Capítulo 22 | Mi destino atado a una Maldita silla, Y su Sonrisa

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Lía no podía dejar de pensar en las palabras de Erin. La imagen de ella, atada a la silla, los ojos llenos de resignación pero también de esperanza, no la dejaba en paz. El sacrificio de Erin había sido claro: ella misma se había borrado del sistema, se había eliminado para darles a ellos una oportunidad de destruir NetSphere y liberar a todos los atrapados en la red. Había sacrificado su propia existencia por la causa. Y eso... eso era algo que Lía no podía simplemente ignorar.

Pero entonces, estaba Max. Max, con sus sonrisas y su cercanía que la confundían, que la distraían cuando lo que más necesitaba era concentración. ¿Cómo había podido, después de todo esto, seguir acercándose a ella?

Lía no podía evitar sentir una mezcla de rabia y frustración. ¿Por qué ahora? Había sido tan fácil concentrarse en la misión al principio, pero ahora, después de todo lo que había descubierto sobre Erin y el sacrificio que había hecho por ellos, todo se sentía más pesado.

Max había jugado un papel crucial en esto, pero también había sido la distracción que le impedía concentrarse. Ella sentía que, de alguna manera, él no comprendía la gravedad de lo que estaba en juego. Era como si estuviera más enfocado en sus propios sentimientos que en la misión. Y eso la estaba matando.

Max... —Lía lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de molestia y tristeza. — ¿Cómo pudiste? Después de todo lo que Erin hizo, ¿cómo sigues aquí, actuando como si nada hubiera cambiado?

Max se detuvo en seco, su rostro suavizándose por un momento. No esperaba esas palabras de Lía, y algo en su mirada mostró que se había dado cuenta de que había cometido un error.

Lía, yo... —intentó decir, pero ella lo interrumpió.

¡No! —Lía levantó la mano, gesticulando con frustración. — Erin se sacrificó por nosotros, Max. Y tú sigues aquí, cerca de mí, sin pensar en lo que estamos haciendo. Me estás distrayendo, me estás sacando de foco. No puedo hacer esto si tú sigues actuando como si estuviéramos en otro lugar. ¡Todo esto es más grande que nosotros!

Max retrocedió un paso, como si las palabras de Lía lo hubieran golpeado en el pecho. Pero no se apartó. En lugar de eso, avanzó hacia ella con un aire de determinación, como si estuviera listo para enfrentarse a todo lo que había estado ocultando.

¿Sabes qué, Lía? —su voz fue baja, casi un susurro, pero con una intensidad que Lía no pudo ignorar. — Estoy aquí porque sé que no puedo hacer esto sin ti. No estoy solo en esto. No quiero hacerlo sin ti. Y sé que no lo entiendes ahora, pero yo... yo no puedo dejar que te hundas en esto sola.

Lía tragó saliva, su estómago revuelto por el dolor de sus propias emociones encontradas. ¿Por qué él tenía que decir esas cosas? ¿Por qué no podía ser solo una misión? ¿Por qué todo tenía que complicarse con sus sentimientos?

Eso no tiene nada que ver con lo que estamos haciendo. —Lía respiró hondo, intentando mantenerse firme, aunque sus manos temblaban ligeramente. — Es una misión, Max. Y lo que estamos haciendo aquí, la verdad... es lo más importante. No puedo permitir que nos desviemos de esto.

Max dio un paso más cerca, esta vez sin dudar. Lía lo miró, el miedo de perder el control de la misión y lo que estaba a punto de hacer se mezclaba con la confusión y la frustración hacia él.

No quiero desviarme. Pero... —Max susurró, acercándose aún más, con un toque casi imperceptible en su brazo. — Lía, ¿por qué estás tan distante? No tienes que hacerlo todo tú sola. Déjame ayudarte. Déjame estar a tu lado.

Lía sintió el peso de su cercanía y, por un momento, su corazón vaciló. ¿Cómo podía resistirse a él? Era todo lo que ella había intentado evitar, pero al mismo tiempo, había algo en su mirada, algo en la forma en que la tocaba con tanta suavidad, que la hacía cuestionar todo lo que pensaba que sabía.

Max... —La voz de Lía tembló. — Tú... tú no entiendes lo que estamos haciendo. Erin murió por esto. Ella... ella sacrificó todo por nosotros. Y tú sigues aquí, como si fuera un juego. ¿Cómo puedo confiar en ti si no entiendes lo que está en juego?

El silencio que siguió fue largo, denso, como si todo en la habitación se hubiera detenido por un segundo. Max la miraba fijamente, su expresión seria, aunque su cuerpo aún estaba cerca del suyo, casi desbordando la tensión en el aire. Finalmente, él habló.

Lo sé. Lo sé, Lía. Pero no puedo hacer nada si tú no me dejas estar cerca. Si me sigues alejando... si sigues odiándome por ser lo que soy... no podremos hacer esto juntos.

Lía cerró los ojos, sintiendo el peso de sus palabras. ¿Qué estaba pasando? No podía ser tan débil, no podía permitir que sus emociones la controlaran de esta manera. Pero el sentimiento de culpa, la tristeza por lo que había pasado con Erin, y el deseo que Max despertaba en ella la hacían perder el control más de lo que quería admitir.

Finalmente, Lía lo miró, sus ojos ardientes de frustración, pero también de algo más.

No me hagas esto, Max. No me hagas poner en duda lo que estamos haciendo. —dijo, con un tono más bajo, más vulnerable.

Max no dijo nada, pero su mirada lo decía todo. Él no se movería. Y Lía, aunque no quería admitirlo, sabía que no podía ignorar lo que sentía.

¿Y si todo esto... todo lo que estaba haciendo, todo lo que estaba sintiendo, no era solo sobre la misión?

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