El aire en la cueva se volvía más denso a cada paso que daban, como si la misma piedra estuviera cargada de secretos. La esfera, que antes había dejado escapar una luz cegadora, ahora se encontraba tranquila, pero con una vibración sutil, como si estuviera esperando algo. Algo que ellos aún no entendían completamente.
Lía observó la esfera una vez más, sus dedos a un centímetro de tocarla. Sabía que algo iba a suceder si lo hacía, pero había algo más en juego, algo más grande que solo las respuestas inmediatas que ofrecía. La misión estaba tomando un rumbo inesperado. Las pistas que habían encontrado en las ruinas del laboratorio eran claras, pero confusas. Fragmentos. La esfera. La conexión. Todo se entrelazaba, pero seguía siendo un rompecabezas incompleto.
Max, siempre cerca, la observaba con atención. El silencio entre ellos era palpable, pero no incómodo. Habían llegado a un punto en que la cercanía se había convertido en una especie de normalidad, aunque cada vez sentían la tensión de lo no dicho. Y sin embargo, algo en él, en sus ojos, parecía decirlo todo.
— ¿Sabes que no tienes que hacerlo sola? —Dijo Max finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero firme, y Lía se sintió extrañamente cómoda con su presencia.
Ella levantó la mirada hacia él, notando el brillo en sus ojos, como si él también estuviera procesando lo que había entre ellos. Pero Lía no podía permitirse eso. No ahora. No cuando la misión seguía siendo lo más importante.
— No es que quiera hacerlo sola, Max. —Respondió, aunque su tono era más frío de lo que habría querido. — Es solo que hay algo aquí que no comprendo, algo que no estamos viendo.
Max dio un paso más cerca, la proximidad ahora casi insoportable. Pero en lugar de apartarse, Lía permaneció quieta, absorbiendo su presencia. Él se inclinó ligeramente hacia la esfera, mirándola con una concentración casi hipnótica.
— ¿Qué crees que está pasando con la esfera? —Preguntó, su tono más suave que antes.
Lía no respondió de inmediato. Sabía lo que sentía: una especie de resonancia que se había vuelto casi personal. Algo en esa esfera estaba despertando recuerdos de algo más, algo que parecía estar ligado a su propio destino. Pero no podía explicarlo. No aún.
— No lo sé. —Finalmente, suspiró. — Pero siento que está relacionada con algo que no hemos descubierto todavía. Y si tocamos eso... —Ella pausó, mirando hacia Max, cuya expresión había cambiado a una más seria, más preocupada.
Max, que siempre parecía tan seguro de sí mismo, ahora mostraba una vulnerabilidad que Lía no había notado antes. Su mirada se suavizó, como si estuviera evaluando sus propias palabras.
— Tienes razón. No sabemos lo que podría pasar si seguimos tocando esa esfera, pero... —Max dio un paso hacia ella, y aunque Lía intentó mantenerse firme, no pudo evitar la cercanía. Sus voces casi se mezclaban, como si el espacio entre ellos hubiera desaparecido. — Lo que quiero decir es que, si esto es lo que nos toca hacer, no me importa hacerlo contigo.
Lía lo miró fijamente, sin saber cómo reaccionar. Sus palabras, tan sencillas pero tan cargadas de significado, la descolocaban. No era que no lo hubiera notado antes, pero ahora el sentimiento parecía... más claro, más intenso. Y sin embargo, lo que estaba por delante era mucho más grande que lo que había entre ellos. No podía distraerse.
— No es sobre eso, Max. —Lía dio un paso atrás, separándose de él, aunque el espacio entre ellos seguía siendo pequeño. — Estamos aquí para una misión, no para... para lo que sea que tú pienses que esto es.
Max la observó en silencio durante unos segundos. Lía intentó leer su rostro, pero él parecía más determinado que nunca.
— Y si, por un momento, me olvido de la misión? —Max lo dijo con una sonrisa, pero en su mirada había algo que la hizo sentir aún más desconcertada. Como si supiera exactamente lo que estaba haciendo.
El silencio se instaló de nuevo entre ellos, y Lía intentó enfocarse en el brillo de la esfera, pero su mente no podía dejar de regresar a las palabras de Max. Estaba claro que él sentía algo más, algo que ella no podía simplemente ignorar.
De repente, algo cambió. La esfera comenzó a pulsar nuevamente, y esta vez el patrón que mostraba era distinto. Era un mapa, sí, pero no uno común. Las líneas y símbolos que aparecían eran más detallados, más precisos, y en algún rincón del mapa apareció una serie de coordenadas.
— ¿Qué es esto? —Lía se inclinó hacia la esfera, tocando el aire cerca de los símbolos.
Max se acercó de inmediato, sus ojos fijos en el mismo punto.
— ¿Son... coordenadas? —Preguntó, pero no parecía estar tan seguro como antes.
Lía asintió, sin apartar los ojos de las coordenadas. Algo en ellas la hacía sentir una extraña urgencia, como si el destino los estuviera llamando.
— Sí, son coordenadas. Pero no... no son de aquí. —Lía miró hacia Max, su voz firme pero con un tono de duda. — Son de otro lugar.
Max la observó con atención, una chispa de interés brillando en sus ojos.
— ¿Otro lugar? —Su voz se suavizó. — ¿Qué significa eso?
Lía no lo sabía. Pero estaba segura de que las respuestas estaban allí, en esas coordenadas, y tal vez, solo tal vez, el siguiente paso los llevaría más cerca de entender todo lo que la esfera les había estado ocultando.
— Vamos. —Dijo, con una determinación renovada. — Tenemos que ir allí.
Max la miró, y sin decir una palabra más, asintió. Aunque las palabras entre ellos seguían siendo escasas, ambos sabían que algo más estaba ocurriendo. Algo más grande que la misión. Algo que podría cambiar todo, incluyendo lo que estaba entre ellos.
Y mientras se adentraban en la oscuridad de la cueva, ambos sabían que este no era solo el comienzo de un nuevo capítulo, sino de un viaje hacia lo desconocido. Un viaje que los uniría de formas que aún no podían comprender.
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UNFOLLOW ✔ | M. Hernández
Ficção HistóricaEn un mundo donde la conexión lo es todo, NetSphere gobierna cada aspecto de la vida. Tus pensamientos, tus relaciones, incluso tus recuerdos, todo está a un clic de ser compartido... o borrado. Lía siempre ha vivido bajo la sombra del sistema, sin...