«LA HUELLA FALSA»

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Holisqueo el aire con ansías desmedidas. Lo siento en mi estómago y en mis fauces llenándose de saliva también. La carne tierna, la sangre tibia, el sabor dulzón de sus huesos y el deleite en los ojos de mi víctima, cuando me observan con súplica, desatando así el animal ancestral que habita en mí.

Holisqueo el aire una vez más. Ahí está. Su olor dulce y su carne suave facil de digerir. Pobre cervatillo no conocerá el despertar de la dulce primavera, -pienso mientras me acerco agazapado acariciando con mi vientre las hojas caídas de los árboles. Si levanta apenas la cabeza y me ve, perderé mi oportunidad para alimentarme.

Comer, comer, comer. Es en lo único que pienso luego de mi dolorosa y esquizofrénica transformación. Ja, «un puma suelto en Formosa», dijeron los titulares de los noticieros. ¿Cómo me van a comparar con un debilucho y ordinario puma? Soy mucho más que eso.

Pero los humanos nunca lo entenderán. Están limitados a creer en lo que ven. ¿Y que es lo que ven? MI BANQUETE ACABADO. Sangre, miembros esparcidos, y mis huellas desdibujadas en la tierra húmeda de vísceras.

Puaj, el solo pensar que deberé alimentarme de los humanos si no consigo más presas, me hace tener arcadas antes de probar ese cervatillo. Los humanos son una raza de parásitos ambiciosos e inescrupulosos de feo gusto. Que dominaron por completo la tierra, y todo lo que habita en ella.

Y pensar que yo era uno de ellos. Que caminaba y hablaba como ellos. Que olía y tenía ese sabor asqueroso como ellos. En realidad, lo sigo siendo. Sigo siendo un humano al menos cuando no hay luna llena en el cielo.

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«Cuentos para NO dormir». El Cuento te lo regalo, el susto te lo debo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora