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Por la tarde-noche, Bethany estaba cómodamente instalada en la sala de su cuarto, despreocupada y concentrada en su videojuego favorito. La habitación, con sus consolas y sus guitarras perfectamente acomodadas, le daba una sensación de normalidad que agradecía enormemente en medio de toda la pompa del palacio. Mientras jugaba, su mente divagaba en todas las cosas que podría hacer ahora que, al menos, tenía tiempo libre.

Quizás podría ponerme a componer algunas canciones, pensó, echando un vistazo a sus guitarras. Después de todo, con eso de ser "princesa" y "debut real", no creo que me dejen salir a defender reinos como antes.

Estaba justo en medio de un nivel complicado cuando escuchó un leve carraspeo. Se giró y vio a Casimir, quien había aparecido como un fantasma junto a la puerta, con su porte elegante y su expresión habitual de paciencia infinita.

—Disculpe la interrupción, princesa Bethany —dijo, sin rastro alguno de emoción—, pero el sastre real ha llegado para tomar sus medidas para el uniforme de su nueva academia.

Bethany soltó un suspiro, poniéndole pausa al juego con algo de desgana. —¿En serio? ¿Tan pronto? —preguntó, aunque ya sabía que no tenía opción.

Con un suspiro resignado, se levantó de su asiento y se deslizó en un par de pantuflas cómodas. Su "outfit" de estar en casa (o mejor dicho, en el castillo) era un conjunto sencillo: una camiseta negra con el logo de su banda favorita y unos shorts cortos rojos, muy lejos de cualquier cosa "real", y justo como a ella le gustaba.

Casimir, sin perder su porte impecable, la guió hacia la sala de costura del palacio. Al entrar, Bethany se encontró con una habitación llena de espejos dorados y telas de todos los colores imaginables. En medio de la sala, un hombre de apariencia excéntrica esperaba, con una postura tan recta como un alfiler. Su cabello, rubio platinado, estaba peinado hacia atrás de forma impecable, y su bigote fino y estilizado le daba un aire de importancia y distinción. Vestía una túnica de color púrpura oscuro adornada con hilos dorados, y una docena de alfileres y cintas de medir colgaban de su cinturón.

El hombre la miró de arriba abajo, como si estuviera analizando cada detalle de su presencia, y luego lanzó un suspiro dramático.

—Oh, la princesa Bethany —dijo, con un tono que sonaba a la vez admirado y condescendiente—. Es... encantador conocer a una joven con una... —hizo una pausa, sus ojos recorriendo su atuendo de manera crítica—... estética tan particular. Mi nombre es Erwin Duval, sastre real y maestro de la alta confección. —Hizo una leve reverencia, aunque el gesto parecía más un cumplido hacia sí mismo que hacia ella.

Bethany apenas pudo contener una sonrisa irónica y le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza. —Encantada, Erwin. Supongo que estás aquí para hacerme lucir "adecuada", ¿no?

—Pero, claro, princesa. Adecuada es la palabra precisa, ya que... bueno, cierta humildad en sus raíces no puede ser ignorada, ¿verdad? —Erwin sonrió de lado, dándole una mirada que Bethany captó al instante como una crítica velada a su pasado en Springter.

Bethany rodó los ojos, ya acostumbrada a esas miradas y comentarios. —Ah, sí, humilde. Esa palabra que aquí en el palacio parece ser sinónimo de "no saber para qué son tantos cubiertos", ¿cierto? —respondió, con una sonrisa fingida mientras mantenía sus brazos cruzados.

Erwin le lanzó una sonrisa cortés, aunque en sus ojos brillaba un toque de desprecio disfrazado de amabilidad. —Oh, no, princesa. Me refería a algo... mucho más... fundamental. La esencia de una persona es algo que los modales y las vestimentas pueden... mejorar, pero no necesariamente transformar, ¿me entiende?

Intento de PrincesaWhere stories live. Discover now