Capítulo 13

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Capítulo 13

Until I smile at you

Ninguno de los dos prestó atención a la séptima ronda del ragnarok. Habían estado tan ocupados en sus propias cosas que no se molestaron en ver quiénes tenían que luchar en esta ocasión. Realmente no importaba. Tampoco sabían si la séptima ronda ya se estaba llevando a cabo.

Qin Shi Huang estaba apoyado contra su pecho, sentado entre sus piernas mientras le hablaba sobre la forma en que se las arregló para unificar China. Hades lo escuchaba mientras su mano acariciaba distraídamente el brazo del rey de los humanos. Era reconfortante poder hablar con alguien que pudiera entenderlo y, a su vez, sumar cosas nuevas a su vida. Muchas de las técnicas usadas por este humano, Hades jamás las había considerado. Pasaba algo similar cuando le contaba sobre sus maneras de gobernar el Helheim. Qin Shi Huang lo escuchaba atentamente y comentaba de acuerdo o no sobre sus métodos. Algunas veces había criticado su forma de llevar las cosas, pero había comprendido el motivo por el cual Hades solía ser cruel. No juzgaba y, de alguna manera, a Hades le gustaba eso. Hablar con alguien que te juzgaba incluso antes de conocerte, era molesto. Solía hacer tensa o aburrida una conversación. Pero con este humano todo parecía ser sencillo, tan fácil de hablar, de estar a su lado.

Era reconfortante estar en compañía de alguien como él.

—Mm...Hades, si sigues acariciándome así harás que me duerma—dijo Qin Shi Huang girándose hacia él, sus ojos brillaban divertidos.

—¿Qué tiene de malo eso?—preguntó Hades sin detener sus caricias.

—No quiero quedarme dormido, no todavía al menos—el humano detuvo su mano, entrelazándola con la propia—. Mejor así. Ahora, ¿en dónde estaba?

—El acuerdo con el oeste—le recordó Hades.

—Cierto, como decía...

Hades sonrió, con sus manos entrelazadas mientras seguía escuchando a Qin Shi Huang hablar.

***

Hestia caminaba por los pasillos de la arena del Valhalla tras la séptima ronda. En su corazón lamentaba la muerte del humano Simo Häiyä, dedicándole una oración a su desintegrada alma, lo único que podía hacer por ese valiente guerrero que lo había dado todo en batalla. Si no fuera por sus limitaciones humanas, estaba segura de que le hubiera ganado a Anubis. El dios, a pesar de ganar, había quedado malherido y se notaba claramente que no estaba satisfecho con su victoria. Realmente si no fuera por el cuerpo humano de Simo, el ganador hubiera sido este último. Pero había perdido mucha sangre por las heridas de las garras de Anubis que fue inevitable que cayera.

Fue rondando los pasillos que encontró a Sasaki Kojiro hablando animadamente con Anfitrite. Ellos estaban tan metidos en su conversación que no notaron a Hestia a unos metros de ellos. La diosa aprovechó para admirar la belleza sublime de su cuñada, la hermosa diosa Anfitrite.

Sabía que su hermano jamás había sido capaz de mirar a su esposa, por lo que nunca fue capaz de ver la belleza de la misma. Anfitrite era una diosa con un ondulado y largo cabello oscuro, el cual solía decorar con flores y perlas. Su piel era pálida y tersa, sin lunares ni pecas, solo unas marcas en forma de flores de cerezo que se extendían por su brazo derecho y terminaban en su clavícula. Sus ojos eran redondos y grandes, de un cautivador color turquesa. Siempre cálidos y amables, con un toque de tristeza. Hestia sabía que ella estaba atrapada en un matrimonio arreglado por su hermana Hera, quien creía que tanto ella como Poseidón eran almas gemelas y juntos solo se traerían mutuamente dicha y felicidad.

Poco sabía su hermana Hera sobre eso. Poco sabían todos que el alma gemela de Anfitrite era en realidad Hestia.

—Señorita Hestia—dijo Kojiro al verla.

Thunder, ocean and teaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora