Capítulo 24 | Renacer

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Lía se quedó quieta frente a la consola, con la mano suspendida en el aire, a centímetros del botón que terminaría con todo. El sacrificio de Erin pesaba sobre ella como una montaña. Su amiga había dado todo para llegar hasta ese punto, y ahora estaba claro que la decisión recaía únicamente en ella.

Pero no estaba sola.

—Lía... —La voz de Max sonó a sus espaldas, baja, casi temerosa de romper el silencio. No se acercó de inmediato; parecía dudar, algo poco común en él. Finalmente, dio un paso y luego otro, hasta estar justo detrás de ella—. Lo que Erin hizo... —su voz se quebró un poco, y Lía pudo escuchar el dolor en ella—. Fue para salvarte. Para salvarnos.

Lía apretó los dientes, evitando girarse hacia él. Sabía que si lo miraba, toda la fortaleza que había construido para llegar a ese punto podría derrumbarse.

—No fue solo para salvarnos —respondió ella, con voz fría—. Fue para salvar a todos los que quedaron atrapados en esta red. Erin no quería que esto destruyera más vidas. No puedo fallarle ahora.

Max extendió una mano hacia su hombro, dudando por un momento antes de finalmente tocarla. El contacto fue suave, casi reconfortante, pero Lía lo sintió como un peso insoportable.

—Nadie está diciendo que le falles. —La voz de Max era tranquila, pero firme—. Solo... no te olvides de ti misma en el proceso. Erin no habría querido eso.

Lía cerró los ojos, dejando escapar un suspiro tembloroso. Las palabras de Max la alcanzaban de una manera que odiaba, porque eran ciertas, pero no podía permitirse flaquear.

Se dio la vuelta, apartando la mano de Max de su hombro con delicadeza. Lo miró a los ojos, y por un instante, casi pudo perderse en ellos.

—No entiendo cómo puedes estar tan tranquilo después de todo esto —le dijo, su voz cargada de frustración—. Todo lo que ha pasado, todo lo que hemos perdido...

Max la interrumpió, con una sonrisa apenas visible en sus labios.

—¿Tranquilo? —rió suavemente, pero había algo en su tono que la desconcertó—. Lía, estoy lejos de estar tranquilo. Estoy aterrado. Pero no por lo que hemos perdido... sino por lo que podríamos perder si no hacemos esto juntos.

Lía retrocedió un paso, pero Max avanzó, cerrando la distancia entre ellos. Había algo en su mirada que la hacía sentir vulnerable, como si pudiera ver directamente a través de todas las paredes que había levantado.

—Max... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.

—No puedo seguir ignorando esto, Lía. Lo que siento por ti. —Su voz era firme, pero no agresiva. Era como si cada palabra fuera un paso más cerca de un precipicio—. Y sé que no es el momento ideal, pero he estado guardándome esto por tanto tiempo... ya no puedo más.

Lía lo miró, con los ojos muy abiertos, sin saber cómo responder. Todo su cuerpo parecía estar en alerta, pero no era capaz de moverse.

Max dio un paso más, y antes de que pudiera detenerlo, colocó ambas manos en su rostro. Sus dedos eran cálidos, y su toque envió un escalofrío por su columna.

—Sé que duele no ser nada para alguien, Lía. Lo sé porque lo he sentido. Pero también sé que sería mucho peor ser algo y no ser sincero al respecto. —Su voz se rompió ligeramente al final, pero no apartó la mirada.

Antes de que Lía pudiera procesar sus palabras, Max cerró la distancia entre ellos y la besó. Fue un beso lleno de todo lo que él había estado guardando: pasión, desesperación, amor. Al principio, Lía se quedó inmóvil, incapaz de reaccionar, pero luego sintió cómo algo dentro de ella cedía, como si una barrera se rompiera.

Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento, pero Max no la soltó. Sus ojos buscaban los de Lía, como si tratara de leer cada emoción que cruzaba por su mente.

—Te amo, Lía. —Las palabras salieron de él como una confesión que había estado esperando demasiado tiempo para ser pronunciada—. Siempre te he amado. Desde el primer día. Y no puedo imaginar un mundo donde no lo diga.

Lía lo miró, su mente en una maraña de pensamientos. Quería gritarle, empujarlo, pero también quería abrazarlo y nunca dejarlo ir.

—Max... no puedo... —susurró ella, pero su voz temblaba tanto que ni siquiera estaba segura de lo que quería decir—. No sé si estoy lista para esto.

Max asintió, pero no se apartó.

—No te estoy pidiendo que lo estés. Solo quiero que sepas lo que siento. No quiero que nada quede sin decir.

Lía respiró hondo, apartándose suavemente de él. Volvió su atención a la consola, pero algo dentro de ella había cambiado. Max había abierto una puerta que no estaba segura de poder cerrar. Y aunque el peso de la misión aún la aplastaba, había algo en sus palabras que la mantenía a flote.

Se giró hacia él una vez más, mirándolo a los ojos con una determinación renovada.

—Voy a terminar esto, Max. Por Erin. Por nosotros. Pero cuando todo esto acabe... veremos dónde estamos. —Su voz era firme, pero había un atisbo de esperanza en sus palabras.

Max asintió, con una pequeña sonrisa en sus labios.

—Estaré esperando.

Lía volvió a la consola y tomó una decisión. Era hora de terminar lo que Erin había comenzado. Pero incluso mientras trabajaba, las palabras de Max resonaban en su mente, como una promesa que aún no estaba lista para romper.

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