Eligió perderlo.

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Dentro de mi cabeza se encontraba alguien martillando, pues un fuerte dolor me despertó, mi espalda me dolía como nunca y al parecer había dormido en una posición extraña, mi cabeza colgaba del sofá mientras mis piernas se encontraban colgando del respaldo de éste, me incorporé lentamente y pronto la sensación de nauseas me embargó, con un movimiento brusco caí del sofá y corrí al baño, mi estómago estaba a punto de salir de mi cuerpo, lo podía jurar.

Después de varios minutos abrazada al retrete me dejé caer en el frío suelo que me recibió con un abrazo.

–Jane –Llamó la ronca voz de Leo desde la sala, no lo había visto cuando corrí al baño.

–Ajá –Contesté débilmente para que supiera que me encontraba en casa, pasé mis ahora pesadas manos por la cara y dejé que cubrieran mis ojos.

Después de lo que me pareció una hora pero estaba segura de que sólo habían sido unos minutos, levanté mis manos y cuando vi a Leo recargado en el marco de la puerta mi estómago se contrajo o lo que sea que haya pasado pero me sentí avergonzada. ¿Había pasado algo extraño que no podía o no quería recordar? Me pregunté cuando me dio una mano para ayudarme a levantarme.

–¿Ya no vas a vomitar? – Me preguntó para cerciorarse de que nada malo pasaría mientras caminábamos a la sala, negué con la cabeza.

Preparó café y nuestras miradas se esquivaron todo el tiempo que estuvimos uno frente al otro.

–Emm.. ¿Hicimos algo a noche de lo que tenga que arrepentirme? –Pregunté en voz muy baja mientras pasaba una mano por mi cabello, sólo para no tener que verlo a los ojos. Sus mejillas se encendieron y pronto sentí que las mías hacían lo mismo <<¡Rayos!>> Pensé mientras una imagen pasaba por mi mente, Leo acercándose a mí con los ojos cerrados y después de eso...nada.

–Tal vez...emm... –Leo cerró los ojos.

–No quise besarte... –Negué con la cabeza mientras sentía cómo la culpa me invadía, hacía pocos días que había dejado a un novio despechado y ahora resultaba ser de esas chicas que se emborrachan y hacen cosas de las que se arrepienten. Cerré los ojos fuertemente, no quería volver a llorar – No quiero tener que comenzar a hacer una lista de las cosas de las que me arrepiento –Dije mientras me levantaba y caminaba hacia nueva habitación.

–No huyas –Dijo Leo justo antes de que entrara en la habitación y todo lo que había trabajado para recomponerme se desmoronó.

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Me senté frente a Leo, con las lágrimas amenazando en inundar el lugar.

–Lo...lo lamento – Dije soltando un suspiro. Leo se veía seriamente arrepentido por haber dicho eso, pues sus ojos se notaban tristes.

–Yo lo siento Jane, no quise hacerte sentir mal. Yo te besé y no esperaba otra reacción, lamento haberte puesto en esta situación, no quiero que te vayas –Desvié mi vista.

–No quiero irme –Dije intentando sonreír – Si tu no quieres que me vaya... no me iré – Me encogí de hombros – No voy a huir –Negué con la cabeza mientras las lágrimas comenzaban a surcar mis mejillas.

–Lo siento tanto Jane –Pasó una de sus manos por mi mejilla – No quise herirte –Bajó la mirada.

–Está bien... estaba huyendo, tenías que decírmelo para que me diera cuenta porque... ya no quiero huir –Suspiré.

–¿Amigos? –Preguntó cuando nos sentamos para ver una película.

–Amigos –Confirmé mientras me acercaba para abrazarlo.

–No te volveré a besar, lo prometo –Dijo cuando los créditos de la película comenzaron a correr– Eres a la peor chica que he besado ¿Sabes? Y estabas medio dormida –Empezó a reír y pronto me uní a él.

–Eres tan malo besando que ni siquiera recuerdo qué sentí –Rompí en una carcajada.

–Definitivamente has dejado de gustarme, sólo mírate... tienes el peor aspecto cuando estás curándote de una resaca –Dijo mientras tomaba el control remoto para buscar otra película.

–No tengo más insultos –Dije al cabo de unos minutos, ambos rompimos en una carcajada. Sabía que volvíamos a ser los mismos.

Mi celular se encontraba dentro de mi bolso, llevaba descargado más de una semana por lo que no sabía qué ocurría fuera del apartamento en donde yo misma me había confinado, había negado salir con Leo por café e incluso por las compras, podría encontrarme a Jack y él podría decir "No huyas" y entonces, dejaría de hacerlo, ya no huiría de él.

Al final de la semana, en el apartamento de Leo ya se encontraban la mayoría de mis cosas y eso me afligió un poco, estaba consciente de que estaba desapareciendo de su vida poco a poco, y aunque no podía ni imaginarme lo que estaba sintiendo, me sentía culpable porque lo amaba, y lo amaría. Me había marchado porque lo amaba y quería que él lograra todas sus metas y sabía perfectamente que si yo estaba presente él se sentía atado, al igual que yo. Nuestro amor no era más que una jaula, una gran jaula en la que ambos nos encontrábamos muy separados y de pronto Jack decidió atravesar la jaula y estar conmigo, él pensaba que era alentador pero no lo era, estaba atrapada en mis pensamientos, en mis emociones y en su amor. No se sentía bien porque incluso nuestras alas habían olvidado cómo se volaba, cómo se sentía cuando el aire pasaba por nuestras alas. No quiero deslindarme de la culpa pero escapé de la jaula y más que sentirme libre me he sentido perdida, más perdida de lo que nunca había estado, no me reconocía frente al espejo que me demostraba a una chica delgada y con grandes ojeras, mis libros seguían empacados al igual que mis sueños. Tal vez ya no quiera volar.

El lunes por la mañana el despertador sonó obligándome a levantarme de la cama que había elegido para morir, es más difícil despertar cuando tienes un corazón roto. Después de tomar una ducha estaba lista para regresar a casa, Leo se había rehusado al principio pero luego cedió "Siempre te apoyaré" me recordó mientras bajábamos de su auto.

–El joven no se encuentra ahora, mi señorita –Dijo el amable portero que me miró con unos ojos tan brillantes.

–¿Cómo ha estado Jack? –Pregunté mientras veía cómo Leo subía por el ascensor –El portero me mantuvo la mirada y negó con la cabeza.

–Está muy triste, como es normal –Se encogió de hombros –No parece estar dentro de sí ¿Usted cómo se encuentra? –Preguntó al darse cuenta de mis lágrimas – ¿Está mejor?

–No sé cuándo estaré mejor –Me encogí de hombros.

–Sólo es cuestión de hacerse a la idea –Sonrió para reconfortarme – Usted es fuerte, no tiene nada qué temer. El amor es así... Una vez, hace mucho tiempo escuché a alguien que decía "Era perderlo o perderse ella misma, y fue inteligente, decidió perderlo". Así que usted es inteligente.

Cuando ella se fue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora