Donde las estrellas brillan.

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La vida en casa de mi madre no era tan difícil como cuando vivía con Jack, los atardeceres no parecían tan tristes ni las comidas tan solas. Mamá trabajaba como maestra de un kínder, no tenía más que un grupo en una pequeña escuela, así que siempre estaba en casa a la hora de comer. Lucía más feliz que cuando había llegado, sin darnos cuenta habíamos aceptado la tregua, algunas veces quería indagar sobre mi relación con Andrew pero se detenía antes de que comenzaran las discusiones y los gritos.

—Jane, sigo hablando con la madre de Jack —Confesó con gesto culpable.

—Eso ya lo sé —Contesté lanzando la pelota de Boss tan lejos como me fuera posible.

—Hija, sólo quiero hacer un pregunta, no te enojes ¿Qué harías en caso de que te encontraras con Jack dentro de cinco años? —Preguntó entrecerrando los ojos, como si ella pudiera ver mi futuro, como si lo estuviera armando.

—Mamá —Rodé los ojos.

—Digamos que ya publicaste un libro y... estás soltera —Su sonrisa de hizo grande.

—Probablemente no me encuentre nadie dentro de cinco años —Mi madre me fulminó con la mirada y yo me limité a encoger los hombros — Bueno para dentro de cinco años Jack estará casado y probablemente con una hija, así que sólo le diría "luces muy feliz con tu hermosa familia, fue bueno verte" —Los ojos de mi madre se ensancharon y yo estallé en una carcajada — Madre, en serio ojalá pudiera ver a Jack con los mismos ojos de cuando tenía 18 años y creía en el amor eterno pero ya no es así, los dos crecimos y —Mi corazón subió a mi garganta— tomamos caminos muy diferentes —Acaricié la cabeza de Boss.

—Eso suena a basura —Contestó mi madre.

—Crecer es basura —Dije antes de tomar a Boss y subir a mi habitación.

El día siguiente no estaba planeado pero antes de llegar al café donde trabajaba me di cuenta de que quería hacer otra cosa. Llamé desde mi celular y avisé que faltaría a trabajar por un contratiempo, adiós a las propinas de ese día pero necesitaba hacer algo más que ir a tomar órdenes. Tomé mi celular y cuando su nombre apareció en la pantalla no dudé en llamarlo.

—Te necesito —Dije cuando contestó.

—Yo te necesito más —Contestó riendo.

—Ahora. En serio —Insistí.

—Entonces iré por ti —Dijo antes de terminar la llamada.

Había caminado al Starbucks más lejano de mi casa y más cercano a la carretera, más cercano era una mentira pero ya no podía caminar más y aunque la ciudad era pequeña, no me arriesgaría a gastar mis tennis favoritos. Tomaría el café lo más lento posible y después daría una lenta y larga vuelta por la Plaza, deteniéndome en las tiendas de ropa y en las librerías para no aburrirme en la espera. Dos horas después mi celular comenzó a vibrar.

—Jane.

—Andrew —Contesté sonriendo.

—Creo que te estoy viendo, si eres la chica de vestido azul que acaba de salir de una tienda...

—Así es —Reí.

—Hola —La voz de Andrew sonó detrás de mí. Me volví hacia él y lo abracé con fuerza.

—Te extraño —Dije cuando besó mi frente.

—También te extraño —Sus ojos se cerraron y me acercó a él con otro abrazo.

—No tardaste en llegar —Miré mi reloj, estaban por dar las diez.

—Avión — Se encogió de hombros riendo— Ahora dime ¿a dónde quieres ir? —Preguntó mientras caminábamos fuera de la playa.

—Tengo una idea pero debes estar dispuesto —Dije mientras tomaba su mano.

—Ya estoy aquí y estoy más que dispuesto —Me dedicó una sonrisa coqueta y ambos comenzamos a reír.

—Vayamos a Virginia Beach —Sonreí ampliamente — He conseguido un auto que nos llevará ahí en dos horas...

—Perfecto —Andrew se puso sus lentes de sol y emprendimos el viaje.

Las dos horas en el auto de uno de mis nuevos amigos del café se fueron rápido; estuvimos hablando sobre lo que habíamos hecho, la gente que habíamos conocido, le conté sobre el dinero que me había enviado Jack por la venta del apartamento y él me contó que Leo tenía una nueva y reciente novia.

—Te remplazó muy rápido —Hizo una mueca, nuestras manos seguían entrelazadas.

—Tú no me has remplazado ¿Cierto? —Pregunté apoyando mi barbilla en su hombro.

—Sí tú no lo has hecho entonces yo tampoco —Estallamos en una carcajada.

—Hablo en serio Andrew —Contesté comenzando a soltar su mano.

—Claro que no lo he hecho —Tomó mi mano con fuerza, sin lastimarme— No es como si conociera chicas como tú todos los días —Sus profundos ojos se encontraron con los míos.

—Pero van muchas chicas al bar —Presioné.

—No necesito a nadie más —Aseguró y besó mi mano.

Por fin, después de cortas peleas y largas reconciliaciones llegamos a Virginia Beach, listos para mojar nuestra única ropa en la playa.

—Pasaré por ustedes a la hora que me digas Jane —Dijo Ray cuando bajamos del coche — Iré a visitar a mis padres —Sonrió.

—Andrew, creo que es muy temprano para estar en la playa, propongo que visitemos algunos lugares y cuando el sol no esté tan fuerte podemos regresar —Sonreí aún sujeta a su mano.

—Perfecto, podemos comprar trajes de baño y toallas —Dijo Andrew — Yo pagaré todo, así que será mejor que no intentes discutir.

—No me negaré —Reí.

Podría decir que fue la tarde más divertida que jamás había pasado y era verdad. Era la primera vez que escapaba de casa sin que nadie lo supiera. Ni siquiera como estudiante lo había hecho y hacerlo a mis 25 años me parecía más emocionante y gracioso; Andrew no había escapado a escondidas, sin embargo, yo había dejado a mi madre y a Boss con la idea de que me encontraba trabajando, ya me veía regresando a casa y siendo castigada por el resto de mi vida.

Cuando regresamos a la playa, ésta se encontraba más sola y nosotros ya nos encontrábamos listos con los trajes de baño para lanzarnos a las olas. Era octubre y el clima comenzaba a enfriar ligeramente la ciudad y el agua que antes lucía caliente ahora estaba templada, cerca de ser fría. Andrew lucía feliz mojando sus largos chinos, se ocultaba en las olas y luego salía en busca de aire. Ambos nos reímos sin cesar, hasta que la noche comenzó a llegar. Era hora de partir, odiaba eso.

De regreso a casa en el coche sólo podía pensar que odiaba el hecho de que Andrew me había obligado a jurarle que tendría una vida sin él para después ser juntados por el destino... como si el estúpido destino no estuviera molesto conmigo. Sería imposible rencontrarnos solteros y aún enamorados uno del otro. La mano de Andrew se encontró con la mía y decidí deshacer todos esos pensamientos y concentrarme en la luna que comenzaba a alzarse hermosa y brillante en el cielo que nos abrazaba. 

Cuando ella se fue.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora