Ecos del futuro.

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Habían pasado dos meses desde aquella noche en la que Ethan y Rebecca compartieron su primer beso. Desde entonces, su relación había tomado un rumbo diferente, uno que ambos sabían que iba más allá de la simple camaradería. Sin decirlo directamente, había quedado claro que algo especial estaba creciendo entre ellos, aunque el ambiente de constante peligro y la misión contra Umbrella mantenían sus momentos juntos en una tensión entre la cercanía y la distancia.

Rebecca, de naturaleza analítica, no había dejado de preguntarse cómo había llegado a sentir tanto por Ethan en tan poco tiempo. Al principio, se había dicho a sí misma que todo era parte de la misión, que él solo era un aliado importante en su lucha contra una amenaza invisible y aterradora. Pero la realidad era más complicada. Ethan le había mostrado, a través de gestos sutiles y momentos compartidos, que realmente se preocupaba por ella. Aunque a veces le parecía casi imposible, le gustaba cómo él lograba hacerla reír en medio del caos y cómo parecía captar cuando ella estaba estresada, animándola sin decir palabra.

A solas, Rebecca reflexionaba sobre esos sentimientos que eran nuevos para ella. En Ethan encontraba una seguridad y una calidez que la hacían sentir protegida, pero sin hacerla sentir débil. Esa conexión le resultaba extraña, aunque le gustaba; era como si, a su lado, pudiera ser ella misma y dejar que alguien más compartiera con ella las cargas y miedos que llevaba tan profundamente dentro.

Ethan, por otro lado, no estaba acostumbrado a abrirse emocionalmente, y eso le daba a esta relación un toque inesperado, incluso desafiante. Desde que había conocido a Rebecca, siempre la había respetado por su inteligencia y determinación, pero verla madurar en estos últimos meses le había permitido verla de una manera completamente nueva. Rebecca era joven, sí, pero su valentía y compasión lo inspiraban. No había nada superficial en su carácter, y con cada día que pasaba, Ethan se daba cuenta de que ella era mucho más fuerte de lo que aparentaba. Aunque tenía claro que no podía dejar que sus emociones interfirieran en su misión, no podía negar el deseo de estar más cerca de ella, de brindarle una especie de refugio en medio del caos.

Durante los entrenamientos, el equipo no podía evitar notar la química entre ambos. Los miraban con una mezcla de complicidad y respeto, sabiendo que, en su situación, cualquier tipo de conexión era algo raro y valioso. Y aunque Ethan y Rebecca mantenían la profesionalidad, en sus interacciones cotidianas había pequeños gestos que revelaban lo que sentían. Un toque en el hombro más largo de lo necesario, una mirada de ánimo cuando uno de los dos dudaba, o una sonrisa que parecía decir más que mil palabras.

A veces, cuando el equipo terminaba el entrenamiento y regresaban al refugio, Ethan y Rebecca se quedaban un poco más, practicando juntos o simplemente compartiendo un rato en silencio. En una de esas noches, cuando ambos descansaban después de un largo día, Rebecca, animada por la tranquilidad del momento, se atrevió a hablar de lo que sentía.

“Ethan… ¿te das cuenta de lo extraña que es esta situación?” preguntó, con una sonrisa en los labios mientras lo miraba. "Digo, estamos peleando contra algo tan grande… y, al mismo tiempo, aquí estamos, tomando un momento para nosotros."

Ethan la miró, captando la vulnerabilidad en sus palabras, pero también la ternura que había detrás. "Lo sé, Rebe. A veces me parece surrealista. No imaginé que, en medio de todo esto, encontraría… algo así. Pero no lo cambiaría. Por alguna razón, tenerte aquí me hace sentir que realmente puedo lograr esto, que no estoy solo."

Rebecca bajó la mirada, pero sus ojos reflejaban una mezcla de gratitud y cariño que no pasó desapercibida para Ethan. Sabía que ninguno de los dos se había atrevido a decir en voz alta lo que estaba pasando entre ellos, pero en ese momento, las palabras parecían innecesarias.

Viaje Multiversal Apocaliptico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora