Observé a Hope durante toda la noche. Cómo se reía con sus amigos, cómo disfrutaba cada trago frío de su cerveza, de la música... Me moría por estar ahí con ella y no ser un simple espectador entre las sombras. Pero sabía todo lo que había en juego. No saber qué estaba pensando me consumía. La había visto toda la semana, sentí todo lo que ella sentía. Sabía cuánto me necesitaba, pero no podía volver a ella. No debía. Sin embargo, cuando las luces del bar se atenuaron y la vi perderse con Arlo entre la multitud, no pude evitar sortear a toda la gente para seguirlos. Vi cómo la besaba, y ardí por dentro, con un sentimiento que no era típico de mi naturaleza, una sombra que crecía dentro de mí y se expandía a la velocidad de la luz. Me la estaba arrebatando, y ella se dejaba. Lo más irónico era que ese tipo no habría conseguido jamás acercarse a Hope sin mi ayuda. Lo conocía, también lo había observado. Él era solo un peón, el cebo perfecto; guapo y demasiado fácil de manejar. Lo que no anticipé fue como Hope se obsesionaría con él. Si lo hubiera visto a través de mis ojos, le habrían bastado un par de horas para darse cuenta de que ese tío no merecía ni el aire que respiraba.
Dudé mucho antes de tomar la decisión que me rondaba en la cabeza. Sabía que seguramente rompería todas las reglas que me habían sido impuestas, pero me mentí a mí mismo diciendo que era por el bien de Hope. Envié un mensaje sutil a la mente de Arlo, algo insignificante. "Necesitas más alcohol". después solo tuve que esperar unos minutos desde que se tomó la última. Minutos que se hicieron eternos mientras los seguía desde lejos al karaoke. Había empezado algo que no podía parar. Había perdido el control de la situación, el deseo me había cegado por completo. Los límites ya no estaban borrosos, simplemente habían desaparecido para mí. La fuerza corrupta contra la que había estado luchando estaba ganando la batalla.
No fue fácil entrar en Arlo esta vez; estaba demasiado sobrio comparado con otras veces y eso me dificultaba el proceso enormemente. Tuve que seguir insistiendo para que bebiera más, necesitaba que me entregara su cuerpo completamente sumiso o no sería capaz de llevar a cabo mi plan. Sabía que, después de esto, mi destino sería trágico, pero en ese momento me importaba bien poco. Lo que sentía por Hope no era de su mundo, ni del mío. Era algo más fuerte que cualquier fuerza divina que existiera, y yo sabía mucho de eso. Las emociones humanas me habían consumido, y yo no estaba hecho para sentir nada. Si mi destino era el destierro, cargaría con ello. Para mí no había mayor castigo que estar lejos de Hope, sin que ella pudiera verme o escucharme de verdad.
Finalmente, conseguí hacerme con su cuerpo. Era mi turno del karaoke; tenía esa canción taladrándome la cabeza desde hacía una semana, y sabía que ella me prestaría atención. Solo quería su atención. Durante el tiempo que fuera. No había ninguna otra forma de aliviar lo que sentía; quería que ella sintiera lo que yo estaba sintiendo.
Desde el escenario, solo podía mirar a Hope. Era la única que no tenía un foco de luz detrás que me cegaba por completo. Ella también me miraba a mí, aunque intentó disimularlo varias veces. Intentó evitar la conexión que había entre nosotros y aquella canción, porque sabía que cada palabra se le clavaría en la piel con un susurro que solo ella podía oír. Sus manos temblaban sobre el vaso, tanto que tuvo que esconderlas bajo la mesa. Apretó los labios con una tensión difícil de ocultar. La música que sonaba la incomodaba porque ella sabía que, de alguna manera, yo le estaba enviando un mensaje. Todo lo que yo no podía decirle de otro modo. Cerró los ojos en el estribillo y vi su boca pronunciar las palabras a la vez que yo. Respiró profundamente cuando se acercaba el final, como si por fin viera el fin de aquella tortura a la que acababa de ser sometida. Yo me sentí tremendamente mal de repente. No quería molestarla, solo necesitaba expresarme.
Bajé del escenario entre los aplausos de todos sus amigos, les dediqué una sonrisa y me acerqué a Hope.
—¿Me acompañas fuera? —le dije al oído.
Ella me miró, y por unos segundos, tuve miedo de que se negara. Pero asintió despacio con la cabeza antes de levantarse. La hice pasar delante de mí y la seguí hasta la puerta. Se apoyó en la pared, con las manos hacia atrás, evitando mirarme. No sabía ni qué decirle, estaba tan confundido como ella. El silencio entre nosotros se empezaba a espesar. Yo saqué un cigarrillo, aunque detestaba el olor y el sabor de aquella cosa, tenía que seguir en mi papel de Arlo. La necesidad de hablar con ella era abrumadora. Mi voz salió en un susurro:
—Yo... no te he visto muy cómoda. Lo siento si he dicho algo que-
—¿Por qué has cantado esa canción, Arlo? —me interrumpió, y me dolió en el pecho que pronunciara su nombre en vez del mío. Pero ella no sabía mi nombre. Todavía.
—Me estaba rondando en la cabeza desde hace varios días —dije con sinceridad, tratando de restarle importancia.
Ella no respondió. La luz de las farolas de la calle le iluminaban las mejillas, sus ojos parecían más oscuros durante la noche. Sentí que no estaba preparado para lo que sucedía entre nosotros, pero ya no podía pararlo, había llegado muy lejos. Me apartó la mirada. Yo alcé la mano para tocarla, pero no llegué a hacerlo. Como si una fuerza invisible me lo impidiera.
—No estoy seguro de lo que estoy haciendo, y me da miedo cómo puede acabar esto —dije en un murmuro.
Volvió a mirarme, en su cara podía ver como se debatía con ella misma, como si no supiera si decir lo que realmente estaba pensando.
—¿Por qué... te sientes así? —preguntó con una voz suave.
Me quedé en silencio un momento, sintiendo el peso de la pregunta. No sabía si podía decirle lo que estaba pasando realmente. Pero algo en su mirada me hizo dudar. Parecía que algo se estaba gestando en su mente. No me miraba como siempre, su mirada ahora era... inquisitiva. Sentí un nudo en el estómago. ¿Lo sabía ya? Si no lo sabía, lo sospechaba, y no tardaría mucho en saberlo.
—Es difícil de explicar, Hope. Hay cosas que... ni siquiera entiendo.
Su mirada se endureció aún más.
—No eres Arlo, ¿verdad? —dijo sin siquiera titubear lo más mínimo. Lo tenía claro.
Sus palabras me golpearon con fuerza. Sabía que algo no iba bien.
—Yo... — la voz me falló, no pude continuar.
Ella me miraba con la boca entreabierta, como si esperara de mí una explicación que la sacase de todas las dudas que tenía en su cabeza. Di un paso para acercarme, pero ella puso sus manos entre nosotros para indicarme que no lo hiciera.
—Hay algo que no está bien. Y si de verdad eres Arlo, sea lo que sea que está pasando, tú lo sabes.
Sus palabras me dejaron congelado. Se sintieron como una bala directa al corazón. Sabía que no podría seguir ocultándolo por mucho más tiempo.
—Hope... —mi voz se rompió en su nombre, y no era por miedo. Era desesperación por mantener el poco control que me quedaba.
El silencio comenzó a hacerse pesado de nuevo, cargado con todo lo que no decíamos. Ella me miraba, buscando respuestas en mi expresión, en mi voz, pero yo no sabía cómo darle ninguna. Di un paso hacia atrás, como si al alejarme pudiera también alejar la idea de contarle la verdad. Me rasqué la nuca sin saber qué hacer, ni qué decir. Lo había arriesgado todo por unos minutos de atención que iban a destruirme para siempre. Pero en el fondo sabía que Hope no era la culpable, y que no podía obligarla a entenderme ni a responsabilizarse de lo que yo sentía. No me lo perdonaría jamás.
—Voy a volver dentro —murmuró señalando la puerta, mientras se deslizaba por la pared.
Yo cogí su muñeca.
—No puedo obligarte a nada —susurré —. Al final eres tú quien toma la última decisión sobre lo que quieres hacer. Yo solo puedo decirte lo que siento.
Se zafó de mí agarre y habló sin mirarme:
—Será mejor que te vayas.
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Unholy Jail
General FictionHope nunca imaginó que una atracción prohibida la llevaría a los límites de lo desconocido. Seth no es solo el hombre misterioso que la atrae: oculta secretos que desafían todo lo que ella conoce. Entre la tentación y el peligro, ¿hasta dónde estará...