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Desde la calle se podía ver perfectamente el interior de su casa. Sobre todo de noche, cuando todo alrededor estaba oscuro y las luces del interior encendidas. Hope tenía la costumbre de dejar las cortinas corridas y eso lo hacía demasiado fácil. Observarla se había vuelto una tentación imposible de resistir. Aquella noche estaba guapísima. Se había recogido el pelo cobrizo en un moño de cualquier manera. Ya no había rastro del resfriado que la había debilitado hace unos días; ahora danzaba por el salón, meneándose al ritmo de la música. Interpretaba las letras como si sintiera todo lo que estaban diciendo. Cuando tocaba un solo de guitarra, cogía una invisible y fingía que era ella quien tocaba. Sus amigas le habían regalado un libro que intentaba forrar con plástico mientras se distraía llevando a cabo su actuación. Le dió un beso al libro cuando terminó, y salió del salón. Desapareció de mi campo de visión unos segundos, pero las luces que iba encendiendo me revelaban donde estaba. La vi dejar el libro en la mesita al lado de su cama y tumbarse boca arriba, móvil en mano, totalmente absorta. Parecía estar hablando con alguien, pero no podía verlo desde donde yo estaba, demasiado lejos. Me había convertido en su sombra, sin que ella lo supiera. Me encontraba a mí mismo haciendo esto varias veces por semana; observando a Hope vivir su vida, queriendo formar parte de ella de otra forma. La última conversación que tuvimos me hizo darme cuenta de que estaba jugando con fuego. Había límites invisibles que yo sabía que no podía cruzar. Cada vez que me acercaba a esos límites, sentía que estaba traicionando algo más que mi misión; estaba traicionándome a mí mismo. Apenas llevaba unos meses conociendo a Hope, pero ahora una fuerza oscura dentro de mí me estaba empujando a acercarme más. Cada paso que daba para estar más cerca me alejaba de lo que debía ser, y no hacía más que despertar un hambre voraz. Un hambre peligrosa que no había sentido antes. Había cometido el error de acercarme un poco y ahora no podía dejar de sentir que quería más. Nunca parecía suficiente. Tenía un cometido claro: proteger a Hope. Pero en las últimas semanas ya no sabía qué estaba haciendo. El borde entre lo que estaba bien y lo que estaba mal se había desdibujado, y cada día perdía un poco más de control. Sentía que había perdido el rumbo y no sabía cómo volver a colocarme en el buen camino.
Desde la distancia sentía una mezcla de admiración y frustración. Ella se reía de lo que miraba en su teléfono. La mezcla de su risa con la música de fondo me hizo anhelar una vida que nunca había tenido. Y las letras de las canciones que sonaban parecían un presagio, como si pudieran expresar mejor que yo lo que estaba pasando. Ella no era consciente de eso, ni siquiera le prestaba atención a la música, ignoraba el significado de las letras que a mí tanto me estaban llegando. Había sido un error acercarme tanto. Ahora la distancia que antes creía necesaria se sentía como un océano. Hope era fascinante en su imperfección, y la belleza en mi mundo siempre iba acompañada de la culpa. Intenté aclararme, pero la voz que me guiaba parecía callada, y mientras la atracción que sentía por ella se intensificaba con cada segundo, trayendo consigo una corriente oscura que desafiaba todo para lo que yo había sido creado.
La vi levantar el libro y ojear sus páginas. Sentí un impulso de acercarme más, aunque por dentro me saltaron todas las alarmas. Me recordé a mí mismo que mi papel era proteger, no intervenir. Pero ya me había recordado eso muchas veces antes, y había acabado interviniendo de todas formas.
Decidí volver a casa. El peso de la oscuridad que crecía dentro de mí se hacía cada vez más pesado e insoportable. Cuando no estaba cerca de ella mi objetivo era claro, y me prometía a mí mismo que no volvería a pasar la próxima vez.
Todos mis hermanos estaban allí, y todos me miraron como si hubiese hecho algo que no podía remediar y las consecuencias estuvieran a punto de caer sobre mí. Estaba dispuesto a ser castigado, comprendía la gravedad del asunto y nada podía justificarlo. Nosotros no estábamos hechos para sentir.  Vi a Gabriel acercarse por la derecha. Su expresión era grave, llena de preocupación.
—Me gustaría no ser yo quien te diera este mensaje —dijo con seriedad y sinceridad —, pero ya sabes cuál es mi trabajo...
—No te preocupes Gabriel, lo comprendo.
—No sé qué está pasando por tu cabeza, ni quiero saberlo, pero tienes que parar esto. Se han dado cuenta de lo que estás haciendo, has cruzado límites muy peligrosos — en su voz autoritaria sentí algo de miedo. Gabriel y yo no solo éramos hermanos, éramos mejores amigos. Su tono de voz severo intentaba esconder detrás el miedo que sentía de perderme si continuaba actuando como un humano descerebrado.
—Lo digo completamente en serio. He visto a muchos hacer lo que estás haciendo y no han acabado bien. Sabes de sobra que te juegas mucho, ¿a qué estás jugando?
–No lo sé... —susurré — Siento que no tengo el control.
—Lo tienes, eres bueno. No podrías hacerle daño a nadie ni aunque quisieras, te conozco. Eres tan puro como lo soy yo, pero hay muchas maneras de perder el juicio. Te están observando con atención, si vuelves a hacer alguna tontería no podré protegerte.
Asentí como si fuera un soldado acatando órdenes.
—Y ahora, como amigo... — suavizó su tono — La tentación es poderosa. Lo que sea que te está pasando será peor si cedes. Nada de lo que hagas te hará sentir satisfecho, y querrás más. Si esto continúa ya sabes cuál será tu destino. No me gustaría perderte.
Asentí otra vez, sintiendo que merecía la riña. No tenía nada que decir al respecto, sabía que todo lo que estaba haciendo estaba mal.
—Ve a descansar. Mañana tendrás las ideas más claras y actuarás mejor, estoy seguro.
Gabriel se perdió entre mis demás hermanos y yo me fui a intentar descansar, lejos de todos.  Las letras de aquellas canciones resonaban en mi cabeza mientras mi visión se volvía oscura. Cuando conseguí abrir los ojos de nuevo, Hope estaba frente a mí, a cierta distancia. Entre nosotros se interponía un espejo antiguo de marco dorado. Ella se arreglaba el pelo, y yo la miraba desde el otro lado. Di un paso al frente para acercarme, para poder verla mejor. De repente, una brecha recorrió el cristal hasta partirlo en dos, y Hope se asustó. En su expresión pude ver la angustia que le había causado, y quise acercarme más para decirle que todo iba a estar bien. El cristal volvió a fragmentarse. Ella empezó a llorar, y miraba a su alrededor sin comprender qué estaba pasando. Comencé a correr, sin importar cuánto se estuviera resquebrajando el cristal, con la esperanza de llegar a ella y hacerla sentir mejor. El pánico la dominaba, parecía ser peor cuanto más cerca estaba. Me paré a pocos metros. Ella me miró, en su mirada solo había pura decepción.
—¿Cómo has podido hacerme esto? — dijo, entre sollozos, antes de que el cristal estallara y me devolviera a la realidad.

Abrí los ojos, espantado. La visión que acababa de tener sobre el futuro era clara: no podía seguir cerca de Hope.

Unholy JailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora