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El sol estaba alto, proyectando su luz sobre el campo de entrenamiento donde Bethany luchaba por mantenerse en el lomo de Darius, el dragón rojo que parecía decidido a hacer su vida lo más difícil posible. Cada vez que Bethany alcanzaba un ritmo decente, Darius aprovechaba para hacer un giro brusco o lanzarse en picado, obligándola a sujetarse con todas sus fuerzas para no salir despedida.

—¡Darius! ¿Podrías... —gritó, mientras sus dedos se aferraban a las escamas del dragón— podrías cooperar solo un poco? ¡Estamos en el mismo equipo!

Darius lanzó un gruñido que Bethany interpretó como una mezcla de burla y desafío. —Si no puedes manejar mis giros, entonces no tienes nada que hacer en una carrera, princesa.

A pesar de la frustración, Bethany apretó la mandíbula y trató de concentrarse. No iba a dejar que un dragón, por muy testarudo y majestuoso que fuera, le dijera que no era capaz de hacerlo. Sin embargo, después de cada intento de entrenamiento, regresaba con el cuerpo cubierto de moretones y marcas de quemaduras leves, cortesía del calor que Darius generaba en cada impulso. Al pasar los días, su confianza se debilitaba y el agotamiento empezaba a notarse en su postura.

Fue en medio de uno de estos entrenamientos fallidos que Hugo apareció en el campo, observando desde una distancia segura con los brazos cruzados y una sonrisa que no dejaba dudas sobre lo mucho que disfrutaba de la situación.

—Vaya, vaya, princesa. —Su tono estaba lleno de sorna—. Parece que el dragón no está precisamente de acuerdo con tu "equipo". ¿Estás segura de que no quieres dejar esto antes de romperte algo?

Bethany apretó los puños, intentando ignorarlo. Pero Hugo, al notar que no obtenía una respuesta, se acercó un poco más, inclinando la cabeza con una sonrisa maliciosa.

—Es bastante valiente de tu parte, o quizás solo terco, seguir intentándolo cuando está claro que no tienes el talento necesario para esto. La verdad es que no todos están hechos para montar dragones. —Sus ojos azules brillaron con una diversión cruel—. Especialmente no aquellos que llegaron a esta vida por... accidente, digamos.

Bethany sintió cómo se le tensaban los músculos de la espalda, pero se obligó a mantener la calma. No iba a darle la satisfacción de una respuesta. Sin embargo, al notar su silencio, Hugo dejó escapar una risa.

—¿Qué pasa? ¿Ya no tienes nada que decir, princesa? —soltó Hugo, burlón—. Tal vez sea mejor que aprendas a ser una buena espectadora en vez de una mala competidora.

Apretando los labios, Bethany simplemente dirigió una mirada fría hacia Darius, quien observaba la escena con una mezcla de curiosidad y desdén. Incluso el dragón parecía estar esperando una respuesta de ella, aunque no mostró el más mínimo signo de apoyo. Bethany suspiró, derrotada por la frustración y las dudas que empezaban a invadirla. Tal vez Hugo tenía razón... Quizás Darius y ella no hacían una buena dupla.

Para empeorar las cosas, Hugo se alejó tarareando, evidentemente satisfecho consigo mismo. Las palabras de desánimo calaron hondo en Bethany, quien ahora miraba al suelo, tratando de no dejarse vencer. Respiró profundamente y se obligó a recordar por qué había aceptado este reto en primer lugar: demostrar que podía enfrentar cualquier desafío, sin importar lo que pensaran los demás.

El jueves, la paciencia de Bethany estaba llegando a su límite. Cada vez que pasaba por los pasillos de la academia, escuchaba risitas y comentarios apenas disimulados. Los murmullos crecían a su alrededor como una tormenta en pleno desarrollo, y aunque intentaba ignorarlos, no podía evitar sentir cómo la frustración se acumulaba.

Hugo, por supuesto, no desaprovechaba ninguna oportunidad para lanzar alguna burla. Mientras Bethany pasaba, él sonreía de manera arrogante y soltaba comentarios en voz alta, asegurándose de que todos lo escucharan.

Intento de PrincesaWhere stories live. Discover now