Siete flechas en la espalda

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   He sufrido varios dolores en mi vida, como cualquier ser humano que pueda sentir.
   He sufrido el dolor de cuando no sabías defenderte aún y otro niño te arrancaba un juguete de tus manos.
   He sufrido el dolor de, al contrario de la anterior situación, ya sabes defenderte y recibes un golpe que llega a lágrimas.
   He sufrido el dolor de cuando vas caminando tranquilamente y el dedo pequeño de tu pie quiere probar lo indestructible que es, estrellándose contra la esquina de tu pared.
   He sufrido el dolor de cuando un amigo que quieres te da la espalda.
   He sufrido el dolor del rompimiento de tu primer amor.
   He sufrido el dolor de ver una persona que querías mucho caer poco a poco en un hueco cada vez mas profundo y tu no puedes hacer nada al respecto.
   He sufrido el dolor de cuando tu hermano mayor se va a crear su propia vida independiente y te deja en una soledad que no habías identificado antes.
   He sufrido el dolor de una traición.
   He sufrido el dolor de un golpe que te deje los pulmones sin aire.
   He sufrido el dolor de piernas y cansancio que produce una difícil jornada de trabajo.
   He sufrido el dolor de la decepción.
   He sufrido el dolor de una mentira, aquella que es piadosa como aquella que no lo es.
  He sufrido el dolor de una torcedura de tobillo que rompió los ligamentos de este.
   Pero este dolor que siento es distinto.
   Este dolor no duele.
   Este dolor no me hace llorar.
   Este dolor fatiga.
   Es una sensación de cargar un bolso lleno de piedras, las primeras horas puedes hacerlo, después de un tiempo los hombros van cansándose, al rato le sigue el cuello, poco a poco sube a la cabeza, después de horas se siente en los pies, las pantorrillas no quieren sentirse excluidas y le avisan a las piernas para que después de varias horas todo tu cuerpo duela. Pasan los días y ya no puedes andar no solo por el peso del bolso, si no por el dolor de tu cuerpo, que no es un dolor que te hace llorar, pero si te hace reflexionar que estas haciendo. Consigues una nueva manera de cargar el bolso y de pronto tu cuerpo ya no duele, te sientes como nuevo, tal vez con las piernas cansadas pero sabes que puedes seguir, pero al pasar las horas tus hombros van cansándose... al rato le sigue el cuello... y así se va repitiendo.
   Este dolor, es un dolor que no sabes por donde ni cuando ataca.
   Es como tomarse un veneno sin darse cuenta que lo hiciste, pero este es un veneno especial, uno que te va matando poco a poco, muy lentamente va consumiendo tu cuerpo. A medida que pasan los días, vas sintiendo algunos síntomas que no puedes identificar de donde provienen, sientes un poco de mareo, vómitos y algunos dolores de cabeza, con el tiempo los síntomas se van pero cuando menos te lo esperas, te entra un fuerte dolor abdominal, caes de rodillas al suelo mientras te aprietas la barriga con la mano,  empiezas a sudar y tu respiración se va acelerando, no sabes que hacer con este dolor, pero por alguna razón reconoces que no te va a matar. Después de unos días, tus dolores se van para regresar con insomnio, confusión, alucinaciones y poco de taquicardia.
  Y así van pasando los días, los días se convierten en meses y cuando menos te lo esperas ya ha pasado un año, un año esperando a que el dolor simplemente se esfume.
   Como ya he dicho antes, he tenido todo tipo de dolores, pero este, este dolor que siento es distinto...

El cuaderno rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora