IMPOSTOR II TRADUCCION

Capitulo 21

Al final, Harry llegó a Grimmauld Place sano y salvo media hora más tarde de lo previsto. Le había llevado mucho tiempo librarse de las persuasivas garras del señor oscuro, pero finalmente había conseguido cansarlo lo suficiente como para escapar mientras su ahora novio dormía.

Tan pronto como llegó a sus habitaciones, Harry entró en su baño personal y se apresuró a darse una ducha. En unos momentos tendría que salir y enfrentarse a todo el orden en la habitual fiesta navideña, mientras fingía estar feliz y repartía sus numerosos regalos, que a estas alturas tendría que recuperar ya que los había olvidado.

Por supuesto, nada más salir de la ducha, los primeros regalos que creó fueron los de Sirius y Remus, seguidos nada menos que por Snape. Harry no tenía mucha imaginación en estos casos, así que simplemente eligió un par de novelas que probablemente gustarían mucho a su padrino y a su antiguo profesor, respectivamente.

En cambio, a Snape decidió regalarle un par de plumas de fénix, un ingrediente extremadamente raro y caro que normalmente se usa para hacer pociones avanzadas. Esto no se debió a que sintiera un apego particular hacia el hombre, sino porque le estuvo agradecido brevemente, dado el intento actual del hombre de salvar la vida de Harry.

Una vez que estos regalos estuvieron preparados y envueltos, se dedicó a crear mágicamente regalos para el resto de la orden, que iban desde artículos medianamente útiles para miembros como Tonks o Kingsley, que no tenían ninguna conexión con Harry, hasta artículos completamente ridículos que seguramente serían descartados tan pronto como sus destinatarios los recibieran, como una caja de frijoles de todos los sabores con solo los malos sabores, destinada a Ron.

Una vez que Harry tuvo todo listo, se levantó del suelo donde había estado conjurando los dones y se estiró, notando un ligero pinchazo en la parte baja de la espalda, cortesía de sus actividades de la noche anterior. Harry podía curar muy bien este ligero dolor, pero decidió no hacerlo, encontrando una ligera satisfacción en ello.

Harry conjuró un tempus y vio que era la una de la tarde, media hora antes de lo acordado para la entrega de regalos, así que se puso ropa más acorde con su papel de niño ligeramente maltratado: unos pantalones anchos y una camiseta raída, cortesía de los Dursley. Por supuesto, se aseguró de quitarse el anillo y colgarlo de una cadena alrededor de su cuello, por si acaso.

Una vez listo, metió todos los regalos en una bolsa y salió de su habitación, dirigiéndose a la cocina, donde seguramente estarían reunidos todos los miembros y la orden. Efectivamente, no se equivocaba. Los Weasley y Granger ya estaban en la mesa, hablando tensamente con otros miembros de la orden como Mundungus o Kingsley. Snape estaba de pie en la esquina de la cocina observando la conversación.

Parecía que Remus y Sirius aún no habían llegado, y otros miembros de la Orden, como Tonks, ni siquiera podrían asistir hoy debido a sus trabajos. Dumbledore era una de las pocas personas que faltaban, pero dada la tendencia del hombre a llegar en el último minuto para aumentar su importancia, Harry no lo esperaba hasta dentro de unos minutos.

Harry había preparado un regalo especial para el hombre, ya que había recordado la pequeña conversación que había tenido con el director frente al espejo de Oesed cuando estaba en su primer año. En ese momento, el director había mencionado que esperaba recibir algunos calcetines para Navidad, por lo que Harry se había asegurado de crear los calcetines más suaves y a la vez más provocadores de picazón que pudiera imaginar.

Faltando unos minutos para la entrega de regalos, Sirius y Remus llegaron a la sala de estar. Ambos tenían el cabello un poco despeinado, como si acabaran de levantarse de la cama, y ​​estaban ligeramente sonrojados. Fue entonces cuando Harry recordó la última conversación que tuvo con Remus, en la que el hombre prometió hablar con Sirius.