Cooper se empeñó en pasar el sábado en familia, así que me robó las llaves del coche para llevarnos a la playa. El aire de la costa era ligeramente más cálido y más húmedo que en Sunvale. El mar estaba en calma aquel día, y no hacía viento, así que pudimos dar un paseo por los pequeños puestos de libros y pulseras del paseo marítimo. Mi madre intentó varias veces que le hablara de Seth. Se pasó toda la mañana haciendo mención a lo buen chico que le había parecido, y lo guapo que era. Si mi madre estaba obsesionada con él, ¿cómo no iba a estarlo yo?
—Deja de hablar de Seth, Cooper va a ponerse celoso —jugué con la esquina de la servilleta.
Nos había llevado a un restaurante de marisco al que le hacían botellas de vino personalizadas.
—¿Dónde dices que lo conociste? —insistió ella.
—En el gimnasio.
—¡Y además deportista!
Negué con la cabeza, sin añadir nada más a su conversación.
—Avery me ha conseguido una entrevista para una secretaría. Creo que es para una asesoría, no me acuerdo bien.
—¡Eso es genial!
—Está en Silverbrook. Tendré que ir y venir todos los días.
—Bueno, para eso tienes un buen coche.
—¿Te refieres al tamagotchi? Es un maquinón, eso está claro.
Cooper ahogó una risa. El camarero nos trajo la bandeja de marisco y unos baberos de papel. Nos manchamos la cara y las manos succionando la carne del marisco. Blair intentaba mantener la compostura de señorita, pero era la más manchada de los tres, y Cooper no dejaba de hacer bromas sobre ella. Después de comer, fuimos a comprar un helado, y lo tomamos sentados en la arena, sin zapatos. A mi madre le dió tiempo a echarse una siesta sobre el regazo de Cooper. Él jugaba con la arena.
—Papá, ¿qué se hace cuando alguien te da señales contradictorias? —di un mordisco a la galleta del helado.
Él alzó una ceja, como si supiera exactamente de qué estaba hablando.
—Primero, asegurarte de que no eres tú quien está leyendo mal las señales —se rió un poco—. Si aún así sigues confundida, dale un respiro. Haz como con el marisco: a veces tienes que dejarlo reposar para que saque todo el sabor.
—¿Comparar a Seth con un cangrejo? Muy profundo, Cooper —me reí, limpiándome las manos con un pañuelo de papel.
—Solo digo que... no todo tiene que ser tan serio. A veces lo mejor es dejar de darle vueltas a las cosas. Ya verás como todo se aclara solo.
Me apretó la rodilla y me dedicó una sonrisa cálida. Cooper y yo no hablábamos mucho porque no pasábamos mucho tiempo a solas lejos de mi madre, pero era un buen tío. Y era el único padre que había conocido, así que lo llamaba así a veces. Daba los mejores consejos y siempre los hacía parecer algo cómico. Vimos juntos el atardecer recordando el último viaje que hicimos a Disneyland cuando yo tenía dieciocho años. Cooper se había montando conmigo en todas las atracciones mientras mamá daba paseos interminables por las tiendas de recuerdos. Algo en la forma en que él cuidaba de nosotras me hacía sentir segura. A pesar de haber llegado muy tarde a nuestras vidas, era un pilar fundamental para nuestra familia. Sabía que mientras él estuviera con nosotras siempre tendría alguien a quien llamar en caso de quedarme tirada en medio de la nada.
Nos fuimos a casa cuando mamá durmió las dos copas de vino que había bebido durante la comida. Hicimos una barbacoa en el jardín, pero acabamos comiendo en el salón, con la chimenea encendida. Mamá y yo recogíamos la mesa mientras Cooper se entretenía en cortar más leña para el fuego.
—Si volviéramos a ir a Disney, me subiría en todas las atracciones —el arrepentimiento de no haberlo hecho resonaba en sus palabras, trayendo de vuelta la conversación que habíamos tenido en la playa. Yo me eché a reír.
—Estoy segura de que no lo harías.
—Sí, porque te subirías conmigo.
—¿Qué te hace pensar que yo quiero repetir esa tortura? —respondí mientras dejaba los platos en el fregadero.
—Porque en el fondo te encanta.
—Claro que le encanta —intervino Cooper, metiendo un puñado de troncos hacia el salón —, tu hija es medio masoquista. Como cuando le dio intolerancia a la leche una época pero no dejaba de comer queso y pasta con nata
—¡Mis problemas estomacales no son de risa! —me giré hacia mi madre — Después de aquel viaje me pasé dos semanas con el estómago revuelto. No repetiría.
Mi madre se rió, dejándose caer en el sofá.
—Tendremos que ir los dos solos.
—Yo ya no tengo las caderas como hace ocho años —se reía papá, mientras metía los troncos nuevos en el fuego.
Cerró la puerta de cristal y se sentó al lado de Blair, con los pies en la mesita.
—Bueno Hope, ¿qué planes tienes para la semana, además de hacer que todos los chicos se vuelvan locos por ti?
Le di en su pie con el mío, hundiéndome en el sofá.
—¿Qué puedo decir? Soy una rompecorazones.
—Oye, si no te funciona con el moreno siempre puedes buscarte uno que trabaje en Disney. Así tú madre podrá probar todas las atracciones ella sola.
Alzó las cejas, conteniendo la risa, esperando la respuesta molesta de Blair.
—¡Vete a la mierda! —se echaron a reír juntos.
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Unholy Jail
General FictionHope nunca imaginó que una atracción prohibida la llevaría a los límites de lo desconocido. Seth no es solo el hombre misterioso que la atrae: oculta secretos que desafían todo lo que ella conoce. Entre la tentación y el peligro, ¿hasta dónde estará...