Capítulo XVIII: Costumbre

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Cuando tuvo que afrontar la triste y amarga realidad llamada “volver al trabajo”, Willow se levantó y regresó, a regañadientes. Solo quería quedarse acostada al lado de la laguna para siempre o algo así.

     Todavía tenía la cara roja, y esto no pasó desapercibido para Ángelo.

     —Caray, ¿qué pasó? Tienes la cara roja roja, como nariz de payaso.

     —No quiero hablar de eso —se limitó a responderle sin voltearlo a ver.

     El mosquito sonrió y alzó una ceja.

     “Charlotte, ¿pero qué le hiciste a la pobre?” pensó con diversión.

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     Había estado ensoñada durante varios días. ¿Cómo no estarlo? ¡Casi compartía un beso con Willow! Estuvieron tan cerca... Y si bien no llegaron a nada, eso no desanimaba a Charlie. Estaba segura de que, la próxima vez, lo lograría.

     Seguía compartiendo algunos de sus descansos con ella y Ángelo, aunque la tensión entre ambas era palpable y tan densa que el pobre cupido no soportaba y mejor las dejaba solas.

     Willow buscaba una excusa para que no la dejara sola con ella, pero Ángelo le decía con la mirada: “¡Tú puedes, leona!”.

     Cuando se quedaban solas, Charlie trataba de sacarle plática, hablándole del circo o de cualquier otra cosa. Después de lo del casi beso, había una... Tensión extraña entre ambas, tanto romántica como física.

     La gondolera no tenía ni idea de cómo dar el primer paso, simplemente estaba hecha un caos. Charlie definitivamente quería darlo y estaba lista pero, notando que Willow parecía ansiosa, prefería darle un poco de espacio. Todavía no parecía estar lista y Charlotte prefería no abrumarla.

     Aunque, en el fondo, la azabache extrañaba sus acercamientos, pero no se lo diría. Se limitaba a mirar su mano sobre la mesa, en el fondo anhelando en secreto un poco de ese toque mágico...

     “Solo es por la costumbre, creo” pensaba, sintiéndose avergonzada de sus propios pensamientos.

     Charlie notaba que estaba rara, pero lo atribuía a los nervios. La rubia pensó que, quizás, para avanzar, lo primero sería invitarla a salir con ella. Probablemente estando en un ambiente menos tenso como lo era estar totalmente solas en la cabaña se sintiera más relajada.

     —Ma chérie —la llamó suavemente—, ¿te gustaría ir a dar una vuelta o ir a comer algo? No creo que a Ángelo le moleste si nos desaparecemos un rato —sugirió, guiñándole el ojo con una sonrisa.

     Willow, que estaba ensimismada, se sorprendió un poco, pero fue capaz de responderle.

     —Uh... Está bien, supongo —contestó con aparente desinterés, aunque el rubor de sus mejillas la delataba: estaba hecha una bola de nervios por dentro.

     La acróbata entonces la tomó gentilmente de la mano y la atrajo consigo, llevándola. La azabache no se quejaba (no podía). Charlie ya había notado que se resistía menos al contacto físico ligero, y no podía estar más contenta por ello. Le resultaba adorable ver cómo la chica desviaba la mirada y hacía como si no se estuvieran agarrando de la mano.

     Charlie la terminó guiando de nuevo al restaurante de sushi. Al estar afuera, la azabache se detuvo en seco.

     —¿Sucede algo, Willow? —preguntó la rubia, notando que ahora estaba rígida.

     —¿No podemos ir a otro lugar? —preguntó con una expresión de desagrado. No podía disimular la aversión que sentía.

     Charlotte sonrió ligeramente. Se esperaba una reacción así. No es que quisiera disgustarla, en realidad, la había llevado ahí para demostrarle que no tenía que preocuparse por Kenji. Quería hacerla sentir segura.

Bad Romance (Charlie×Willow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora