Nadie dice la verdad.

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Una tarde de 1994, la casa de los Vega estaba llena de silencio, Rose Mary entra sigilosamente, cerrando la puerta con cuidado. Al pasar por el salón, ve a su padre desplomado en el sofá, con una botella a medio terminar en la mesa. Se queda parada en el umbral, dudando si debería subir directamente a su cuarto o enfrentarlo. Está cansada de las peleas, pero también del silencio que las sigue.

— ¿Ya llegaste? No me habías dicho que saldrías tan tarde...

Rose Mary se queda callada, apretando los puños. La tensión en su cuerpo aumenta, y el miedo y la frustración se mezclan en su interior.

— Solo fui a la escuela. Como todos los días.

Su padre se sienta lentamente, con los ojos vidriosos por el alcohol. La ira se hace visible en su rostro.

— ¿Escuela? ¡Por Dios, Rose! ¿Crees que eso importa ahora? ¡No tenemos nada! ¡Nada Chingadamadre! ¿Qué vas a hacer con todo lo que aprendes si no tenemos ni un peso para sostener esta pinche casa?

Rose Mary lo mira fijamente, su mandíbula temblando por el enojo. Está al borde del colapso, cansada de aguantar las mismas discusiones todos los días.

— ¡Estoy tratando! ¡Hago lo que puedo para que todo parezca normal, para que no nos vean como... como unos fracasados! ¡Porque tú no haces ni un carajo!

Su padre se levanta de golpe, tambaleándose hacia ella. La botella en su mano tiembla mientras él la señala con el dedo.

— ¡¿Qué chingados dijiste?! ¿Que yo no hago putas nada? ¡Todo lo que te di, todo lo que hice fue por ti! ¡Y mira cómo me pagas, faltándome al respeto en mi propia puta casa!

Rose Mary retrocede instintivamente, pero no puede contenerse más. Las lágrimas comienzan a caer, y su voz se quiebra mientras grita.

— ¡Lo arruinaste todo, papá! ¡Ya no eres el hombre que admiraba, ya no eres mi papá! ¡Solo eres un pinche borracho que se la pasa lastimando a los demás!

En un arrebato de ira, su padre lanza la botella contra la pared, rompiéndola en pedazos. El sonido del vidrio estallando llena la sala, pero eso no detiene a Rose Mary, pero consiguió exhaltarla.

— ¡No me hables así! ¡Soy tu padre!

— ¡Eras mi padre! El papá que me enseñaba a andar en bicicleta, el que me abrazaba cuando estaba triste... ¡Ese hombre se fue!

— ¡Míranos! Todo lo que teníamos, todo lo que yo te di... ¡Y ahora no somos nada! —.se acerca a Rose Mary, que retrocede lentamente — ¿Sigues creyendo que con ese chingado uniforme y esos falsos putos viajes puedes engañar al mundo?

— ¡No estoy fingiendo nada! Solo... quiero que las cosas vuelvan a ser como antes. ¡No es mi culpa lo que pasó!

— ¡Claro que no es tu culpa! ¡Es mía! ¡Por confiar en esos bastardos! ¡Por querer darte todo! Pero mira dónde estamos ahora...

Rose Mary tiembla, pero mantiene la compostura. Su padre, en su frustración, le da un empujón que la hace tambalearse.

— ¡Eres tan inútil como yo! ¡No haces nada para ayudar! Solo te preocupas por cómo te ven los demás, por seguir jugando a ser la niñita rica cuando ya no somos nada

Rose Mary, con los ojos llenos de lágrimas, se endereza y le grita de vuelta.

— ¡No tengo otra opción! ¡Tengo que seguir fingiendo porque tú te rendiste! ¡Porque mamá ni siquiera está aquí! ¡Yo no pedí esto!

La tensión entre ambos es palpable. Su padre, cegado por la ira y el alcohol, levanta la mano y la golpea con fuerza en la cara. El golpe resuena en el salón.

Te estoy mirando (Nadie nos va a extrañar) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora