Doce.

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Gabriel se dirige a su casa, sus pasos andan con un ritmo constante sobre las escaleras de piedra que conducen a la entrada

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Gabriel se dirige a su casa, sus pasos andan con un ritmo constante sobre las escaleras de piedra que conducen a la entrada. El día es tranquilo, pero algo le provoca una sensación de inquietud. 

Al llegar, nota que la puerta está entreabierta, un detalle que lo desconcierta, ¿La cerró al salir? Intenta recordar por qué salió en primer lugar, pero su mente está nublada y la sensación de que algo está mal comienza a instalarse en su pecho.

Empuja la puerta para abrirla completamente y entrar; la casa está sumida en un extraño silencio, un silencio que parece demasiado profundo, como si el lugar estuviera conteniendo el aliento. 

Sus pasos suenan en la estancia vacía, la luz natural apenas permite distinguir los contornos de los muebles y el lugar.

Él avanza unos pasos más y siente que algo está mal bajo sus pies, mira hacia abajo, y su corazón se detiene al instante: está caminando en un charco, pero no de agua, sino de sangre. 

Un escalofrío le recorre la espalda; la sangre se extiende desde un punto cercano hacia sus pies, manchando el suelo con un tono rojo oscuro. 

Sus manos tiemblan mientras las eleva para observarlas y, para su horror, también están cubiertas de sangre, sus dedos, sus palmas, incluso sus brazos y su ropa, están empapados de sangre. 

La respiración se le entrecorta, y el aire parece más pesado a cada segundo, mira a su alrededor, buscando algún indicio de lo que pudo haber pasado, ¿De dónde salió tanta sangre? ¿Por qué está en su casa? Y lo más aterrador de todo ¿Por qué está cubierto con ella?  

El pánico comienza a apoderarse de él, su cuerpo tiembla incontrolablemente, y una sensación de vacío y terror lo envuelve, quiere moverse, pero sus piernas parecen ancladas al suelo. 

Cada vez que baja la mirada, el charco parece extenderse más, como si la sangre lo estuviera rodeando, atrapándolo. 

De pronto, se siente mareado, su visión se nubla, y la opresión en su pecho lo supera; entonces, todo se desvanece.

Él despierta de golpe con un sobresalto, jadeando y sudoroso, sus ojos se abren de par en par, intentando reconocer el espacio a su alrededor

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Él despierta de golpe con un sobresalto, jadeando y sudoroso, sus ojos se abren de par en par, intentando reconocer el espacio a su alrededor.

Gabriel se lleva las manos al rostro y luego examina su cuerpo, buscando algún rastro de sangre, pero no hay nada, ninguna mancha, ninguna herida, solo sudor, frío y abundante, que empapa su piel.  

Como una polilla cazando en la oscuridad  ‖Gabenath‖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora