Capítulo XIX: Flores azules

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No sabía si estaba alucinando por estar todavía medio adormilada, pero escuchaba que le tocaban a la puerta. Se sentó y se frotó los ojos, poniendo atención a ver si escuchaba de nuevo o si volvía a acostarse.

    ...

    “Toc-toc”.

     Ah, ahí estaba de nuevo.

     Tendría que levantarse a abrir.

     Perezosamente salió de la cama y se dirigió a la puerta. Era relativamente temprano, las 9:00 p.m. apenas, pero había estado yendo a acostarse más temprano porque había estado dando los shows matutinos. Todavía había algunas casas rodantes cercanas a la suya que tenían las luces encendidas y el circo, que estaba dando las últimas funciones, todavía seguía iluminado con vibrantes colores rosáceos y amarillos, producto de las luces led y de neón alrededor de la carpa.

     “¿Será Sam, Lola? Qué raro, no suelen venir a estas horas” recordó mientras se dirigía a la puerta. Sin más, la abrió, pero no vio a nadie. Miró a un lado y a otro, verificando que, en efecto, no había nadie ahí.

     “¿Lo imaginé después de todo?” pensó con confusión. Entonces, llegó una leve aireada que hizo silbar algo bajo sus pies, como un susurro de hojas.

     Al mirar hacia abajo, iluminado por las luces de la carpa, había un ramo de rosas azules, que por la iluminación adquirían una mágica tonalidad purpúrea.

     Al recogerlas, Charlie se dio cuenta que en medio de ellas venía una tarjeta. Con la curiosidad ardiendo, cerró la puerta y se dirigió a su escritorio, encendiendo la luz de la lámpara para leer de inmediato la inscripción de la tajeta.

     El mensaje decía, con una preciosa letra cursiva:

“Tus ojos el alma me calidecen
tu voz es la más bella armonía
es tu mirada el esplendor de mi día
y tu olor el de estas rosas es.

Para: Charlotte L”.

     El remitente era anónimo, y no venía con firma alguna.

     —Oh mon Dieu... Qué detalle tan bello... —articuló la destinataria en un suspiro.

     Apreció el ramo, ahora bajo la luz de la luna, que parecía intensificar el color azul de las rosas. Los petalos parecían emitir magníficos fulgores bajo las estrellas y el céfiro nocturno afuera de la ventana.

     Eran las flores más bellas que había visto, y no pudo evitar quedarse apreciándolas por varios minutos. Miró también el cuidado con el que estaba preparado el ramo: desde la preparación del papel en que venían envueltas y pequeños detalles que hacían del ramo algo único y personalizado, como el patrón de telaraña en el lazo azul que envolvía las flores.

     “¿Quién habrá sido..?” se interrogaba con muchísima curiosidad.

     A menudo, Charlotte recibía cartas y pequeños detalles de fans, pero jamás unas flores así de elaboradas.. Quien sea que haya sido el que las enviaba, había sido atento al gusto de la francesa

     “¡Quizás..!” pensó con emoción, y sus mejillas se ruborizaron de inmediato. Pensar en esa posibilidad era lindo y, soñar no costaba nada, ¿verdad?

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Ángelo alzó una ceja, analizando la expresión que tenía su amiga. Estaba... ¿Sonriendo? Ella rara vez sonreía.

     “Se trae algo” pensó el joven para luego acercarse lentamente y sentarse a su lado, viendo su cara más de cerca.

     —¿Por qué tan sonriente y tan callada, nena? —interrogó juguetonamente— ¿Charlie te comió la lengua?

Bad Romance (Charlie×Willow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora