Capítulo 30 | El regreso

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Lía no podía quitarse la sensación de que algo en el aire había cambiado. Estaba tan cerca de Max, pero lo que sentía no era solo la tensión del reencuentro, sino algo más profundo. Una conexión que se negaba a desaparecer.

A pesar de que se había esforzado por mantener su mente ocupada con el misterio de la red social y los códigos de NetSphere que aún quedaban por descifrar, sus pensamientos siempre volvían a él. A Max. Y su presencia, aún a unos pasos de distancia, parecía dominar todo. Cada palabra, cada movimiento suyo, hacía que sus recuerdos sobre lo que había sucedido entre ellos se intensificaran.

Cuando Max se acercó a la pantalla, su mirada se volvió más intensa. Lía intentaba concentrarse en las pistas que aún quedaban por desentrañar, pero las imágenes de lo que había soñado antes volvían a su mente. En sus pensamientos, Max estaba más cerca, tocándola, susurrándole, besándola. Aquello era tan peligroso, tan inapropiado. Pero sus pensamientos corrían sin control.

—Lía, ¿por qué no respondes? —la voz de Max la sacó de su trance. El tono estaba cargado de algo que ella no podía identificar completamente.

Ella parpadeó varias veces, intentando enfocar sus ojos en el código en la pantalla y no en él. Dios, ¿por qué ahora?

—Estoy... estoy tratando de encontrar lo que falta en el sistema. —Su voz sonaba vacía, como si intentara poner distancia entre lo que sentía y lo que debía hacer.

Max, sin embargo, no cedía. Se acercó aún más, tan cerca que Lía podía sentir el calor de su cuerpo cerca del suyo.

—¿Eso es lo que realmente necesitas, Lía? —su voz era más suave, casi un susurro. El ambiente se volvió denso, como si las paredes mismas estuvieran cerrándose a su alrededor.

Las fantasías volvieron a inundarla. No puedes pensar en eso ahora. Pero sus ojos, sus labios, sus palabras... todo en él le hablaba con una intensidad que no podía ignorar. Max... no puedes hacer esto ahora, por favor.

—Lía... —dijo Max, inclinándose hacia ella, y en ese momento, Lía sintió un calor recorrer su cuerpo. No podía dejar de mirarlo.

Pero entonces, sin poder evitarlo más, lo apartó de un empujón.

—¡No! —gritó, su voz llena de rabia y miedo—. ¡No sigas acercándote!

Max la miró con una mezcla de confusión y frustración. Sin embargo, en su mirada también había algo más, algo que no podía reconocer pero que la hacía sentirse vacía.

—¿Por qué tienes tanto miedo de lo que sientes? —preguntó él, casi gritando, su voz llena de desesperación.

Lía lo miró, tratando de procesar la avalancha de emociones que se habían desatado dentro de ella.

—¡Porque no puedo, Max! —gritó, apenas conteniendo las lágrimas. Los sentimientos que había estado reprimiendo durante tanto tiempo comenzaron a salir a flote.

La frustración, la rabia, la confusión, todo se mezclaba. Y no solo con él, sino con el caos de la misión que aún tenía que terminar. No podía permitirse ser vulnerable. No podía serlo.

Max dio un paso atrás, suspirando con fuerza.

—Lía... no estoy aquí para hacerte daño. —Su voz se suavizó, pero aún mantenía esa carga que la volvía loca. Max parecía estar diciendo algo más con su tono, algo que no podía comprender completamente.

Lía sintió un nudo en el estómago, pero antes de que pudiera decir algo más, Max la miró intensamente, como si estuviera buscando una respuesta que ella aún no le había dado.

Max dio un paso hacia ella, esta vez con una suavidad que contrastaba con la tensión del momento. Lía no retrocedió, su mente se encontraba en un torbellino de pensamientos y emociones. Entonces, algo en su interior se rompió, como si todo el miedo, la frustración y la confusión se desvanecieran de golpe.

Max estaba tan cerca, su respiración entrecortada y sus ojos buscando los suyos, como si ya no quedara espacio para más secretos.

Y sin pensarlo más, Lía lo besó.

Era un beso lleno de desesperación, de todo lo que había guardado durante tanto tiempo, de todo lo que aún sentía y no podía decir. Fue un beso breve, pero lo suficiente para que, en ese instante, las dudas y los miedos se disolvieran por completo.

Cuando se separaron, Lía lo miró, sorprendida por la intensidad del momento. Max sonrió suavemente, y sus ojos brillaron con una mezcla de emoción contenida.

—Finalmente, Lía —susurró Max, y Lía solo pudo asentir, sabiendo que, aunque las respuestas aún no estaban claras, algo en su interior se había resuelto.

El misterio de NetSphere seguía sin resolver, pero por una vez, Lía sentía que, al menos por un momento, había encontrado algo que valía la pena. Algo que la había estado esperando desde siempre.

Y aunque el futuro seguía incierto, lo que había entre ellos no desaparecería tan fácilmente.

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