Nadie lo espera.

82 8 0
                                    

Madrugada en casa de Rose. El silencio de la noche es roto por un ruido fuerte que resuena desde abajo. Rose, que ya estaba medio despierta por una pesadilla, se incorpora de golpe, respirando agitada.

— ¿Qué carajos fue eso?

La luz tenue de la luna ilumina ligeramente su habitación. Aún medio adormilada, Rose se pone las pantuflas y camina sigilosamente hacia la puerta. Abre con cuidado, intentando no hacer ruido mientras baja las escaleras. A medida que se acerca al pie de las escaleras, las voces se hacen más claras.

— ¡Ya estuvo bueno! No puedes seguir así.

— ¡Tú cállate, mujer! ¿Qué chingados sabes tú? - Dijo su padre balbuceando, claramente borracho

Rose se congela en el último escalón, sus ojos se agrandan al ver a sus padres peleando en el comedor. Su madre está de pie, con el rostro lleno de ira, mientras su padre, completamente borracho, tambalea al intentar mantenerse en pie. Los gritos son tan fuertes que parecen hacer eco en toda la casa.

— ¡Claro que sé! ¡Sé que estás arruinando a esta familia con tus pinches borracheras! ¡Mira nada más cómo vienes! ¿Así vas a cuidar de Rose?

— ¡Rose ni siquiera me necesita! ¡Eres tú la que siempre está jodiendo!

En ese momento, el padre da un paso hacia la madre, levantando la mano como si fuera a golpearla. Rose, que ha estado mirando en shock, no puede quedarse quieta. Su corazón late con fuerza, y sin pensarlo, corre hacia su madre.

— ¡No te atrevas!

El grito de Rose llena el espacio, haciendo que ambos padres se queden inmóviles por un segundo. Su madre, con el rostro tenso, toma a Rose de los hombros, tratando de alejarla de la escena.

— Rose, mi amor, vete a tu cuarto, esto no es asunto tuyo.

— ¡Sí lo es! ¡No voy a dejar que te toque!

El padre de Rose, tambaleante, suelta una risa amarga.

— ¿Qué, ahora mi propia hija también está en mi contra? ¡Chingada madre, no me dejan ni respirar en esta casa!

— ¡Es que no te das cuenta, imbécil! ¡Nos estás destruyendo! ¡No me importa lo que digas o lo que pienses, pero no voy a dejar que me lastimes ni a mí, ni a nuestra hija!

Rose se interpone entre ambos, con los ojos brillantes de furia y miedo. Aunque su cuerpo tiembla, no da un paso atrás. Su padre, aún borracho, intenta avanzar hacia ellas, pero Rose no se mueve. Hay un silencio tenso mientras él la mira, sin saber qué hacer.

— ¡Pinches mujeres! ¡No entienden nada! Siempre jodiendo... (da un paso en falso y casi cae) Yo... yo soy el hombre de esta casa, ¡y aquí se hace lo que yo diga!

— ¡No, ya no! ¡Tú no puedes seguir haciéndonos esto! ¡Si no cambias, me voy a largar!

El padre se queda en silencio, sorprendido por la explosión de Rose. Aunque aún tambalea, no dice nada más. Su madre, con los ojos llenos de lágrimas, toma a Rose del brazo, tratando de mantener la situación bajo control.

— Rose, por favor, vete arriba, no quiero que sigas viendo esto.

— No me voy a mover hasta que se calme.

Finalmente, el padre parece perder fuerza, su cuerpo se desploma en una silla cercana, tomando su cabeza entre las manos. Está demasiado borracho para seguir peleando, pero el daño ya está hecho. Las lágrimas de Rose comienzan a rodar por sus mejillas mientras su madre la envuelve en un abrazo.

— Lo siento tanto, hija... No debiste ver esto.

— No... no es tu culpa, mamá. Solo... ya no puedo más con esto.

Te estoy mirando (Nadie nos va a extrañar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora