Capítulo 11: Energías

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El domingo voy a la casa de Gian y me recibe un exquisito aroma a pastelitos y dulces

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El domingo voy a la casa de Gian y me recibe un exquisito aroma a pastelitos y dulces.

—¿Están cocinando? —le pregunto a Gian cuando abre la puerta y me deja pasar— Huele bien.

—Es mi mamá, los domingos son su día de descanso y últimamente está probando recetas nuevas de pastelería.

Observo su casa, con las ventanas abiertas dándole el sol de noviembre, detallo los nuevos adornos que compró la mamá de Gian. Es algo que él me comentó en clases hace unos días, algo sobre que su mamá trajo unos cuadros muy feos, según el gusto de Gian, aunque a mí me parecen muy lindos. Cuando él se distrae cerrando la puerta con llave, yo me entretengo viendo las fotografías de Gian bebe colgadas en la pared.

—¿Qué miras? —él se acerca a mí al hablar y sus ojos se posan en la fotografía que estoy mirando— Era muy lindo, ¿no?

—Siempre tan humilde, Giani. —ruedo los ojos— ¿Dónde vamos a estudiar?

—En mi cuarto, mi hermana va a estar en la sala toda la tarde y seguro va a estar mirando su serie.

Cuando avanzamos hacia las escaleras veo de costado como la televisión está prendida y una chica jovencita se encuentra sentada en el sillón, con la atención fija en la enorme pantalla. No se percata de nuestra presencia y creo que es la primera vez que veo a la hermana de Gian, es como él, pero con el cabello largo castaño y lacio, más joven, ya que ronda los trece años, pero igual de linda que todos los que poseen los genes Odoguardi.

Subimos las escaleras y vuelvo mi atención al chico que camina delante de mí, con su espalda ancha, cubierta por una remera negra sin mangas, y combinados con unos jeans azules que le remarcan demasiado el...

Okay, pensamientos intrusivos.

Giani abre la puerta de su cuarta y me deja pasar primero. Dejo mi mochila sobre la silla y como ya estoy acostumbrada a estar acá, me permito ponerme cómoda y adueñarme de la cama, luego de sacarme las zapatillas y dejarlas en el piso. Lo veo agarrar sus libros y acercarse a mí, para sentarse a mi izquierda en el colchón. Su hombro roza el mio apenas unos centímetros y mi cuerpo ya está reaccionando como si sus manos estuvieran sobre mí. Él no parece percatarse de eso, porque se encuentra entretenido buscando las materias que estudiaríamos hoy.

—¿Arrancamos con el proyecto?

—Sólo nos queda arreglar algunas cosas para enviárselo al profesor por correo, y mañana adelantarle cómo nos va mañana en el voluntariado. —respondo, prendiendo mi computadora y apoyándola sobre mis piernas estiradas— No nos falta mucho para terminar, después ya es estudiar para la exposición oral y esperar que él nos apruebe el trabajo de investigación.

—Ya quiero terminar este trabajo, estoy cansado de cuidar animales en el lugar ese.

—Fue tu idea arrancar ahí, boludo.

Razones que odio de vos [Giamila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora