Aether:La noche era sofocante, y la tensión en el aire se sentía como una cuerda a punto de romperse. Desde que Anastasia y yo aterrizamos en esta ciudad, cada día había sido una carrera contra el tiempo, una mezcla de estrategias meticulosas y momentos al borde del fracaso. Pero esa noche, algo era distinto. Teníamos una pista sólida, algo que nos acercaba más que nunca a Alfano.
El hotel donde nos hospedábamos estaba en penumbra. Me encontraba sentado frente a mi laptop, revisando la información que habíamos obtenido de la red de contactos. Anastasia estaba al otro lado de la habitación, sus ojos fijos en su teléfono mientras tomaba notas. Esa mujer podía ser un desafío en muchos sentidos, pero había que admitir que era eficiente cuando se trataba de trabajo.
—¿Qué tenemos hasta ahora? —preguntó, sin levantar la vista del dispositivo. Su voz tenía ese tono neutral, casi frío, que había aprendido a reconocer como su versión de "estoy concentrada".
—Lo que obtuvimos anoche es un fragmento de algo más grande —respondí, girando la pantalla de mi laptop hacia ella—. Según esto, Alfano no solo está moviendo dinero. Está dirigiendo una operación que implica el tráfico de información. Este paquete en particular menciona a alguien llamado Enrico.
Finalmente, dejó su teléfono y caminó hacia mí, inclinándose ligeramente para ver los documentos digitalizados. Su cercanía era desconcertante, pero no dejé que se notara.
—¿Qué tipo de información? —preguntó, arqueando una ceja mientras leía rápidamente los archivos.
—No lo sé con exactitud —admití—. Pero hay referencias a una operación encubierta en la que este Enrico fue usado como chivo expiatorio. Alfano lo habría traicionado para cubrirse las espaldas.
Anastasia se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Algo en su expresión cambió, como si una pieza importante del rompecabezas acabara de encajar.
—¿Tienes la ubicación del paquete físico? —preguntó al cabo de unos segundos.
Asentí.
—Sí. Está en un depósito a las afueras de la ciudad. Según mi fuente, Alfano usa ese lugar para almacenar documentos que no quiere digitalizar por seguridad.
—Perfecto. Entonces no perdamos más tiempo. —Su tono era firme, decidido.
Una hora más tarde, estábamos en el coche camino al depósito. La ciudad se extendía ante nosotros como un laberinto interminable de luces y sombras. Anastasia conducía, y yo revisaba por última vez los detalles del plan.
—¿Tienes claro lo que harás? —pregunté, rompiendo el silencio.
—Sí, claro que sí —respondió, sin apartar la vista de la carretera—. Entraré, buscaré el archivo que mencionaste y saldré antes de que nadie se dé cuenta.
—No es tan sencillo, Anastasia. Ese lugar estará vigilado. No puedes simplemente entrar como si fuera un supermercado.
Ella soltó una risa breve, cargada de sarcasmo.
—Gracias por la aclaración, Aether. No sabía que los depósitos criminales tenían seguridad.
Apreté la mandíbula, tratando de contener mi irritación. Esa era una de las cosas que más me sacaban de quicio de Anastasia: su manera de restarle importancia a todo, como si estuviera jugando un juego que solo ella entendía.
Llegamos al depósito poco después. Era un edificio antiguo, con paredes de ladrillo desgastadas y un perímetro cercado. Desde el exterior parecía abandonado, pero yo sabía que no podíamos confiarnos.
—¿Lista? —le pregunté mientras bajábamos del coche.
—Siempre.
Nos movimos en silencio, utilizando las sombras como cobertura. Había cámaras en las esquinas del edificio, pero Anastasia llevaba un dispositivo que había conseguido desactivar la señal temporalmente. Entramos por una ventana lateral que alguien había dejado mal cerrada, y en cuestión de minutos estábamos dentro.
El lugar era más grande de lo que esperaba, con filas interminables de estanterías llenas de cajas. Cada paso que daba hacía eco en el espacio vacío, y me obligaba a contener la respiración para no alertar a nadie.
—¿Dónde se supone que está? —susurró Anastasia mientras examinaba las etiquetas de las cajas más cercanas.
Saqué un pequeño dispositivo de mi bolsillo, que había sido programado para localizar la señal del paquete específico.
—Por aquí —respondí, señalando una fila al fondo del depósito.
Nos movimos rápidamente, manteniéndonos atentos a cualquier ruido sospechoso. Cuando finalmente llegamos al lugar indicado, vi una caja marcada con el mismo código que aparecía en los documentos digitalizados.
—Aquí está —murmuré, abriendo la tapa con cuidado.
Dentro, había una carpeta gruesa llena de papeles y un pequeño dispositivo USB. Le entregué la carpeta a Anastasia mientras yo conectaba el USB a mi laptop para transferir los archivos.
—Esto es... —comenzó Anastasia, deteniéndose mientras leía uno de los documentos. Su rostro estaba tenso, sus ojos fijos en las palabras como si no pudiera creer lo que veía.
—¿Qué? —pregunté, sintiendo cómo la tensión en el aire aumentaba.
—Este documento... confirma lo que dijiste. Enrico era un agente encubierto que trabajaba para Alfano, pero fue traicionado y entregado a las autoridades rivales como una forma de desviar la atención de su propia operación.
—¿Dice algo más? —insistí, mientras continuaba descargando los archivos del USB.
—Sí. Aquí menciona que Enrico sigue vivo, pero está retenido en una de las propiedades de Alfano.
Mi corazón se detuvo por un segundo. Esto cambiaba todo.
—¿Dónde?
—En un complejo en las afueras de la ciudad. Hay coordenadas en el documento.
Antes de que pudiera responder, escuchamos un ruido en la distancia. Alguien más estaba en el depósito.
—Tenemos que irnos, ahora —dije, cerrando la laptop y guardando todo lo que habíamos encontrado.
Salimos del depósito tan rápido como pudimos, manteniéndonos en las sombras para evitar ser detectados. Una vez que estuvimos de vuelta en el coche, respiré hondo, tratando de calmar la adrenalina que corría por mis venas.
—¿Crees que sea cierto? —pregunté, mirando a Anastasia.
Ella asintió lentamente, con la mirada perdida en el horizonte.
—Si lo es, esto nos da una ventaja. Si Enrico está vivo, podemos usarlo para debilitar a Alfano desde dentro.
—Pero primero tenemos que encontrarlo.
Ella giró hacia mí, con una expresión decidida.
—Y lo haremos.
En ese momento, sentí una extraña mezcla de emociones. Por un lado, estábamos más cerca que nunca de nuestro objetivo. Pero por otro, no podía evitar sentir que las cosas estaban a punto de volverse aún más peligrosas.
Y de alguna manera, eso solo hacía que mi determinación creciera.
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CRIADO PARA LA MAFIA
Roman d'amourAether Konstantinou no es un hombre común. Criado bajo la sombra de uno de los capos más temidos de la mafia griega, su vida ha sido un campo de entrenamiento constante, un curso intensivo en crueldad y poder. En su mundo, la debilidad es sinónimo d...