Las semanas pasaron entre encuentros y conversaciones, pero algo había cambiado entre Alex y Camila. A pesar de seguir viéndose con regularidad y compartir momentos agradables, algo en el aire había alterado la fluidez de su relación. Alex podía sentirlo, esa pequeña grieta que había comenzado a abrirse entre ellos, aunque no era visible a simple vista. Era como si la grieta fuera un espejo que reflejaba todo lo que había intentado esconder: su verdadero yo, su miedo al rechazo y, sobre todo, el peso de saber que cada día que pasaba sin contar la verdad lo alejaba más de la Camila que había llegado a amar.
Todo comenzó una tarde, mientras caminaban por el mismo parque donde a menudo solían hablar de todo, desde trivialidades hasta los temas más profundos. Ese día, sin embargo, la atmósfera estaba cargada de algo más. Camila había notado que Alex parecía más distante, más absorto en sus pensamientos, como si estuviera en otra parte, aunque estaba ahí, junto a ella. Cada vez que ella intentaba iniciar una conversación, él respondía con monosílabos o evasivas sutiles.
—¿Alex? —le preguntó Camila, con una pequeña sonrisa que intentaba disfrazar su preocupación. —¿Te pasa algo?
Alex la miró por un segundo, y por un instante, pensó en decirle la verdad. Pensó en abrir su boca y confesar lo que llevaba dentro, lo que había estado reprimiendo desde el primer momento en que empezaron a acercarse. Era el momento adecuado, sentía que ella estaba lista para entender, para saber todo. Pero algo lo frenó. El eco de su propio miedo lo alcanzó: “¿Qué pasará si no me entiende? ¿Si me rechaza?” Esa idea lo paralizó, y una vez más, las palabras murieron en su garganta.
Fue una pequeña pausa, un suspiro profundo que pasó desapercibido para Camila, pero que para Alex fue una tormenta de pensamientos. ¿Debía seguir ocultando su verdadera identidad? ¿Podía ser honesto con ella, o el miedo de perderla era demasiado grande? El temor a ser rechazado, a que todo se viniera abajo, lo paralizó, y al final, no dijo nada.
—No, nada, no es nada. —Respondió, forzando una sonrisa que no llegó a los ojos. —Solo un poco cansado.
Camila lo observó con más atención. Aunque no podía entender completamente lo que pasaba por su cabeza, algo en su actitud la hizo sospechar que algo no estaba bien. El Alex que conocía no era el mismo. Este Alex era más callado, más inquieto, y había una distancia invisible que la hacía sentirse un poco fuera de lugar. Mientras hablaban, Alex jugaba distraídamente con una pequeña piedra que había recogido del suelo. La hacía girar en sus dedos, como si el acto mecánico pudiera calmar el torbellino en su mente.
—¿Estás seguro? —preguntó ella, con voz suave pero firme. —Porque siento que no eres el mismo. ¿Algo te pasa, Alex?
Alex se sintió acorralado, y por un momento, la tentación de contarle todo volvió a surgir. ¿Qué más podía hacer? La relación entre ellos se estaba volviendo cada vez más importante, y si no podía ser honesto con ella, ¿realmente valía la pena seguir? Pero algo dentro de él le decía que todavía no era el momento. Y el miedo a las consecuencias lo retuvo.
—Es solo que... a veces me siento un poco presionado, eso es todo. —Respondió, esta vez mirando al frente, como si el paisaje lo ayudara a escapar de la situación. —Es difícil, pero lo manejaré.
Camila no estaba completamente convencida. Había algo en su tono que no cuadraba, algo que se sentía forzado. Sin embargo, decidió no insistir. Sabía que Alex necesitaba su espacio, pero al mismo tiempo, no podía ignorar la sensación de que algo más estaba ocurriendo. No podía sacudirse la idea de que él guardaba un secreto, algo grande, que no quería compartir con ella. Camila apretó ligeramente los labios y cruzó los brazos, un gesto casi imperceptible que reflejaba la barrera emocional que comenzaba a formarse entre ellos.
—Si alguna vez quieres hablar de eso, sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? —dijo Camila, con una leve sonrisa, aunque su voz mostraba una ligera tristeza que Alex no pudo evitar notar. —No tienes que cargar con todo solo.
Alex asintió sin decir nada, agradecido por sus palabras, pero al mismo tiempo, sintiendo cómo se levantaba una pared entre ellos. Cada vez que ella mostraba comprensión, él sentía que se hundía un poco más en el pozo de su propio miedo. La ansiedad de no poder ser quien realmente era lo estaba destrozando por dentro.
Los días siguientes fueron una mezcla de momentos felices y tensos. Aunque pasaban tiempo juntos, algo se había roto. Camila comenzó a notar más a menudo la falta de comunicación emocional. A veces, mientras caminaban, Alex se quedaba en silencio, mirando al suelo, perdido en sus pensamientos, y eso la hacía sentirse más alejada de él. No podía evitar la sensación de que algo estaba siendo ocultado, aunque no sabía exactamente qué.
Por su parte, Alex comenzó a sentirse cada vez más atrapado. El peso de no poder ser él mismo, de no poder mostrarle a Camila todo lo que realmente sentía, le resultaba insoportable. A menudo, se quedaba pensando en lo que hubiera pasado si hubiese sido honesto desde el principio, pero el miedo seguía dominando sus pensamientos. ¿Podría perderla si le decía la verdad?
Una tarde, mientras caminaban por el mismo parque donde había comenzado todo, Alex se detuvo frente a un banco, observando el atardecer que teñía el cielo de tonos naranjas y rojos. Un atardecer que, en circunstancias normales, habría sido el escenario perfecto para hablar con Camila sobre todo lo que sentía. Pero, en ese momento, él solo miraba el horizonte, buscando respuestas en un lugar donde no las encontraría.
Camila, al ver su mirada distante, se acercó y lo tomó de la mano. Había algo en su expresión que le hacía pensar que no todo estaba bien.
—Alex, por favor, dime qué está pasando. —Dijo suavemente. —Te lo he dicho antes, puedes contarme lo que sea.
Las palabras de Camila fueron como una chispa que encendió algo en Alex. Por un segundo, se sintió con ganas de decirle todo, de liberar esa carga que lo estaba consumiendo. Pero la duda lo invadió nuevamente. El miedo a perderla, a que ella no lo aceptara, lo frenó en seco. Así que, en lugar de abrir su corazón, solo le sonrió, con una sonrisa que ahora se sentía vacía.
—No quiero que te preocupes, Camila. Solo estoy pasando por un momento raro, pero todo está bien. En serio.
Camila lo miró con los ojos llenos de una mezcla de preocupación y frustración. En su mente, las preguntas se acumulaban como una tormenta: ¿Qué era aquello que Alex no podía compartir con ella? ¿Por qué sentía que, pese a estar juntos, había algo que siempre los mantenía separados? Aunque intentaba mostrarse paciente, una parte de ella temía que la distancia creciera más allá de lo que podían soportar.
El resto de la tarde pasó en un silencio incómodo. No era un silencio cualquiera. Era un abismo que crecía entre ellos, un recordatorio de las palabras no dichas y las verdades ocultas. Mientras Camila miraba al atardecer, preguntándose cuánto más podría soportar, Alex clavó los ojos en el suelo, consciente de que si no encontraba el valor para ser honesto, la cuerda que los unía finalmente se rompería.
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A Tu Lado, Soy Yo
Teen Fiction"Alex siempre ha vivido atrapado entre el miedo y el deseo de ser auténtico. En una relación que avanza rápidamente con Camila, la chica que le roba el corazón, Alex lucha por ocultar una parte de sí mismo que aún no está listo para revelar. Pero la...