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El miércoles por la mañana se me pegaron las sábanas al cuerpo. Me desperté ridículamente tarde después de haber pasado la noche anterior entre conversaciones conmigo misma y un thriller psicológico que me había quitado el sueño. Bajé a la cocina para prepararme un café, pero cuando abrí la nevera me di cuenta de que no había leche. Bueno, más bien, no había nada. Mi madre debió irse por la mañana temprano, y seguramente se llevó todo lo que quedaba, que no era mucho. Al cerrar la puerta reparé en el post it Amarillo fosforito: "Volvemos a Silverbrook. El deber nos llama. Besitos, mamá". Y debajo del post it había un billete de cien pegado con un imán.
Blake trabajaba con Cooper. El negocio de los vinos había remontado considerablemente desde que mi madre estaba con él, pero desafortunadamente, seguíamos sin ser ricos. Lo que me recordó que llevaba un par de días sin echar currículum. Me maldije por dentro y subí a vestirme antes de empezar a gritar como una histérica. Me puse lo primero que encontré y me hice un moño de cualquier manera antes de subirme en el coche. Mientras conducía, cantaba una canción de Coldplay que sonaba en la radio.
"Ese semáforo se va a poner rojo, más vale que... Bien hecho. Buena chica"
"No soy un perro"
"No podrías ser una perra ni aunque lo intentaras con todas tus fuerzas"
"Sí que puedo. Lo que pasa es que no quiero"
"Va en contra de tu naturaleza. Tú eres pura y tierna"
"No lo soy en absoluto"
"Eso es solo lo que te gusta pensar. Sí lo eres. Yo puedo verte por dentro."
"¿Y qué tal está el estómago por ahí?"
"Hambriento. Ruge."
Metí el coche en el parking, lo más cerca que pude de la puerta del supermercado. Cogí un carrito y subí por el ascensor. Recorrí los pasillos despacio, porque ir al supermercado era una de mis actividades favoritas que no hacía más a menudo por falta de recursos económicos.
"Compresas, que no se te olviden. Te tiene que venir pronto"
"¿Cómo?"
"A diferencia de ti, yo sí me acuerdo de cuando te vino el mes pasado. Además, se te han hinchado las tetas"
"Eso es verdad, ahora están bien jugosas"
"Menos mal que nadie puede escucharte, cualquiera diría que te pones cachonda a ti misma"
"Has empezado tú"
Eché las compresas en el carro y continué. Cogí un bote de crema de cacahuete y empecé a leer los ingredientes. Noté una figura conocida a mi derecha, y al levantar la vista vi a Arlo.
—Hola, no esperaba verte por aquí— le dediqué una sonrisa amigable.
—Hola— me dedicó una sonrisa un poco desganada —, ¿nos conocemos?
Fruncí el ceño. Parecía distraído, como si su mente estuviera en otro lugar.
"¿Cómo es posible que no se acuerde?"
"Es un hombre"
—S-sí. Estuvimos juntos el otro día. O sea, no juntos juntos, sino que... Ya sabes— balbuceé.
—Lo siento— se rió un poco y se rascó la nuca, casi avergonzado—, es una pena que no me acuerde porque eres muy guapa. Seguro que lo pasamos genial. Me alegro de verte en cualquier caso— hizo sus ojos pequeños con una sonrisa amable y cruzó la esquina del pasillo.
Me quedé helada con el bote de crema de cacahuete en las manos. Lo que me chocaba de la situación no era que no se acordara de mí, eso nos podía pasar a todos: Sales, bebes demasiado, te acuestas con alguien que desaparece antes de que despiertes y luego no te acuerdas de nada. A mí no me había pasado nunca, pero sabía que había gente que sí. Sin embargo, algo en su voz era diferente. La manera de hablar no era la misma, el tono parecía más distante, menos cálido.
"Le estás dando demasiadas vueltas"
"Es que es rarísimo"
"Deja de pensar en él"
"De todas las cosas que podrían pasar, que no se acuerde era la que menos me esperaba"
"No te sientas ofendida, seguramente iba muy borracho"
Suspiré un poco y seguí empujando el carrito por los pasillos. Sin dejar de pensar en Arlo. Porque no había estado con él mucho tiempo, y para ser sincera, tampoco recordaba con toda la claridad del mundo como había sido estar con él. Pero recuerdo que me sentí segura, de mí misma y de estar haciendo lo correcto sin que una voz me lo dijera. Por primera vez desde hacía unos meses había sentido que podía vivir sin ella dentro de mi cabeza. Y eso era aterrador, pero a la vez se sentía como un alivio.
"Sí estás pensando en deshacerte de mí, ya puedes descartarlo. No puedes"
"Eres insoportable"
"Quítate a ese chico de la cabeza, no le importas"
Me acerqué a la caja para empezar a poner artículos en la cinta. Divisé a Arlo a lo lejos, en otra caja, con un par de artículos de higiene. Suspiré y volví la vista a mi carro. Después de meter todo en bolsas y pagar, volví a empujar el carro hasta el ascensor. Arlo se interpuso en la puerta antes de que se cerrase del todo, y entró. Me sonrió un poco y se colocó a mi lado, con los artículos que había comprado en las manos.
—Perdona que te moleste. ¿Dónde dices que nos conocimos? — me preguntó con interés.
—Oh, en The Nook. Estabas en el cumpleaños de un amigo — recordé cómo se acercó a mí en cuanto lo miré.
"Aunque quizás deberías dejar que él te lo recuerde", me dije justo después de responderle.
"Estás haciendo el tonto. Déjalo en paz"
"¿Cuál es tu problema? Está siendo simpático"
"Igual deberías pasar página y ya está"
—¿Estarás por los alrededores?
—Sí, vivo aquí — sonreí.
—Entonces nos veremos pronto, seguro — me sonrió de nuevo y salió del ascensor delante de mí cuando llegamos al parking.
"¿Te has pillado por ese tío?"
"No me he pillado. Es agradable, me gusta, está bueno"
"No está interesado en ti"
"A veces no sé si estás conmigo o contra mí".
Silencio. Metí las bolsas en el maletero y después de llevar el carro a su sitio, me subí al coche.
"Nos vas a meter en un lío"
"Oye, si tú tienes problemas para confiar en los demás, no quiero saberlo. Me apetece pasar el rato con un chico guapo si eso es lo que él quiere y si tú tienes miedo al compromiso, yo no"
"¿De verdad estás pensando que vas a tener una relación con él?"
"¿Quién sabe? A lo mejor. No voy a dejar que me sabotees"
Y después conduje hasta casa en silencio, con una sensación de nuevo de que mi cuerpo se abalanzaba al vacío. ¿Acaso esa sensación era paz de estar por fin sola dentro de mi cabeza? ¿O por el contrario era soledad pura y dura? Quizás ambas. No lo descifré. Pero la voz de tu cabeza que se supone que debe protegerte no debería de disuadirte de involucrarte en relaciones sentimentales. O sí. Quizá pueda tener un poco la mosca detrás de la oreja por si acaso. Pero intentar sabotearme para que no me acerque a Arlo no era algo que estaba dispuesta a dejar que pasara. Además eso podría llegar a hacer que deseara más estar cerca de él. Y si con eso callaba a la voz de mi cabeza, mataba dos pájaros de un tiro.
Ya en casa, después de haber colocado la compra y haber desayunado un buen sándwich de bacon con huevos, me senté enfrente del ordenador a continuar con la rutina sin éxito de encontrar trabajo. La desesperación se empezó a apoderar de mí a medida que leía los emails de rechazo, y, de un momento a otro, me eché a llorar. El nudo que tenía en la garganta se empezó a deshacer y empecé a sentirme mejor dejándolo salir mediante las lágrimas.
"Todo va estar bien, te lo prometo. Tú puedes con todo, siempre puedes", escuché en mi cabeza, pero no me recompuso, no me hizo sentir mejor. En ese momento solo me apetecía sentirme miserable durante un rato, compadecerme de mí misma y maldecir a todo el mundo.
"Ese no es el camino para sentirse mejor, te estás haciendo una bola que crece. Estás alimentando la sensación de angustia"
"Déjame en paz, no es el momento"
"Vale... estoy aquí para cuando me necesites".
Y desapareció, dejándome una sensación de vacío que me hizo llorar más fuerte. A lo mejor lo que necesitaba era quedarme sola de verdad, sin voces, sin cuestionarme cada una de las decisiones que tomaba. De esa manera nunca iba a poder arriesgarme, improvisar, alocarme... El simple hecho de pensar en arriesgarme (en cualquier sentido de mi vida) me hizo sentir miedo, como si estar dentro de mi propio cuerpo fuese un peligro en sí. Y si lo era, y la voz de mi cabeza me protegía de no hacer tonterías, entonces la necesitaba más de lo que me gustaba admitir. No quería depender de una voz para tomar decisiones. O al menos no de esa voz. Me quedé dormida hecha un ovillo en la cama. Cuando desperté era ya media tarde. Hice un poco de scroll en mi móvil, aunque nada me interesaba del todo. Ver las vidas perfectas de la gente solo hacía que se me contrajera más el nudo del pecho. Tiré el móvil al otro lado de la cama y suspiré de aburrimiento.
