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En una era olvidada, los nueve reinos coexistían en una frágil armonía. Humanos y seres mágicos compartían el poder, tejiendo una red de alianzas y comercio tan intrincada como las estrellas en el firmamento nocturno. Matrimonios entre las casas nobles de cada reino eran comunes, creando vínculos tan fuertes que parecían inquebrantables, tejidos no solo con promesas, sino con magia y antiguas lealtades.

Entre todos los reinos, el más espléndido era Polaris. Este reino no solo destacaba por su inmensa riqueza de conocimientos arcanos y sus formidables criaturas guerreras, sino también por la mezcla de respeto y temor que inspiraba. En el corazón de Polaris, el antiguo reino de Astralith había florecido bajo el reinado del sabio pero ambicioso Rey Avalor. En sus días de gloria, Astralith era un lugar de maravillas y prodigios, donde los susurros de la magia resonaban en cada rincón y donde la tecnología y la alquimia alcanzaban cumbres que ningún otro reino había imaginado.

Pero la ambición de Avalor superó cualquier límite. Con el tiempo, la codicia se enroscó en su corazón, llevándolo a desear un dominio absoluto sobre los demás reinos. Decidido a convertirse en el único gobernante de los nueve reinos, Avalor comenzó una guerra devastadora que fracturaría el mundo para siempre. Los líderes de cada reino, unidos por el miedo a su poder, decidieron aliarse para enfrentarlo. Con sus poderes combinados, lograron derrotarlo y sellar su magia, arrebatándole los artefactos que lo hacían invencible y dispersándolos para que jamás pudieran ser reunidos.

Entre estos objetos místicos se encontraba el más poderoso de todos, el Collar de Avalor, una reliquia que muchos creían capaz de conceder a su portador cualquier habilidad imaginable, incluso la de almacenar y canalizar el poder de otros. Aunque su verdadero alcance era un misterio, los pocos que sabían de su existencia temían la magnitud de su magia.

Junto a esta joya, se encontraba el Cetro de Pyrrha, capaz de convocar las llamas eternas, con el poder de forjar o destruir cualquier cosa, y la Corona de Estrellanoche, un artefacto que otorgaba el don de la visión profética, aunque a un alto precio: vislumbrar el futuro sin posibilidad de alterarlo. Había también una daga mágica, la Espina del Olvido, capaz de borrar los recuerdos de aquellos que tocara, y el Espejo del Velo, un cristal bruñido que permitía viajar entre los reinos, cruzando barreras como si de un simple reflejo se tratase.

Con el tiempo, estos artefactos cayeron en el olvido, dispersos y escondidos, camuflados entre los objetos cotidianos o en templos secretos, sellados con rituales tan antiguos que incluso los magos de Polaris los consideraban cuentos de hadas. La historia de Avalor y sus tesoros se desvaneció de la memoria colectiva, transformada en una leyenda contada solo para asustar a los niños rebeldes o en historias de amor y traición que los bardos interpretaban en los mercados.

Sin embargo, la tranquilidad que siguió a su derrota fue solo una ilusión. En los rincones más oscuros de Polaris, se contaban susurros de que el linaje de Avalor aún pervivía, en espera de recuperar lo que una vez fue suyo. Mientras la gente común se maravillaba con los avances de la magia y la tecnología, un secreto ancestral yacía enterrado, esperando a quien lo desenterrara y reclamara el poder del que una vez fue dueño. Y así, mientras los nueve reinos continuaban su curso, el tiempo, como una marea lenta e inexorable, parecía preparar el escenario para un nuevo capítulo en una historia que nunca había sido del todo olvidada.

Bethany ajustó la armadura del Eclipse sobre sus hombros, sintiendo el cambio de peso mientras ésta respondía a su presencia. Su cabello dorado brillaba bajo la tenue luz del atardecer, reflejando un resplandor dorado que apenas comenzaba a desvanecerse en el horizonte. La armadura la hacía ver mayor, más intimidante, y, por supuesto, mucho más alta. Caminaba junto a Gideon, su enorme figura lanzando una sombra casi intimidante que cubría a Bethany por completo, como si el mismo infierno se paseara al lado de ella.

Intento de PrincesaWhere stories live. Discover now