Reencuentro

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Llegar al apartamento que sería mi hogar por un año había sido un tanto difícil. La hora de la mudanza llegó y llevé mis miles de maletas y a Boss en su caja mientras el cielo se caía, sólo así puedo describir ese día, la lluvia caía como si no hubiera un mañana y lo único que yo hacía era maldecir. Menudo día había elegido para hacer la pequeña mudanza. Sin embargo, ahí no acabó todo, cuando llegué al apartamento recordé que tenía que subir seis plantas para llegar a mi dulce, dulce hogar. Por suerte Christophe, el anfitrión, fue de gran ayuda subiendo la mitad de mi equipaje, el joven era muy amable y pronto, el miedo inicial había desaparecido por un acogedor sentimiento de hogar. O algo así.

Tan pronto como me quedé sola con Boss en el apartamento solté un suspiro. Las paredes eran blancas y el espacio era realmente pequeño; una cama amplia, justo arriba de ella un pequeña, muy pequeña ventana. Así luciría mi vida por los próximos meses.

Acomodé la ropa en el mueble frente a la cama, abrí la ventana esperando que entrara el aire suficiente para no morir asfixiada (estaba siendo dramática) la ventana era lo suficiente amplia para permitir que los rayos del sol penetrasen en la habitación y de vez en cuando el aire entraba y llenaba el ambiente. Boss se dedicó a olfatear cada lugar mientras yo acomodaba todo de forma que quedara agradable, no había mucho que hacer por el espacio... (el espacio, el espacio, al parecer estaría traumada con él por un buen tiempo). Después de rodar por la cama un par de miles de veces decidí que era hora de salir a hacer compras para evitar salir a gastar todo mi dinero en los caros cafés parisinos que me rodeaban, esta vez Boss se quedaría en casa, en algún momento se tendría que acostumbrar. Un par de pasta de dientes, jabón, un cepillo de dientes nuevo, unos cuantos litros de leche, alimento para Boss y unas cuantas cosas fáciles de preparar fue todo lo que lleve a casa. Ahora me sentía adulta, haciendo mis compras, que normalmente en el pasado eran hechas por Ginger, Jackson, Leo y mi madre. Qué raro era pensar en ellos, se sentían tan lejanos, Ginger aún más... un poco de tristeza se instaló en mi corazón. Los extrañaba, ahora que me veía sola en medio de la cama, con las luces apagadas y sólo la luz de la luna iluminando, me sentí más sola que nunca, no estaba Leo para abrazarme, no estaba Andrew para alejar las lágrimas, no estaba mi madre para ayudarme a dormir tranquila...

El despertador sonó, de un salto me levanté un tanto desorientada y asustada. Boss comenzó a ladrar por mi reacción.

—Shhh, calla Boss, no es bueno despertar a los vecinos —El sol se elevaba brillante, al parecer sería un día algo caluroso. Era el gran día. Salir a buscar trabajo es lo que haría.

Caminaba sin ninguna prisa por las calles parisinas, había decidido llevar una falda azul y una blusa blanca. Tenía que dar una buena impresión, así fuera aceptada en una cafetería antes que en una editorial. Entregué mi currículo en casi 10 lugares, entre cafeterías, pequeñas editoriales e incluso presenté mis servicios como traductora. Las clases de español, italiano y francés debían dar frutos.

Cerca de las dos de la tarde decidí parar en una cafetería, así que me coloqué en las mesitas que estaban en las calles. Había leído unos cuantos libros me mujeres solas que se sentían incomodas al estar solas en alguna cafetería parisina, yo, por el contrario, me sentía la mujer más plena y feliz del mundo. Encendí mi celular, segura de que la bandeja de mensajes estaría tan llena como la de llamadas.

20 llamadas perdidas de Mamá

10 llamadas perdidas de Leo

9 llamadas perdidas de Andrew

3 llamadas perdidas de Papá

2 llamadas perdidas de Tessa

Solté un suspiro era mi tercer día y ya sentía como mis alas imaginarias comenzaban a desplegarse. Decidida a comenzar por una vez con la aventura, tecleé en el celular.

Cuando ella se fue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora