El sonido rítmico de los golpes resonaba en la sala vacía del gimnasio, como un metrónomo marcando el ritmo de mis pensamientos. El sol empezaba a asomar entre los árboles mientras yo descargaba todo lo que sentía en aquel saco. Cada golpe me hacía sentir que tenía todo bajo control. Vivir en aquel lugar era cómodo y predecible, hasta que llegó ella. No importaba cuánto hubiese querido alejarme, logró encontrarme. Como si el destino ya estuviera escrito, se cruzó en mi camino. No había podido sacármela de la cabeza en esas semanas de adaptación a mi nueva vida, pero había cumplido con la promesa de alejarme, porque se lo debía. Verla de nuevo me hizo sentir una chispa... de esperanza. Todas las emociones se sentían ahora multiplicadas por mil. El hambre, el sueño, el dolor, el cansancio... Todo se había potenciado, y en cierto modo era insoportable. Entendía mejor cómo podía sentirse Hope, con toda la confusión que sabía que sentía. Si para mí había sido complicado cuando se suponía que tenía los sentimientos limitados, no quería imaginarme con qué intensidad estaba sufriendo ella.
Pero lo importante para mí es que me había encontrado sin siquiera buscarme. Me hacía sentir una especie de orgullo. Y no iba a dejar escapar esta oportunidad de darme a conocer, de demostrarle que era algo mejor de lo que esperaba. Me moría de ganas de pasar más tiempo con ella, sin confusiones, sin mentiras, sin posesiones. Solo ella y yo.
El saco de boxeo crujió con el último golpe que lancé, y me quedé quieto unos segundos, recobrando el aliento. Observé mi rostro en el espejo. ¿Quién era ahora? ¿Un hombre normal o algo mucho peor? La respuesta se sentía distante. Me asustaba ser un ser maligno, como decían ellos. No me sentía diferente, me sentía... mejor. Sentía que nadie me juzgaba aquí por mis decisiones, que nadie observaba todo lo que hacía con lupa. Me sentía libre a pesar de estar cumpliendo mi castigo.
El móvil vibró en la madera del banquillo, y me acerqué a mirar.
Hope: ¡Hola! Hope al habla. Esto es solo una prueba para ver si se borra el rotulador.
Me reí para mí mismo, y volvió a vibrar.
Hope: Sigue sin borrarse. Ya me lo he aprendido de memoria.
Yo: Hola. ¿Ya estás despierta?
Hope: Nooooo escribo en sueños. Soy adicta al móvil, me pasa mucho.
Volví a reírme.
Yo: Deberías hacértelo mirar, no es sano.
Hope: Lo sé, lo sé, tengo una cita con mi psicóloga para tratar ese tema.
Yo: Me alegro 😁
Me sequé el sudor de la frente con la toalla y me volvió a vibrar el móvil en la pierna. Hope me mandaba una foto en el espejo de su baño, con el pelo mojado, envuelta en su albornoz beige, enseñando las marcas de rotulador en su brazo.
Yo: No sabía que sería TAN permanente. Lo siento.
Me levanté para abrir las puertas del gimnasio para el público, y me dediqué unos minutos a correr en la cinta. Entre kilómetro y kilómetro, me mensajeaba con Hope. Luego llegó Lucas, y empezamos la nueva rutina de esa semana, aumentando el tiempo en la cinta, el peso de los ejercicios y las repeticiones. Nos tomamos un descanso a mediodía para comer. Lucas me había traído un bol de avena con frutos rojos y chocolate amargo. De donde yo venía, Lucas siempre era pintado como el malo de la historia, pero estando allí con él no sentía que lo fuera. Se había estado encargando de mí en las últimas semanas como si fuera uno más. Ni siquiera me preguntó cómo había llegado hasta él, ni por qué me habían echado, como si él no necesitara saber nada de eso para tender la mano y ayudar a un hermano que lo necesitaba. Estaba muy agradecido por tener alguien con quien hablar y no haber llegado aquí completamente solo. Lucas me estaba guiando en mi adaptación, me hacía sentir parte de todo. Leo y los demás chicos también me acogieron como si me conocieran desde siempre. Me sentía bien en el entorno del gimnasio, y mi cabeza dejaba de dar vueltas por unas horas cuando estaba allí con los demás.
Me encontraba terminando el bol, cuando me volvió a sonar el teléfono.
Hope: ¿Pasas todo el día allí metido?
Yo: Sí, entreno para competir.
Hope: ¿Para darte puñetazos?
Yo: Sí. La gente se gana la vida con eso, ¿lo sabías? Yo no, hasta hace poco.
Hope: ¿En serio?
Yo: Sí, y se gana muy bien al parecer. La gente apuesta mucho.
Hope: Oh wow, quizás debería plantearme esa vida.
Yo: Puedo enseñarte cuando quieras.
Hope: ¿Crees que necesito aprender a pelear?
Yo: Nunca está de más saber unos cuantos truquitos de un profesional.
Hope: Quizá estaría bien. Aunque los dos sabemos que tu plan es hacerme sudar hasta desmayarme.
