Noches sin fin

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En esta larga noche donde el tiempo se alarga,
donde el silencio es un río negro y sin orillas,
miro al techo y me pierdo en la danza quieta
de pensamientos que no duermen, de recuerdos que no mueren.

Las horas pasan como sombras cansadas,
y yo, inmóvil, atrapada en una telaraña de soledad,
donde cada hilo es una despedida, un adiós,
una palabra que nunca llegó a ser dicha.

¿De qué sirve el consuelo en una noche sin fin?
¿De qué vale el recuerdo que clava sus raíces
en el centro mismo del pecho, como un árbol hueco,
como una flor que nunca da frutos ni colores?

Extraño el tacto de las risas perdidas,
el sonido lejano de las palabras suaves,
aquellas que un día envolvieron mi nombre
como si fuera un susurro guardado con cariño.

Aquí, en la oscuridad, el mundo se achica,
los rincones se llenan de sombras que parecen reír,
se burlan de mis miedos y de mis secretos,
como si mis propios pensamientos fueran enemigos.

¿Por qué he de extrañar lo que nunca tuve?
¿Por qué duele lo que jamás se tocó?
Es una paradoja cruel, esta nostalgia vacía
que se aferra a mi pecho como un lastre invisible.

Intento escapar de este laberinto mudo,
pero mis pasos solo encuentran caminos cerrados,
y el eco de mi propia voz me devuelve la verdad:
estoy perdida en la tristeza de una noche sin fin.

Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora