La casa estaba completamente vacía. Cada rincón, cada espacio que alguna vez había estado lleno de recuerdos, parecía ahora un eco vacío de lo que fue. Bethany se sentó en la meseta de la entrada, observando con expresión ausente el coche volador que aguardaba frente a su puerta, reluciente y un tanto pretencioso. El pueblo entero parecía haberse congregado para presenciar el espectáculo; después de todo, no todos los días alguien de Springter era llevado al palacio en un vehículo de lujo.
A su alrededor, los murmullos del pueblo eran inconfundibles. Bethany alcanzó a oír frases como "¡Quién lo hubiera pensado, la niña Wilde, yéndose al palacio!" y "Pues, seguro le enseñan buenos modales allá". Pero los comentarios apenas registraban en su mente. Estaba ocupada mirando cómo su madre, Miranda, se despedía con elegancia de las vecinas, que le ofrecían reverencias y muestras de respeto. Una escena completamente surrealista.
Dentro de la casa, sus amigos se reunían en una especie de círculo improvisado alrededor de la sala vacía, intercambiando miradas de desconcierto y tristeza. Arianne, con su estilo punk y su actitud desafiante, cruzó los brazos y se dejó caer en un viejo sillón que milagrosamente aún quedaba.
—Así que... te conviertes en princesa. Justo cuando empezábamos a acostumbrarnos a tu sarcasmo y tus escapadas —dijo Arianne, soltando una sonrisa burlona, aunque sus ojos delataban cierta tristeza.
—Oh, por favor —respondió Bethany, rodando los ojos—. Es solo una mudanza forzada al palacio con un par de vestidos incómodos y algunos cortes de cabeza, nada de qué preocuparse.
William, siempre el más entusiasta y optimista del grupo, trató de suavizar la tensión con una sonrisa nerviosa. —¿Y qué tal si... les pedimos que nos manden invitaciones para algún evento? Digo, Beth, seguro puedes hacer que sea menos aburrido, ¿no?
Patrick y Mercedes, ambos miembros de la banda, intercambiaron una mirada y soltaron risitas, mientras Bethany suspiraba. —Sí, claro, yo les mando invitaciones... para el día en que decidan coronarme "Princesa del Sarcasmo". Seguro será la ceremonia más esperada del año.
Maggy, quien se había mantenido en silencio hasta entonces, se acercó con cautela, sus grandes ojos marrones llenos de una tristeza que no podía esconder.
—¿Y... nos vas a extrañar? —preguntó, su voz suave, como si temiera romper el momento con sus palabras.
Bethany se quedó callada un momento, sintiendo una mezcla de emociones que apenas podía nombrar. Intentó forzar una sonrisa, pero el peso de la situación la aplastaba.
—Maggy, no voy a poder deshacerme de ustedes tan fácilmente —respondió finalmente, intentando hacer que sonara despreocupado, aunque sus palabras tenían un tinte de nostalgia—. Es más probable que ustedes me visiten para sacarme de algún baile aburrido o, quién sabe, para rescatarme cuando inevitablemente haga enojar a algún noble.
Arianne se rió, inclinándose hacia ella con una expresión cómplice. —¿Qué tal si planeamos un rescate con un asalto punk? Entramos al palacio a medianoche y te sacamos envuelta en una cortina. Sería épico.
—Me apunto —dijo Mercedes, levantando la mano mientras reía—. ¡Así convertimos todo el palacio en un festival de rock clandestino!
Las risas llenaron el espacio vacío, y Bethany sintió una punzada de gratitud. Sabía que iban a extrañarse, pero por el momento, solo deseaba que esta despedida fuera menos solemne y más como las aventuras que compartieron.
Finalmente, Miranda apareció en la entrada, su postura erguida y elegante mientras lanzaba una última sonrisa amable a las vecinas. Miró a su hija y a sus amigos, su expresión pasando de serena a algo más cálida.
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Intento de Princesa
Fantasy¿Qué pasaría si mezclamos la Princesita Sofía con los Siete Pecados Capitales y un toque de aventura? Bethany Wilde, recién cumplidos quince años, vive una doble vida en el tranquilo reino de Polaris. En apariencia, es una chica sencilla y alegre, g...