El tráfico le había hecho demorarse más de la cuenta pero por fin estaba en el departamento de Alondra. Se acomodó el vestido negro sin hombros, su única razón era sorprenderla.
Quería lucir bien para ella, desde estos últimos días había sido así.
Se peinó el cabello con las manos y respiró hondo, su mano se hizo puño y se movió sobre la puerta. Tocó un par de veces, y una más. Miró a su alrededor esperando pacientemente a que alguien abriera.
Nadie lo hizo.
Tocó una última vez aumentado la fuerza y logrando así darse cuenta que la puerta medio abierta.
Sintió que algo no andaba para nada bien.
—¿Michelle? —preguntó, pero nadie respondía. Ahora ella misma fue quién abrió un poco más la puerta y se asomó.— ¿Estás aquí? —su mirada se perdió entre tantas fotografías colgadas en la pared, habían demasiadas personas y varias direcciones que adornaban aquellas fotos.
Se acercó a pasos lentos y logró tropezar con un arma que yacía en el suelo y varios cigarrillos consumidos.
Levantó la mirada y observo el inmenso mapa que estaba frente de ella.
No quiso acercarse más.
Todo eso le era una pesadilla, no creía creer nada de lo que estaba viendo, una vez más intentó llamarla y no contestaba.
Estaba empezando a sudar frío, varios momentos se le vinieron a la cabeza.
El que Alondra no quería que ella fuera a su casa sin avisarle, la manera en la que habían discutido por ello.
Que le había preguntado muchas veces quién era ella y nunca le había dado una respuesta exacta.
Sus impulsos, la manera en la que podía ser violenta pero con ella siempre era diferente.
Dejó caer su telefóno y sus ojos se había llenado de lágrimas. Se acercó de nuevo a aquel escritorio, esta vez sin miedo y con ganas de saber la verdad. Leyó lo que este decía y cerró los ojos con fuerza. Un sollozo se escuchó en todo el departamento.
Se cabeza dibujaba varios recuerdos de ambas, leyó más, miró una lista de bancos robados. Uno de ellos, donde ella trabajaba. Su corazón se estrujó y tuvo miedo de seguir leyendo, se había quedado sin aliento por varios segundos. Su respiración empezaba a hacerse entrecortada, su maquillaje se había corrido y ella no podía detenerse, siguió leyendo.
La maldita letra de Alondra había diseñado todo eso.
—Dios mío... —susurró sin fuerzas.
Y se sintió sucia.
Se había burlado de ella, la imaginó burlándose de su confianza. Sentía asco de sí misma, asco de Alondra.
De pronto las voces de varios hombres y una mujer se escucharon en el pasillo del edificio. Se escuchó como pararon en seco y como uno de ellos empujó la puerta de Alondra para abrirla un poco más.
Rai se dió la media vuelva al escucharlos, sus ojos chocaron con los de Alondra.
Ella entreabrió los labios, su mundo se había derrumbado, su vida se había venido abajo, no había nada que la sostuviera a la tierra en ese momento.
La mirada de Rai demostraba una cosa, la había perdido.
—Váyanse —soltó, bajó la mirada de ella e intentó no perder el control.
—Yo me voy de aquí...— susurró Rai entre lágrimas, intentó irse pero Alondra le interrumpió el paso hacia la puerta tomándola de la muñeca— ¡Suéltame! —le gritó y soltó su muñeca al sentir el contacto de su piel contra la suya. Nunca volvería a verla con los mismos ojos.
Alondra tragó saliva. El pulso le iba muy rápido, atrás, Kael, Jack y Alex observaban la escena.
Aunque ninguno conocía muy bien la historia de las dos, aquello había hecho que al menos Alex se diera cuenta de cuán importante era Rai para su amiga. Jack los volvió a ver y dió a entender que ellos estaban interrumpiendo, los tres decidieron irse.
Y ella caminó en dirección a Rai, estaba desesperada por explicárselo todo de una vez y que ella pudiera perdonarla. Lo único que deseaba era no perderla.
—Te odio —dijo Rai, Alondra soltó el aire. Aquello le había dolido muchísimo— te odio... —repitió.
—Por favor... —susurró, la quería muchísimo, más de lo que ella misma se había limitado.— No quería ocultarte nada, solo quería —Rai la interrumpió.
—¿¡Qué querías!? —gritó y estalló. No pudo guardar sus lágrimas mucho más tiempo.
Alondra jaló sus brazos hacia su cuerpo y hizo que esta la abrazara a la fuera, el cuerpo de Rai se resistió. Trató de despegarse de ella con todas sus fuerzas golpeando su pecho con sus manos, pero poco a poco se hizo débil, más de lo que ya era y estaba. Alondra besó suavemente su cabeza y sintió como las manos de ella se debilitaran poco a poco haciendo que sus brazos bajaran la resistencia.
—Shhh... —le susurró Alondra, cerró los ojos y la abrazó fuertemente— Perdóname por favor, te lo ruego bonita.
—Suéltame —le rogaba entre sollozos— Te lo pido —Alondra soltó lentamente su cuerpo, había algo en ella que tenía poder sobre ella.
—¿Te hubieras fijado en mí? —le preguntó con la voz en un hilo. Tenía los músculos tensos, dependía de Rai, todo dependía de ella. Esa mujer se había convertido en lo más importante, en su oxígeno— Dime —siguió— ¿Habrías aceptado ser el complemento de alguien como yo?
Rai mordió sus labios y trató de desviar la mirada de sus ojos desesperadamente.
—Te oculte cosas porque sabía perfectamente que si te decía la verdad —hizo una pausa para tragar saliva— Jamás te habrías fijado en mí —confesó.
—Tú no eres ninguna víctima, Michelle —contestó Rai.
—Te quiero gatita...
—Tú no quieres a nadie —tragó saliva, dentro de ella, aquella frase también le había herido— Me das... —la miró a los ojos, Alondra se estaba quedando sin aliento— Me das tanto asco..—finalizó— No puedo —negó lentamente con la cabeza, y sin darse cuenta, se encontraba llorando de nuevo. Su corazón se volvió pequeño, ella se volvió pequeña y débil— No podemos con esto
—Por favor... —insistió Alondra, no podía creerse que estuviera diciendo eso. No podía creerse que estuviera luchando por algo, por alguien, por primera vez— Rai... —le rogó susurrando, estaba perdiendo todo. Ambas sentían que morían por dentro, aquello superaba sus límites— No te vayas —le susurró, deseaba tanto besarla, aunque supiera que estaba mal, deseaba tanto abrazarla.
Una lágrima había empezado a correr por su mejilla, y luego otra la venía acompañando.
Ella no lloraba, Alondra no era ese tipo de persona.
—Se acabó Alondra.
Respiró una vez más e intentó esquivarle para salir de ahí, salió de su departamento sin voltear, aunque por dentro quería quedarse ahí. Salió de ahí completamente decidida y sin dejar rastros.
Mientras que el mundo de Alondra terminaba de hundirse por completo.
—Gatita...—susurró, aunque ella ya no lo escuchará.