo invadía; aún le resultaba difícil asimilar lo que estaba a punto de suceder. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para reprimir su vergüenza, ya que Alastor se inclinó sobre él nuevamente, sus labios iniciando un recorrido por su cuello y descendiendo lentamente hacia su clavícula.
El alfa se detuvo al llegar al collar de Lucifer, el cual llevaba un pequeño rubí incrustado en su centro. Sin previo aviso, mordió suavemente el colgante y tiró de la cadena, como si intentara romperla.
—No... —murmuró Lucifer, apartandolo con sus manos con delicadeza, pero Alastor ignoró su débil protesta, continuando con su recorrido de besos y caricias, descendiendo lentamente por el cuerpo del omega.
Para Lucifer, aquel collar no era un simple adorno; era un recordatorio de su compromiso forzado con Adam.
Por un instante, la duda y el peso de su situación lo consumieron, hasta que una fuerte oleada de placer lo hizo perder la noción de todo. Su cuerpo tembló y sus pensamientos se desvanecieron. Cuando bajó la mirada y se encontró con Alastor, quien había empezado a succionar su miembro con una intensidad que le robaba el aliento.
El vaivén constante y seguro que el alfa ejercía hacía que cada rastro de duda se desintegrara, arrastrado por el torrente de sensaciones que lo embargaban.
Lucifer aferró con fuerza las sábanas blancas de la cama, sus nudillos tensándose mientras su espalda se arqueaba involuntariamente, elevando su pelvis en un intento desesperado de sentir más la boca húmeda del alfa.
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Lost Revolution | RadioApple
RomanceLucifer Morningstar, un joven liberal, abierto a nuevas ideas aveces piensa que nació en el lugar equivocado puesto que en Nueva Orleans, si un omega no encuentra a su destinado a partir de los veinte años, cualquier alfa es libre de pedir su mano...