Nadie lo vio venir.

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Rose llegó a casa con una mezcla de nerviosismo y emoción, sabiendo que esa noche era especial. Caminó rápidamente hacia su habitación, decidida a encontrar el atuendo perfecto. Abrió su clóset y comenzó a revisar su ropa con avidez, sacando una falda a cuadros rojos que había estado en tendencia. Se imaginó con ella puesta y una sonrisa se dibujó en su rostro.

— Esta es —murmuró para sí misma, mientras la colocaba sobre la cama. Luego, buscó su chamarra de cuero, una prenda que siempre le había hecho sentir segura y con estilo. Después, eligió una blusa negra sencilla que complementaría el look. Finalmente, se puso sus botas a la rodilla, sintiéndose lista para cualquier cosa.

Algo sencillo, tipo Reachel Green de Friends.

Se metió al baño y se duchó, dejando que el agua caliente la relajara. Mientras el vapor llenaba el espacio, dejó atrás las preocupaciones de la semana. Una vez fuera, se secó y comenzó a arreglarse el cabello. Se hizo ondas que caían suavemente sobre sus hombros y dos mini coletas en la parte superior de su cabeza.

Al terminar, se miró al espejo. El reflejo le devolvía una versión de ella misma que no había visto en mucho tiempo: confiada, lista para enfrentar el mundo. Respiró hondo, reuniendo fuerzas.

Justo en ese momento, su tío tocó la puerta.

— ¡Mija! Ya son las 9, ya es hora —anunció desde el otro lado.

— ¡Sí! —respondió Rose, con un tono un poco más entusiasta del que había sentido en la semana.

La puerta se abrió y su tío entró, mirándola con una expresión que mezclaba orgullo y cariño.

— Te ves muy linda —dijo él, sonriendo de oreja a oreja.

— Gracias, tío —respondió Rose, sintiéndose un poco sonrojada.

— ¿A quién vas a impresionar o qué? —preguntó con picardía, levantando una ceja.

Rose se sonrojó aún más, sintiendo que sus nervios se agudizaban.

— ¿Eh? No, no... a nadie —dijo, tratando de sonar despreocupada, pero su tono de voz la delató.

Su tío se rió suavemente, disfrutando de la inocencia de su sobrina.

— Si tú lo dices, ¡orale! Ya vámonos —dijo, haciendo un gesto con la mano hacia la puerta.

Rose y su tío subieron al auto. Mientras él arrancaba el motor, ella se acomodó en el asiento, sintiendo un cosquilleo de emoción y nerviosismo.

— Entonces, ¿cómo va todo con Tenoch? —preguntó su tío, lanzando una rápida mirada hacia ella mientras conducía.

Rose se sintió un poco sorprendida por la pregunta, pero también le agradó que su tío se interesara por su vida.

— Pues... no sé, creo que va bien. —respondió, sintiendo que una sonrisa se dibujaba en su rostro al pensar en él.

— Ah, ya veo. ¿Y te gusta? —su tío continuó, sonriendo de forma cómplice.

Rose se encogió de hombros, tratando de parecer indiferente, aunque la calidez en su pecho traicionaba su aparente despreocupación.

— Es un buen chico, solo eso —dijo, tratando de mantener la conversación ligera.

— ¿Solo eso? —replicó su tío, riéndose—. A veces, "solo eso" es más de lo que parece.

Rose sonrió, sintiendo que había más verdad en sus palabras de lo que quería admitir.

Después de unos minutos de conversación amena, llegaron a la casa de Mariana. La música se escuchaba desde la calle, vibrante y llena de vida. Cuando su tío estacionó el auto, Rose sintió un torbellino de emociones.

Te estoy mirando (Nadie nos va a extrañar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora