Razones que odio de vos [Giamila]

Capítulo 9: Amigos y nada más

El calor de noviembre entra por las ventanas del colegio. Los auriculares me aíslan del quilombo que hay en la clase con la hora libre, luego de que faltara la profesora de matemáticas, y desde mi celular comienza a sonar una canción de conociendo rusia. Mis ojos se posan en uno de los árboles, totalmente concentrada en la letra que suena en mi mente, tanto que ni me doy cuenta que alguien se sienta a mi lado.

Gian me quita uno de los auriculares, molestándome. Levanto la cabeza de mis brazos para mirarlo con el ceño fruncido.

—¿Qué haces?

—Quiero saber qué estás escuchando. —sonríe él, sentado desde el lugar de Valentina— ¿Qué canción es?

—Cinco horas menos de conociendo rusia.

—Me gusta. —asiente, tarareando la letra, adueñándose del lado derecho de mi auricular de cable— ¿Todo bien?

Mi estúpido corazón se vuelve a acelerar cuando sus ojos recorren mis mejillas sonrojadas.

Suspiro, contando hasta diez mentalmente.

Si pudiera hacer un resumen desde el día de halloween hasta ahora, diría que todo transcurrió medianamente normal, tanto que Valentina me dijo que nos estamos haciendo los locos para no aceptar nuestros sentimientos, lo cual es ridículo.

Ahora somos... amigos, por extraño que suene, y todavía seguimos siendo compañeros de proyecto.

—Más o menos, estoy nerviosa, hoy me dan la nota del parcial de geografía. —jugueteo con un mechón de mi cabello para evitar mirarlo— Preparé un excel con un montón de ideas para matarme por si repruebo.

—Va a salir todo bien —dice Gian con confianza— Yo soy tu profesor, una alumna mía no puede sacar mala nota, no me hagas pasar vergüenza.

Ruedo los ojos. Este y su egocentrismo.

—Como si me importaras tanto, yo solamente espero sácame más de seis, tengo que promediar con mis otras notas y los trabajos prácticos.

—Que pesada, siempre decís eso y te sacas buenas notas.

—Es porque en los trabajos prácticos me ayudaste vos —señalo— No soy buena en geografía.

Me devuelve el auricular cuando la profesora entra y Nicolas lo llama desde sus asientos. Valentina vuelve a sentarse en su lugar y me mira con seriedad.

—¿Ahora qué?

—Camila, de ahora en adelante voy a ser la voz de tu consciencia y te diré todo lo que estás haciendo mal.

—No, por favor, no.

—Como, por ejemplo, fingir que no te gusta Gian. —baja la voz al interrumpirme, para que sólo la pueda escuchar yo— Veo como se miran.

—No sé de qué estás hablando, estás sacando miradas de donde no hay, lunática.

—Camila, te conozco como si hubieras salido de mi panza, boluda. —me recrimina, sin alzar la voz, acercándose su rostro al mío— Te gusta Gian, ustedes no son amigos ni ahí.