Cuando Bethany llegó al castillo, apenas podía mantenerse en pie. Después de un día lleno de giros, caídas, y una prueba de tenacidad sin igual junto a su nuevo dragón Darius, sentía cada músculo de su cuerpo adolorido y una punzada en la cabeza que le recordaba la literalidad de su interpretación sobre "usar la cabeza". James, aún riéndose en silencio por su propio comentario desafortunado, la sostenía con un brazo, intentando mantenerla erguida y aliviando un poco su marcha tambaleante.
La reina Miranda, al ver a su hija en ese estado, exhaló un suspiro profundo, mezclando preocupación y resignación. —Bethany, cariño, ¿qué te has hecho esta vez? —preguntó con un tono suave pero ligeramente exasperado, mientras la examinaba rápidamente de arriba abajo.
Bethany, con una sonrisa de satisfacción y la mirada medio perdida, soltó una carcajada a medio tono. —Bueno, digamos que me gané un dragón de verdad. Nada mal, ¿no?
James, tratando de ocultar su culpa y sin éxito alguno, se rió nerviosamente. —Madre, no es tan grave. Además, en parte es mi culpa... le dije que usara la cabeza... aunque no en ese sentido.
Miranda parpadeó sorprendida y luego lanzó una pequeña risa. —Bueno, parece que ambos han aprendido una valiosa lección. —Aunque su tono era ligeramente irónico, su sonrisa afectuosa mostraba su preocupación disfrazada de humor.
Amber, que observaba la escena desde un rincón, no tardó en hacer su opinión conocida, con su tono altivo habitual. —Ya lo he dicho antes, pero alguien tiene que recordarlo: las princesas no deberían ser corredoras de dragones. Es simplemente inapropiado.
Bethany giró los ojos, claramente irritada, y justo cuando iba a responder, el rey Roland apareció al final del pasillo, cruzando los brazos mientras los observaba a todos. Su expresión era una mezcla de incredulidad y preocupación. —¿Qué ha pasado aquí? —preguntó en un tono firme, aunque su mirada se posó con especial intensidad sobre Bethany, quien intentaba ponerse en pie sin tambalearse.
Miranda intercambió una mirada con él, entre divertida y preocupada. —Roland, parece que Bethany tuvo un día... movido.
—Ah, ¿es eso? —Roland miró a Bethany con una ceja levantada. Al entender el contexto, su expresión se endureció un poco—. Bethany, pensé que habíamos hablado de no participar en estas carreras de dragones. Es un deporte peligroso.
Bethany, con una chispa desafiante en los ojos, lo miró de vuelta. —Tú hablaste, pero yo nunca dije que iba a obedecer. Creo que se nos cruzaron los cables ahí, Roland.
El rey soltó un suspiro, y su rostro reflejaba una mezcla de frustración y resignación. —Bethany, es cuestión de seguridad. Además, como princesa...
—Oh, claro, porque el título de "princesa" es lo único que importa aquí —respondió Bethany con sarcasmo, cruzando los brazos aunque su equilibrio tambaleaba un poco—. Mira, Roland, tú puedes decir lo que quieras, pero yo no voy a renunciar a lo que quiero hacer solo porque alguien diga que no es apropiado.
Roland se inclinó un poco hacia ella, tratando de mantener la calma. —Esto no se trata solo de ti, Bethany. Como miembro de la realeza, hay reglas que seguir. Y mientras estés bajo mi techo...
—Espera, espera, ¿bajo tu techo? —Bethany soltó una risa sarcástica, girando los ojos—. Genial, entonces también me vas a decir qué hacer en mi tiempo libre y cómo debo respirar, ¿no?
La acalorada discusión entre ambos hizo que Miranda diera un paso al frente, colocando una mano en el hombro de Roland para calmarlo. James, por su parte, intentaba reprimir la risa ante lo absurdo de la situación; era evidente que Bethany no iba a ceder fácilmente.
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Intento de Princesa
Fantasy¿Qué pasaría si mezclamos la Princesita Sofía con los Siete Pecados Capitales y un toque de aventura? Bethany Wilde, recién cumplidos quince años, vive una doble vida en el tranquilo reino de Polaris. En apariencia, es una chica sencilla y alegre, g...