Capítulo XXI: Fiesta en casa de Ángelo

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La azabache, aunque seguía intranquila, estaba llevando de mejor forma sus sentimientos. La presencia de Charlotte en ocasiones la abrumada de una forma en que sentía que era demasiado para su corazón, pero intentaba actuar normal.

     Por su parte, la rubia también mostraba cierto comportamiento inquieto. No podía dejar de pensar en ese ramo de rosas... Y en si era acaso real el que Willow hubiera sido quien se las hubiera enviado.

     Charlie seguía frecuentándolos. Todo lo que le había pasado en los últimos días todavía le resultaba increíble y necesitaba despejarse un poco. Hablar con Ángelo le producía calma y estar cerca de su querida Willow una inefable alegría.

     Mientras que Willow aceptaba más la idea de gustar de Charlotte. Al principio le resultaba tan extraño, y ahora era tan... Curioso. Definitivamente no era ni de cerca a como se había sentido con Mortis. Esto se sentía más genuino, más intenso. Era un sentimiento del que ahora era más cuidadosa.

     La tensión romántica entre ambas estaba a flor de piel más intensamente que nunca. Cuando se miraban, sentían esa conexión especial, y las ganas de acercarse y besar a la otra de una vez, pero eran contenidas... Jamás era el momento adecuado.

     No se imaginaban para ese punto lo mucho que la otra la quería, y sus interacciones eran las usuales, solo que más tensas, y Ángelo se sofocaba y a veces las dejaba sola para ir a tomar aire (quién aguantaría ver dos tórtolas haciéndose miraditas).

     No había pasado más de una semana luego de que Charlotte hubiera recibido las rosas. En una ocasión que la rubia tenía el placer de visitar a su linda gondolera y al buen Ángelo, este las dejó solas unos momentos en lo que atendía una llamada.

     Charlie empezó a tener un pensamiento tras otro, sobre todo con el tema de las rosas. Ahora que recordaba... Willow le había regalado flores a Mortis antes. Eso aumentaba la posibilidad de que ella haya sido...

     —Ma petite... —la llamó dulcemente mientras se acercaba un poco.

     —¿Sí? —respondió sin mirarla. En realidad, ella sabía perfectamente que Charlie la estaba llamando “mi pequeña”, pero se había acostumbrado a que la llamara de esas formas. (En el fondo le gustaba que la llamara así y no solo por su nombre).

     —¿Qué color de flores me regalarías?

     La pregunta la descolocó bastante. Se giró para mirarla un poco, y en tono bajo interrogó:

     —¿Qué clase de pregunta es esa?

     —Oh vamos, solo responde... —pidió la rubia en un tono casi suplicante mientras se inclinable hacia ella. Willow sencillamente no se podía resistir. Pero... Le daba pena responder a esa pregunta.

     —¿De verdad tengo que responder? —pronunció mirándola de reojo, notando su cercanía. “¿En qué momento se acercó tanto?” pensó con nervios. Charlie se acercó a ella incluso más, en el nivel de cercanía en el que ya podía oler y embriagarse con su aroma.

     —Me gustaría que lo hicieras —respondió la francesa cerca de su oído. Willow sintió un escalofrío, maldiciéndose por dentro. Cuando sentía que iba adecuando su mentalidad a sus emociones, Charlotte venía y le provocaba una sensación más intensa que la anterior.

     Era como si no tuviera escapatoria y tuviera que ser por siempre esclava de esas sensaciones.

     Luego de un silencio que a Charlie le pareció eterno, finalmente escuchó la voz de la gondolera irrumpir en el aire:

     —Azules... —replicó mientras, sin nada que perder, volteaba su mirada. Sus ojos se encontraron y, de nuevo, sintieron una corriente eléctrica recorrerlas a ambas. Ninguna podía ya apartar la mirada. Como por un hechizo mágico, al sentir sus respiraciones tan cerca, cerraron los ojos y se acercaron, sintiendo sus corazones latir impetuosos por la emoción...

Bad Romance (Charlie×Willow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora