La puerta brillaba con una luz cegadora, pero no había vuelta atrás. Lía y Max, aún de la mano, cruzaron el umbral juntos, adentrándose en lo desconocido.
Al principio, todo fue oscuridad. Ningún sonido, ninguna luz. Solo una sensación extraña de peso, como si el aire mismo estuviera denso, lleno de presencias invisibles. Entonces, poco a poco, una tenue luz comenzó a emerger, revelando un paisaje distorsionado, como si estuvieran atrapados dentro de un sueño.
Frente a ellos, una serie de espejos se alzaban, flotando en el aire. Cada uno reflejaba una versión diferente de ellos mismos: un Max de cabello más corto, una Lía con una expresión más severa. Pero, en todos los reflejos, algo era constante: una sensación de pérdida.
—¿Qué es esto? —preguntó Max, su voz rota por la confusión.
—Un laberinto... —dijo Lía, aunque no sabía cómo lo sabía. Cada palabra que pronunciaba parecía venir de algún rincón olvidado de su mente, como si el lugar hubiera comenzado a despertar recuerdos en ella.
Un dron apareció entre ellos, proyectando una nueva imagen: un reloj de arena que lentamente se vaciaba, indicando que el tiempo se agotaba.
—Es un juego de memoria, un juego en el que tendremos que enfrentarnos a nuestras sombras... y a lo que hemos olvidado —explicó el dron, con su tono distante y frío.
Max miró a Lía, sus ojos reflejando la misma preocupación. Aunque sabían que tenían que seguir adelante, no podían evitar preguntarse: ¿qué se les escapaba en esos recuerdos perdidos? ¿Qué había sido borrado?
Las sombras del pasado
Al acercarse a uno de los espejos, la superficie comenzó a vibrar, y una nueva imagen emergió. Era Lía, pero mucho más joven, parada frente a una casa que parecía familiar, aunque no podía recordar por qué.
—Esto... ¿dónde es? —preguntó, mirando a Max con ansiedad.
Pero Max, al igual que ella, no tenía respuestas. Solo miraba, absorto en la imagen.
El reflejo cambió rápidamente, mostrándoles a ambos en una habitación distinta, un hospital. Lía estaba acostada en una cama, con un respirador en la cara. Max estaba allí, con la expresión rota, pero la mirada decidida de quien no va a dejar ir a alguien.
La escena se repitió varias veces, cada una añadiendo un pequeño detalle: una mano entrelazada con la de Lía, un colgante brillante en su cuello, y la promesa de un futuro que nunca llegaron a compartir.
Lía se apartó del espejo, con la mente nublada por la emoción. El lugar parecía estar jugando con sus recuerdos, distorsionando la verdad y haciendo que todo se sintiera aún más confuso.
Y Max... Max estaba demasiado cerca. De repente, la proximidad de su cuerpo, el calor de su mano sobre la suya, la presión de su mirada fija en ella, la hicieron sentir incómoda.
Ella lo miró rápidamente, notando cómo su rostro parecía brillar con algo que ella no podía descifrar. No era solo preocupación lo que había en sus ojos, sino algo más... algo que se sentía demasiado íntimo.
Max, al ver que ella se apartaba, dio un paso hacia ella, y por un momento, la rodeó con una suave sonrisa.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave, casi juguetona.
Lía sintió que un escalofrío recorría su espalda. No era solo la cercanía lo que la inquietaba, sino la forma en que Max estaba actuando últimamente. Había algo en su tono, una ligereza coqueta que antes no estaba allí. Como si intentara, no solo calmarla, sino también... algo más.
Respiró hondo y dio un paso atrás, apartándose ligeramente de él, evitando su mirada.
—Sí... solo... —su voz vaciló por un segundo—, solo necesito espacio, Max.
Max levantó una ceja, un poco sorprendido por la repentina distancia entre ellos, pero se echó atrás, observándola en silencio.
—Claro, claro. Perdón. Solo quiero que estés bien. —Su tono, aunque comprensivo, tenía un toque de algo más, algo que hacía que Lía se sintiera aún más fuera de lugar.
La verdad entre las sombras
Una nueva imagen apareció en el espejo, esta vez mucho más clara: el rostro de Erin, sonriendo mientras abrazaba a ambos. El recuerdo estaba tan vívido que Lía casi podía sentir la calidez de ese abrazo. Pero algo en su mirada le parecía extraño, como si estuviera guardando un secreto.
Lía dio un paso atrás, mientras Max la observaba con atención.
—Erin... —dijo ella, su voz temblorosa.
—¿Qué pasa? —preguntó Max, acercándose a ella.Lía miró el reflejo de Erin una vez más, sintiendo una conexión profunda, pero también una inquietud.
—Creo que... creo que ella también sabía algo. Sabía que algo estaba por pasar, algo que nos cambiaría a todos. Y por eso... nos protegió. Nos ocultó la verdad.
Max frunció el ceño, pensativo.
—¿Qué quieres decir?
Lía, con el corazón acelerado, miró a Max y luego a los reflejos que los rodeaban.
—Creo que Erin fue quien nos separó. Ella... ella sabía que, si seguíamos juntos, ninguno de nosotros estaría preparado para lo que Net Sphere planeaba.
Max, al escuchar sus palabras, comprendió. El peso de la revelación se sintió entre los dos, y una nueva capa de tensión comenzó a formarse entre ellos, más profunda que la de antes.
Un paso hacia el futuro
El laberinto comenzó a desvanecerse, los espejos desapareciendo uno por uno, y el espacio se hizo más claro. Una puerta apareció ante ellos, pero esta vez no brillaba como las anteriores. Era una puerta de madera vieja, marcada por el paso del tiempo.
Lía miró a Max, sus ojos llenos de determinación, pero también de incomodidad.
—Es hora de terminar con esto. Juntos.
Max asintió, sus dedos entrelazándose con los de ella nuevamente. Pero, a pesar de la resolución en su gesto, había una leve tensión en el aire, algo que Lía no podía ignorar. El roce de sus manos, su cercanía... era como si Max estuviera insistiendo en algo que Lía no estaba lista para aceptar.
—Juntos. Siempre.
Ambos caminaron hacia la puerta, pero Lía sabía que las respuestas que buscaban no solo cambiarían sus vidas, sino que también pondrían a prueba los límites de lo que ambos sentían el uno por el otro. Y aunque Lía intentaba alejarse de esos sentimientos, no podía negar que, con cada paso, Max se estaba colando en su mente de una manera que no quería admitir.
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UNFOLLOW ✔ | M. Hernández
Historical FictionEn un mundo donde la conexión lo es todo, NetSphere gobierna cada aspecto de la vida. Tus pensamientos, tus relaciones, incluso tus recuerdos, todo está a un clic de ser compartido... o borrado. Lía siempre ha vivido bajo la sombra del sistema, sin...