Hice una pausa, como si dudara de mandar aquel mensaje.
Yo: Solo si me lo pides.
Después hubo un silencio. Me dio tiempo a cambiarme de ropa para ponerme algo que no estuviera lleno de sudor. Le mandé una foto en el espejo, imitando la suya, sacándole la lengua.
Hope: Vale, ¿te viene bien mañana por la tarde?
Yo: Sobre las siete, si quieres.
Elegí esa hora porque así podría cerrar el gimnasio solo para nosotros. Los chicos tenían una pelea en Silverbrook y no estarían a partir de las seis. Salí del baño, recogiendo todo lo que había dejado tirado a mi paso, y volví al gimnasio.
Noté que alguien me rodeaba los hombros con el brazo, y fisgoneaba en el chat que acababa de abrir otra vez sin saber si debería decir algo más. Me removí un poco, incómodo de que metiera las narices.
—Esto va sobre ruedas, colega —dijo Leo justo antes de despeinarme y separarse de mí —. Me alegro de que hayas seguido mi consejo.
—¿Tú consejo? Básicamente me empujaste a hablarle. —me reí, dándole un puñetazo suave en el hombro.
—¿Pero recuerdas lo que te dije? Sé que te acuerdas. Lucas me dió el mismo consejo cuando llegué.
Sí que lo recordaba, me dijo algo así como que ahora ya no importaba nada, hiciera lo que hiciera estaría bien. Asentí.
—Sí, me acuerdo, gracias —dije metiendo un disco de diez kilos en la barra de la press banca.
—¿Cómo fue? Os vi entrar en el despacho. —alzó las cejas un par de veces.
—No pasó nada. —dije, sin dar pistas en mi tono de voz, tratado de mantener la calma mientras me tumbaba boca arriba en la banca.
—No te creo —se colocó detrás de mí por si necesitaba ayuda.
Cogí la barra y la llevé a mi pecho.
—Solo hablamos — empujé la barra hacia arriba.
—¡Y una mierda! Acabas de llegar aquí, ¿esperas que me crea que sabes contener tus instintos? —soltó una carcajada.
Dejé la barra en su sitio y me levanté para cargar más peso.
—No conoces a Hope. Es... complicado.
—¿Y qué? Yo vine aquí por el mismo motivo que tú. Me obsesioné con una chica, me desterraron y lo primero que hice cuando llegué fue acostarme con ella. ¡Vaya si lo hice! No tenía ni una pizca de autocontrol.
—Ella no sabe nada —metí el segundo disco antes de tumbarme de nuevo.
—No jodas. ¿No se lo has dicho? —parecía sorprendido.
—No — tragué saliva —. Te he dicho que es una historia complicada. Hice muchas tonterías, no puedo decírselo. Si lo hago, me odiará, y todo lo que hice será para nada.
Hice un par de flexiones antes de que Leo me detuviese, cogiendo la barra con una sola mano.
—¿Piensas seguir adelante mintiéndole? Sabes que eso no va a salir bien.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque sí. Los humanos no se toman nada bien las mentiras, Créeme. ¿Cómo crees que eché yo a perder mi relación con Clary?
—Leo, no puedo hacerlo. Ya la manipulé... me metí en su cabeza.
—¿Y qué? —preguntó, impasible, como si eso fuera una práctica habitual en su día a día.
Chasqueé la lengua.
—Hice que un chico tomara alcohol y se drogara hasta quedarse inconsciente para poseerlo y estar cerca de ella. —me sinceré por completo delante de él, sin dudarlo ni un segundo.
Leo se quedó mudo. Su expresión se volvió dura y seria.
—Estás de coña, ¿verdad?
Negué con la cabeza y le arrebaté la barra para continuar el ejercicio. La vergüenza me quemaba por dentro, no podía mantenerle la mirada. Sin embargo, él se echó a reír.
—Joder Seth, con la cara de bueno que tienes y resulta que eres uno de los que tiene la peor historia.
Su reacción me hizo sentir menos tensión. Había esperado un juicio severo, pero en cambio, se lo tomaba a broma. Temía que empezara a tratarme diferente por lo que hice, pero ver que no se lo tomaba en serio me hizo sentir un poco mejor.
—Aún así —me sacó de mis pensamientos —, si quieres que esto vaya en serio con ella, deberías decírselo.
—No puedo —repetí negando con la cabeza, incorporándome en el banco.
—Debes. Y cuanto antes lo hagas, mejor.
—Me odiará.
—Sí, seguramente te odie los primeros días y luego se le pase.
—No sé... —me toqué la nuca, dubitativo — Tendré que buscar el momento perfecto.
—Nunca lo será. —me apretó el hombro con su mano, y se marchó hacia el ring.
Me dejó con la cabeza llena de preguntas sobre lo que estaba haciendo. Leo tenía razón en una cosa: no podía fingir que todo lo que sabía sobre ella era solo pura casualidad. La conocía, la había observado, había estado en su cabeza, no podía simplemente fingir que eso no había pasado. Ella jugaba en desventaja conmigo, yo sabía mucho más de lo que ella sabía de mí. Era injusto. Me levanté y fui a buscar algo de agua. Necesitaba tiempo, tiempo para estar con ella y enseñarle quién era antes de arriesgarme a que me odiara por completo. Era puro egoísmo, igual que todas las otras veces que había actuado con respecto a Hope. Siempre había pensado en mí primero. Pero esta vez era diferente, esta vez no había mentiras... solo un poco de información oculta. Trataba de convencerme a mí mismo cuando recibí un nuevo mensaje de ella. Una foto, sentada en uno de los sillones de rattan que tenían en el patio trasero, con un libro entre las piernas. De su cara solo se veía su lengua. Le respondí con otra foto, de mi cara, bebiendo agua de la botella. En seguida me llegó una nueva: su cara y una taza de té de menta. Le sonreí a la pantalla, y deslicé mis dedos para contestar.
Yo: Qué guapa.
Hope: Lo dices porque me estoy tapando la cara. Que forma tan sutil de llamarme fea.
Me reí, negando con la cabeza.
Yo: Si me gusta lo que veo, seguramente me encante lo que no puedo ver.
Me di cuenta un poco tarde de que el mensaje había sonado diferente a lo que pretendía.
Hope: Buena forma de salvarte el culo. Casi me lo creo. ¿Se lo dices a todas?
Yo: No hablo con muchas.
Hope: Entonces se lo dices a las pocas con las que hablas.
Yo: No, créeme. No me interesa mucho hablar con chicas.
Hope: ¿Entonces yo qué soy?
Yo: La excepción que confirma la regla.
Hope: Vaya, realmente tienes respuestas para salvarte el culo de todo, jajajaja.
Yo: Me desenvuelvo bien. Soy astuto.
Hope: Me gusta. ¿Qué haces? ¿Todavía entrenas?
Yo: Sí, termino en un par de horas. ¿Y tú?
Hope: Vas a tener agujetas hasta en las pestañas. Yo estaba leyendo, pero me aburría, y pensé en molestarte.
Yo: Nunca molestas.
Hope: Gracias. ¿Qué debería ponerme para mañana?
Yo: Algo cómodo.
"De todas formas voy quitártelo", pensé, y meneé la cabeza para ahuyentar ese pensamiento. Aunque quitarle la ropa fuera un pensamiento recurrente en mi cabeza desde que la volví a ver.
Bloqueé la pantalla y me acerqué a los chicos. Leo les estaba contando una de sus anécdotas de lucha. Había ganado muchos campeonatos de la mano de Lucas, y era prácticamente millonario. Todos los demás también vivían de esto, pero ninguno había llegado a su nivel. Leo se esforzaba mucho por ser el mejor, y se notaba que le gustaba la pelea. Él me había enseñado casi todo lo que yo sabía sobre este deporte, junto con su mentor. Ambos eran una parte fundamental en mi inserción en la sociedad. Había seguido el consejo de mi hermano Gabriel antes de mi destierro, él me dijo dónde encontrar a Lucas. Él había sido uno de los nuestros, y también el primero en rebelarse contra las normas. Fue el primer expulsado. No le dejaron volver a pronunciar su nombre real, así que buscó algo que se le pareciera. Yo tampoco podía pronunciar el mío en alto. Me había autonombrado Seth después de verlo en los créditos de una película, solo porque pensé que sonaba bien: Seth Ferguson.
Ponerme un nombre nuevo fue el primer paso para dejar atrás todo lo que había sido, como empezar en una página en blanco donde, a partir de ahora, cualquier cosa era posible. Ya no estaba sujeto a reglas absurdas, y nadie esperaba nada de mí. Ser libre no era algo que hubiera sabido que quería con tanta intensidad. Ahora ya no estaba atrapado, y eso me hacía sentir... vacío. No tener un destino o un propósito, me desconcertaba. Hasta ahora, mi vida había sido solo seguir una clara línea recta, pero desde mi destierro, miles de caminos se habían ramificado delante de mí, y podía hacer y deshacer a mi antojo.
—Oye, tío — Leo llamó mi atención—, estaba pensando... La semana que viene me iré de gira. Hay muchas de competiciones a las que quiero ir. Tengo un apartamento cerca de aquí, seguro que te vendrá mejor que el cuartucho de Lucas, sobre todo para... ya sabes —Alzó las cejas— Puedes quedarte allí, si quieres.
—No hace falta, ya estáis haciendo mucho por mí. Pero gracias, Leo, lo aprecio.
Sacó unas llaves de su bolsillo y las metió en mi mano, cerrándola con las suyas.
—Quédate con la copia, por si cambias de opinión. Sé que lo harás. No es muy cómodo llevar a chicas a ese sitio, lo sé por experiencia.
Me reí y esta vez solo asentí, guardándome las llaves en el bolsillo.
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Unholy Jail
General FictionHope nunca imaginó que una atracción prohibida la llevaría a los límites de lo desconocido. Seth no es solo el hombre misterioso que la atrae: oculta secretos que desafían todo lo que ella conoce. Entre la tentación y el peligro, ¿hasta dónde estará...