"¿Me has echado de menos?"
"En realidad no"
"Te molesto" el tono parecía una pregunta, pero no lo era, era una media afirmación. Una afirmación insegura.
"No estoy segura"
"Te estás dejando llevar por cosas que no importan", el tono no era de reproche, pero sí de cierta certeza incómoda, como si la respuesta fuera evidente.
"No lo sé. Tal vez."
"No estoy aquí para confundirte, estoy aquí para ayudarte. Igual que siempre."
"Entonces, ¿por qué a veces me haces dudar?"
"¿Dudar? No es duda, solo te estoy mostrando lo que ya sabes".
Sentía que si me gustaba aquel chico no tenía por qué dejarlo pasar. Su señal había sido clara, pero algo en mí -o esa voz- me empujaba a cuestionar lo que realmente quería .
"¿Otra vez con ese chico?" La voz parecía hastiada, como si volver al mismo tema le resultara innecesario, y eso me hizo sentir un leve malestar. Era como si incluso en mi propio pensamiento no tuviera libertad total.
"Es solo que..." empecé, intentando justificarme, "no puedo dejar de pensar en lo raro que fue que no se acordara de mí."
"Y lo que importa es..." La voz suspiró. "Céntrate en lo que realmente importa. ¿No tienes una vida fuera de tus preocupaciones sobre él?"
Justo en ese momento, la vibración discontinua de mi móvil interrumpió la conversación. Era Iris.
—¡Chica! ¿Vienes esta noche? Paul, el chico que conociste el otro día, nos ha invitado a una fiestecilla en la casa rural que han alquilado.
"Ahí lo tienes." La voz sonó triunfante. "Una oportunidad de salir y disfrutar. Deja de darle vueltas a lo que no puedes controlar."
"No puedo simplemente olvidarlo", respondí, aunque en el fondo me tentaba la idea de distraerme un poco.
"Entonces, ve a la fiesta. Quizás te ayude a ver las cosas de otra manera. Y si te lo recuerdas a ti misma, mejor."
—Sí, claro— recordé que el chico lo había comentado mientras tomábamos café en la plaza— ¿Qué vas a ponerte?
—No sé, cualquier cosa. De todas formas me lo voy a acabar quitando— la última palabra casi la cortó su risa.
—Así me gusta, decidida — me reí también.
—Pasamos a recogerte a las 9, tu casa nos pilla de camino. Conduce Avery así que no cenes muy fuerte, ya sabes cómo le gusta correr.
Me reí de nuevo y nos despedimos. Salté de la cama y cogí la ropa del armario antes de entrar en el baño. Estaba limpia, pero me sentía un poco sucia por las inseguridades que me había dejado la conversación anterior. Puse el agua caliente y me desnudé antes de entrar.
"Ahora puedes aprovechar y pensar en lo que realmente quieres," comentó la voz en mi cabeza, tan casual como si estuviera sentada en el borde de la bañera.
"¿No puedes dejarme tranquila ni en la ducha?" respondí, con un tono de broma, pero la realidad es que me sentí un poco incómoda.
"¿Por qué no? Solo quiero ayudarte a aclarar las cosas."
Me enjaboné el cuerpo, intentando ignorar su presencia. Porque eso es lo que sentía a veces, que no estaba sola.
"Este es mi espacio" protesté. "No tienes por qué comentar sobre todo."
"Pero tú misma me invitaste a tu mente." La voz sonaba como si disfrutara de la situación, divertida. "Además, es fascinante, te ves muy bien. Deberías sentirte bien contigo misma."
Me quedé congelada por un segundo, el agua caliente ahora se sentía un poco fría.
—Eso es... incómodo— murmuré, sintiendo que la intimidad se desvanecía y que había una línea que se estaba cruzando.
"¿Incómodo? Solo te digo lo que veo," insistió, pero su tono tenía un matiz de diversión que solo aumentaba mi malestar.
"Quizás deberías dejarme un poco de espacio," respondí, con una mezcla de indignación y un toque de vulnerabilidad.
"No puedo ayudarte si no estás dispuesta a escucharme," dijo, y su tono me hizo dudar, como si realmente estuviera tratando de guiarme de alguna manera.
"Necesito un poco de espacio," respondí, intentando ser firme.
"Entendido." La voz se suavizó. "Tómate tu tiempo."

Unholy JailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora