*.'ᴇʟ🌿ᴜʟᴛɪᴍᴏ: ᴠɪᴇɴᴛᴏ🍃

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Desde que tengo memoria, mis días han transcurrido bajo el manto blanco y el crucifijo de madera colgado en mi pecho, una cruz que, aunque ligera, a veces me pesa como un ancla

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Desde que tengo memoria, mis días han transcurrido bajo el manto blanco y el crucifijo de madera colgado en mi pecho, una cruz que, aunque ligera, a veces me pesa como un ancla. Aquí, entre los muros altos y encalados de la iglesia, soy conocido como la hermana Luffy. La gente me mira con ojos llenos de esperanza y reverencia, como si yo fuera más que solo una persona; para ellos, soy una presencia sagrada, una figura de pureza que se ha entregado a una vida que en realidad no escogí, pero que acepté como una especie de deber impuesto.

La isla donde crecí y me criaron es pequeña, apenas un punto en el océano donde el viento trae siempre el murmullo del mar. Es un lugar de paz, o al menos de la paz que uno se permite entre los temores de los ataques piratas y las tempestades repentinas. Los isleños no han tenido una vida fácil, y quizá por eso buscan algo en lo que puedan encontrar refugio. Y aquí estoy yo, el símbolo de ese refugio.

Ace, mi hermano mayor y el sacerdote de esta iglesia, fue quien me enseñó todo. Me mostró cómo caminar con calma, con las manos juntas al frente y la mirada baja, cómo usar mi voz para traer consuelo en las plegarias, y cómo mantener ese aire de serenidad que parece llenar de alivio a quienes se acercan a mí. Ace siempre tiene esa sonrisa pacífica, esa calma natural que tanto admiran los habitantes de la isla. Sin embargo, conmigo no siempre es así. Cuando estamos solos, se le escapa una risa contenida que me hace sentir el rubor en las mejillas, especialmente cuando me habla de los pretendientes que, como él dice, me miran con "ojos de devoción" y tal vez algo más.

Hoy es uno de esos días de oración en la iglesia, donde la gente viene a ofrecer sus plegarias y a escuchar palabras de esperanza. La nave central está llena de personas de todas las edades; algunas mujeres mayores, niños con los ojos grandes y curiosos, y hombres que guardan silencio mientras se arrodillan en los bancos de madera. Y allí, al frente, estoy yo, de pie, con las manos entrelazadas, ofreciendo una sonrisa tranquila y una oración.

—Danos fuerza para enfrentar las mareas de la vida, para no temerle a la oscuridad de la noche y para encontrar paz incluso en la tempestad.

Mi voz resuena en la bóveda alta de la iglesia, y veo cómo algunos rostros se relajan, casi como si esa oración les limpiara las penas, aunque solo sea por un momento. Para muchos de ellos, soy un símbolo de paz en medio de un mundo lleno de amenazas. Aunque he sido instruido en el papel de una monja, siento que esto es más que un simple acto; es como si, por un breve instante, mis palabras realmente pudieran hacer una diferencia.

No obstante, no siempre puedo ignorar la ironía de mi situación. Por dentro, soy solo Luffy, un joven que a veces sueña con aventuras en alta mar, con el viento en la cara y la libertad de decidir mi propio destino. Pero aquí, en esta iglesia, rodeado de gente que me mira con veneración, debo mantener ese aire de calma y serenidad. Ace dice que, con mi apariencia, era casi inevitable que me asignaran este papel. Mi rostro suave y mis facciones delicadas hacen que la gente me vea como algo angelical, casi inalcanzable. Pero la realidad es que a veces siento que estoy atrapado, viviendo una vida que alguien más escribió para mí.

˚˖𓍢ִ໋🌷͙֒ꜰᴜᴛᴀᴛꜱᴜ ✧🩷 ɴᴏ ˚.ᴛᴀᴍᴀꜱʜĪ 🎀༘⋆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora