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Bethany se quedó observando el collar entre sus dedos, con una mezcla de curiosidad y expectativa en sus ojos. Había pasado horas investigando en la biblioteca, sumergida en los libros de historia y mitología de Polaris, hasta que finalmente dio con una referencia al collar. Todo apuntaba a que no era cualquier amuleto; se decía que era una joya legendaria, capaz de otorgar cualquier poder que uno deseara, sin límites. Casi podía sentir el cosquilleo de la emoción al pensar en las posibilidades.

Aprovechando un momento de soledad en el patio, se apoyó en el respaldo de un banco y cerró los ojos, sosteniendo el amuleto con ambas manos. Vamos, collar mágico, haz lo tuyo, pensó con una sonrisa confiada. En su mente, empezó a visualizar látigos de energía saliendo de sus manos, como había visto en un libro de leyendas. Se imaginaba lanzando esos látigos, haciéndolos chocar contra los árboles del patio con un estruendo digno de una guerrera.

Pero, para su decepción, no ocurrió nada.

Bethany frunció el ceño y miró el collar, dándole una pequeña sacudida, como si estuviera atascado. ¿En serio? ¿Esto es todo? Volvió a intentarlo, esta vez concentrándose en crear llamas en sus manos, algo que había visto a algunos hechiceros hacer en la academia. Estiró los dedos, imaginando las llamas danzando sobre sus palmas... y nada. Ni una chispa. Todo estaba exactamente igual.

—¡Vamos, tú puedes hacerlo! ¡Látigos de energía! ¡Ráfagas de viento! —murmuraba para sí misma, gesticulando en el aire, como si estuviera dirigiendo una orquesta de magia invisible. Pero el collar seguía tan inerte como antes.

Después de varios intentos fallidos, dejó escapar un suspiro de frustración. Seguro que me equivoqué de amuleto, pensó, mirando la gema con cierta decepción. Quizás ese brillo que había visto el otro día solo había sido una casualidad y no un indicio de poderes ocultos. Soltó el collar y apoyó la espalda contra el árbol más cercano, suspirando resignada.

En ese momento, el sonido de su teléfono mágico rompió el silencio. Miró la pantalla y vio el nombre de Maggy parpadeando. Con un suspiro, deslizó el dedo para contestar, llevándose el aparato al oído.

—¡Beth! —La voz de Maggy era como una ráfaga de energía en su oído—. ¡Te has olvidado de tus amigos o qué? ¿Desde que eres "princesa" te crees mejor que nosotros?

Bethany puso los ojos en blanco y sonrió. Maggy, siempre tan directa. —Oh, por favor, Maggy, ni que me estuvieran sometiendo a torturas de la realeza. Sigo siendo yo misma. Solo... tengo menos tiempo, eso es todo.

—¡Menos tiempo! —Maggy resopló con incredulidad—. Vamos, Beth, ni siquiera una llamada en una semana. Pensamos que te habían cambiado por una princesa clon o algo.

Bethany se rió, aunque había algo de verdad en las palabras de Maggy que le dejó un sabor amargo. La princesa clon, esa soy yo ahora, pensó. Pero, como siempre, tenía su mejor mentira lista para mantener la fachada.

—No, nada de eso, Maggy. Todo está bien, de verdad. Solo que aquí las cosas son... bueno, complicadas. A veces siento que estoy en una obra de teatro que no entiendo, pero créeme, sigo siendo yo. —Su tono era ligero, despreocupado, el tipo de tono que siempre usaba cuando no quería que los demás se preocuparan.

Del otro lado de la línea, Maggy pareció comprar su respuesta. —Bueno, vale. Solo no te olvides de nosotros cuando estés en tu trono real o lo que sea, ¿de acuerdo?

—Prometido —respondió Bethany con una sonrisa—. Aun así, suerte con los ensayos de la banda. ¡Tienen que rockear en mi nombre también!

Maggy rió, y después de desearle suerte con un tono de broma exagerada, colgó la llamada. Bethany dejó caer el teléfono en su regazo y miró hacia el cielo. Era irónico; tenía el título de princesa y estaba rodeada de lujos, pero en esos momentos sentía que nunca había estado más sola.

Intento de PrincesaWhere stories live. Discover now