Capítulo 8: Fiesta de disfraces

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Gian no les da explicaciones a sus amigos, simplemente sujeta mi mano y me lleva hasta la cabina de fotos vacía

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Gian no les da explicaciones a sus amigos, simplemente sujeta mi mano y me lleva hasta la cabina de fotos vacía. Nicolas grita a nuestras espaldas, y yo no entiendo nada. Una vez que entramos, él cierra la cortina.

—¿Qué fue todo esto? ¿por qué le dijiste a Max que estamos saliendo?

—Yo no dije eso.

—Lo insinuaste.

—Más o menos —se rasca la nuca, mirando a la máquina en vez de a mí— Vi como Max te miraba, estaba demasiado interesado en nosotros, eso es bueno.

—¿Y cómo eso sería algo bueno?

—Le daremos a entender después que no funcionó, pero para ese entonces ya va a estar interesado en vos, yo conozco cómo funciona, te miraba mucho. —responde, acomodándose mejor en la cabina. Es un poco chica y apenas entramos los dos— Además, sólo se lo di a entender, no dije que sos mi novia, no te ilusiones. —me mira con esos ojos brillosos y esa sonrisa presumida, burlándose de mí.

—Vomito antes de ser tu novia, en serio. —pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza— Al menos ahora Max se acuerda de mí, eso es lo más lejos que llegué hasta ahora.

—De nada. —se agranda él, acomodando su disfraz para la foto— Yo sé lo que hago siempre.

—Déjame dudar, si alguien me genera desconfianza siempre sos vos, Gianfranco, nunca sé con qué vas a salir. —digo, viéndolo toquetear los botones para que funcione las fotos —Encima ahora tus amigos creen que salimos.

—Ah si eso, lo tengo que arreglar —asiente, dándome la razón— Saca esa cara seria y sonreí para la foto, Camila.

—Es que vos tenes un don para ponerme de mal humor siempre.

—Se llama encanto.

Gian sonríe, mirándome. Por un momento estira la mano, apartando un mechón de cabello de mi rostro, con una delicadeza impropia de él, que altera mis nervios y mi ansioso corazón, el cual no resiste estas clases de actos. Me toma totalmente desprevenida la forma en la que me mira, detallando mi rostro, acomodando mi sombrero de bruja, acomodando mi cabello. Me muerdo el labio, sintiendo la tensión que de repente comenzó a envolver el ambiente, y el primer flash nos nubla, al sacar la foto.

Sin embargo, ahora no quiero quedar atrás y estiro mi mano para acomodar su cabello descontrolado, paso mis dedos por el lacio de los mechones castaños y mis ojos buscan su reacción. Él está atento a todo lo que hago, sigue mis movimientos con interés y mi nerviosismo me permite tragar saliva con un poco de dificultad, afectada por la situación.

Es como si estuviéramos jugando a quién tienta más al otro en una cuerda floja.

El flash de la segunda foto nos distrae, sacándonos de nuestro trance.

—Camila...

Lo veo dudar, como si se estuviera debatiendo qué hacer, cómo reaccionar, y parece tan afectado como yo en esto. Su rostro se acerca muy poco, centímetros del mío, y mi corazón retumba contra mi caja torácica, expectante.

Razones que odio de vos [Giamila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora