Pequeño extra 2

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Pequeño extra 2

The little weaknesses of gods

El decorador personal de Poseidón

Las reuniones con las cabezas de las ciudades submarinas solían tomar horas. Era ya un hecho y por ese motivo Poseidón dudó en si llevar a su hijo con él a la reunión. No quería que Eunoia se aburriera, pero el niño parecía demasiado apegado a él ese día así que no había creído que fuera mala idea. El niño era tranquilo también, así que luego de dejarlo en el suelo con el set de pinturas que Hrist le había regalado, dejó que la reunión fluyera.

Nadie dijo nada al respecto. Por supuesto que nadie diría nada, ¿quién tenía las bolas para decirle algo al Dios de Dioses? Nadie era tan valiente. Además, el príncipe Eunoia era un niño de dos años bastante tranquilo. Solamente balbuceaba palabras que nadie escuchaba y no molestaba a nadie. No había motivo alguno para pedirle a Poseidón que dejara a su hijo en otro lado.

Todo iba avanzando acorde a lo que se esperaba. Se plantearon dudas y propuestas, recibiendo soluciones precisas y sensatas. Hubo algunos desacuerdos entre ellos mismos, ninguno con el Dios de Dioses. El único con la valentía suficiente para llevarle la contraria a ese dios, dormía casualmente con él. Y no solo era el único valiente capaz de llevarle la contraria, sino que también era el único capaz de salirse con la suya.

En secreto, Sasaki Kojiro era muy admirado y envidiado por otras divinidades.

De manera gradual, los representantes que estaban ahí reunidos se dieron cuenta de que los balbuceos de Eunoia se habían dejado de escuchar. Uno a uno, curiosos por eso, voltearon hacia donde el niño debía estar que era a un costado de su padre. Uno a uno se sorprendieron al ver al niño, dejando de prestar atención a la reunión para horrorizarse con la escena frente a ellos.

Poseidón, quien tenía los ojos sobre unos papeles, se dio cuenta de que la reunión parecía haberse paralizado. Silencio absoluto en la sala, no solo por parte de los representantes que deberían estar hablando, sino también por parte del niño que había llevado con él. Alzó la mirada, viendo a todos los representantes mirar horrorizados a su hijo. Él se giró también para mirarlo, curioso sobre el por qué todos miraban así a Eunoia.

El niño estaba callado y concentrado en el suelo, jugando con las pinturas que le había llevado para que se entretuviera. No era nada del otro mundo. Solo que lo que hacía que los demás lo miraran así era el hecho de que Eunoia estaba llenando de pintura, brillos, cintas de colores y pegatinas su tridente. Una poderosa arma divina, tan fuerte como para eliminar titanes, era ahora un desastre de pintura de colores pasteles, brillos multicolores, cintas con corazones y flores y pegatinas de animales tiernos. Eunoia iba casi a juego con el tridente, teniendo pegatinas en sus gordas mejillitas de bebé, brillo en las palmas y pintura en los dedos.

—Eunoia—llamó Poseidón.

—¿Shí?—su hijo continuó pegando una larga cinta con soles en un lugar libre que encontró.

—¿Qué estás haciendo?

Desaste—respondió continuando con su arte.

Desastre. Así llamaba Kojiro a cada travesura que cometía su hijo. Travesuras que no eran gran cosa y que no eran demasiadas. Tal vez por eso eran fáciles de recordar.

Poseidón asintió y regresó su atención a la reunión, despertando a los estúpidos que se habían quedado como inútiles mirando a su hijo jugar.

Todo continuó sin problemas y, al terminar, Poseidón tomó el tridente viendo que Eunoia seguía concentrado decorándolo.

Thunder, ocean and teaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora